El universo de 'Juego de Tronos' siempre se ha caracterizado porque los personajes hablen mucho y que de vez en cuando haya algún gran combate. Además, los finales de temporada siempre han sido para resituar a sus protagonistas de cara a la primera entrega, por lo que nadie debería extrañarse del enfoque ha tenido 'La mujer que debía reinar', el octavo y último episodio de su segunda temporada. Los problemas venían de antes.
Como todos los que seguimos la serie recordaremos, el final de la primera temporada era poco menos que la confirmación de que la guerra entre los Negros y los Verdes era inevitable. La sensación que ha dejado 'La mujer que debía reinar' es exactamente la misma, con todo lo que ha sucedido entre medias funcionando a modo de gran preparación en la que los guiones no han estado tan finos como a mí me hubiese gustado.
Spoilers de aquí en adelante
Lo cierto es que la segunda temporada arrancó con bastante fuerza entre la ejecución a sangre fría de Jaehaerys o el trágico enfrentamiento entre Arryk y Erryk, pero luego llegó un valle de interés que fue alargando lo inevitable. Por ejemplo, cuesta entender que ya hayan pasado cuatro episodios desde la muerte de Rhaenys y todavía estemos con que viene la guerra. Sin embargo, lo realmente molesto no es tanto la opción de estirar tanto lo inevitable como su ejecución.
Esta temporada 2 de 'La casa del dragón' olía raro desde el principio, tanto por la reducción del número de episodios -se dijo en su momento que una enorme batalla fue aplazada a la tercera entrega- como por el hecho de haberse podido rodar durante la huelga de guionistas porque los libretos ya estaban listos. Visto el resultado, es evidente que necesitaban más ajustes, y una buena prueba de ello es todo el viaje emocional de Daemon, bastante estimulante en lo conceptual pero que visto en pantalla ha acabado siendo un tanto cansino.
Volviendo a situar a sus protagonistas
Eso también aplica a la calidad de los diálogos, con más de una conversación a lo largo de la temporada resultando demasiado rígida, como si se quisiera transmitir una idea de forma muy clara pero sin haber terminado de encontrar la fluidez necesaria para que suene natural dentro de la serie. Por suerte, ese problema se ha amortiguado bastante en 'La mujer que debía reinar', ya que incluso la pesadumbre de Ser Criston Cole ha transmitido con eficacia la situación actual del personaje interpretado por Fabien Frankel. Quizá todo lo de Corlys y la explosión de sinceridad de su hijo sí podría haberse pulido algo más, pero tampoco es algo que resulte molesto.
Con todo, una cosa que ha dejado claro una vez más la serie con 'La mujer que debía reinar' es que 'La casa del dragón' está a un nivel superior al resto de escenas cuando Rhaenyra y Alicent comparten escena. Es verdad que su primer encuentro esta temporada pudo dar la sensación de estar ligeramente forzado, pero de esa forma crearon la base necesaria para un nuevo cara a cara en el que las tornas han cambiado por completo. Tanto Emma D'Arcy como Olivia Cooke hacen la secuencia aún mejor, pero es que todo lo que sucede a continuación de que la primera exija la muerte de Aegon tiene más fuerza que prácticamente cualquiera de los combates que hayamos visto en este universo.
Por otro lado, Daemon ha completado su transformación, la cual por momentos parecía el eje principal de esta segunda temporada. No ha sido por falta de esfuerzos en los guiones, pero en pocos episodios ha pasado de ser un ángel vengador incontrolable a aceptar su sumisión ante Rhaenyra. Un cambo necesario pero que la serie no ha terminado de saber mostrar con acierto, dando pie a que Matt Smith se sintiera aislado de todo en términos narrativos durante bastante tiempo.
Por lo demás, lo que apuntaba de que 'La mujer que debía reinar' es un episodio para sentar las bases de cara a la tercera. Se presenta a un nuevo personaje llamado a tener importancia como es la Sharako Lohar encarnada por Abigail Thorn, a través de la cual se añade un poco de alivio cómico en el episodio, y se dejan las piezas puestas en el tablero. El problema es que en muchos frentes no se siente que haya habido una evolución real en esta segunda temporada, un poco al estilo que lo que pasó en su momento en 'The Boys'.
Con todo, el episodio en sí mismo es muy efectivo en todo lo que propone, quedándonos claro en qué situación se encuentran sus protagonistas y cómo están mentalmente frente al futuro que les aguarda, pero casi parece más la preparación para un épico noveno episodio -otra cosa muy habitual en 'Juego de Tronos'- que, por el motivo que sea -¿no tenía Warner suficiente dinero para hacerlo en ese momento? Tampoco me extrañaría si lo que pasó fue eso- ya no existe.
Confieso que tengo muchas ganas de ver la temporada 3 de 'La casa del dragón', pero eso no quita que la segunda haya sido una pequeña decepción.
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