Cine en el salón: 'Despedida de soltero', desmadre a la americana

Cine en el salón: 'Despedida de soltero', desmadre a la americana

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Cine en el salón: 'Despedida de soltero', desmadre a la americana

Antes de que fuera uno de los intérpretes mejor pagados y con mayor reputación de Hollywood. Antes de que la Academia reconociera hasta en dos ocasiones su labor frente a las cámaras con sendas estatuillas —amén de las otras tres nominaciones que le fueron arrebatadas, con mayor o menor justicia, por Dustin Hoffman, Roberto Benigni y Russell Crowe—. Antes de todo eso, Tom Hanks era, simple y llanamente, un cómico que se ganaba la vida en producciones destinadas al bello arte de arrancar carcajadas del público.

De hecho, toda su producción durante los años ochenta excepto un olvidado filme llamado 'Mil veces adiós' ('Every Time We Say Goodbye', Moshe Mizrahi, 1986) —un drama bélico que el actor protagonizó junto a Cristina Marsillach— se centra en un género para el que el actor, sinceramente, había nacido con un talento innato que mezclaba su naturalidad a la hora de ponerse delante de las cámaras con un desparpajo de la misma entidad que lo convertía en ese amigo de toda la vida con el que has compartido buena parte de tus alegrías y alguna que otra de tus penas.

Ese talante lo había transformado ya en 1984 en el en el objeto de atracción de una espectacular sirena llamada Daryl Hannah en aquella irregular comedia fantástica dirigida por Ron Howard que fue 'Un, dos, tres...splash' ('Splash', 1984). Y ese mismo año, Hanks era convertido en un novio dispuesto a correrse la juerga más alocada de su existencia para despedir su soltería en esta descacharrante cinta que es 'Despedida de soltero' ('Bachelor Party', Neal Israel, 1984).

'Despedida de soltero', la risa perpetua

Despedida De Soltero 1

Con un guión que no podría ser más simple —no hay mucho más en esencia que lo que he expuesto en el anterior párrafo—, una dirección funcional que a veces ni siquiera llega a eso; unos actores que, al margen de Hanks, nunca llegaron a gran cosa en el mundillo; un montaje mediocre y una banda sonora que no le va a la zaga, que servidor tenga a 'Despedida de soltero' en cierta estima es uno de esos misterios que, como cinéfilo, son harto complicados de explicar.

Es más, es que el tipo de humor del que hace gala la cinta, que abunda en detalles de sal gorda y en innumerables referencias bien soeces, bien sexuales, es el mismo del que llevo años huyendo —y despotricando a placer cada vez que tengo ocasión— y, no obstante, es asomarme a alguna de las escenas que concurren en estos 105 alocados minutos, y no poder reprimir más de una sonora carcajada.

Quizás tan sorprendente hecho sea digno de un análisis freudiano y haya aquí un acto de rebeldía (in)consciente y perpetuo contra mucha represión no aireada derivada de lo estricto de la educación recibida. O quizás es que, olvidándonos de chorradas psicoanalistas, cada vez que me siento a ver a un burro esnifar cocaina, a un maníaco depresivo intentar cortarse las venas con una maquinilla eléctrica, a la madre de la novia tratar de coger un "perrito caliente" o a Tom Hanks jugando al tenis como si de un partido de beisbol se tratara, mi memoria se traslada de forma directa y sin remisión a aquellos maravillosos años de la adolescencia.

Despedida De Soltero 2

Unos años que estuvieron plagados de ese cine al que uno no ponía peros —porque aún no contaba con las herramientas con qué ponérselos— y que, revisado hasta la saciedad en este rincón de Blogdecine, ha servido para airear tanto aquellas producciones que se mantienen incólumes como obras capitales del séptimo arte como para dar salida a muchos de esos placeres culpables que, compartidos o no, surgieron de tan añorada década. No hay más.

Es inútil buscarle valores cinematográficos a una cinta construida a partir de retales que podrían funcionar perfectamente en otro contexto sin que se notara la diferencia. 'Despedida de soltero' es lo que es, una comedia con la que viajar a otros tiempos distintos. No es un clásico del género ni una cinta que se sostenga más allá del aprecio personal que se le pueda tener. Pero, como bien demostró para mal su tardía secuela —que nada tiene que ver con ésta más allá de que Neal Israel aparezca acreditado como guionista— es un filme que sabe como hacer reír. Y eso, hoy en día, no abunda.

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