Cómic en cine: 'Elektra', de Rob Bowman

Cómic en cine: 'Elektra', de Rob Bowman
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Era muy evidente, en los cada vez más constantes devaneos del séptimo arte con el mundo de la narración gráfica, que algunas de las fórmulas que las editoriales de cómics utilizan a la hora de ampliar su cuota de mercado iban a terminar siendo heredados por la maquinaria cinematográfica Hollywoodiense. Y si en esto el actual devenir de la Marvel tendría mucho que afirmar, con esa continuidad de un filme a otro y la idea de la construcción de un "universo cinemático" cohesivo, hace una década a lo que empezó a tirársele los tejos fue a los spin-off.

No es que sea un recurso exclusivo de los cómics, ya que en literatura o en las series de televisión, se llevan utilizando desde hace mucho pero, sin duda, ha sido el noveno arte el que más ha llegado a abusar de esas cabeceras de personajes surgidas a la sombra de los superhéroes de más renombre. Y como ejemplos hay mil, y no es cuestión de cansaros, vayamos al grano con el spin-off que hoy nos ocupa, una 'Elektra' (id, Rob Bowman, 2005) que cuando se anunció, hace ahora diez años, sirvió para que multitud de cinéfilos arqueáramos las cejas y espetáramos un sonoro "¡¡¿¿pero qué...??!!".

Elektra 1

Con la riqueza de personajes que ya habían visto la luz bajo el emblema de Marvel, que la Casa de las Ideas y la Fox recurrieran a uno salido de ese fracaso crítico que había sido 'Daredevil' (id, Mark Steven Johnson, 2003) es una muestra inequívoca de que a la productora le quedaba mucho todavía que aprender antes de comenzar a dar muestras del genio intermitente que ha ostentado en los últimos seis años. Que, para colmo de males, desaprovecharan aún más de lo que ya se había hecho en el citado filme un personaje con tantísimo potencial como Elektra Natchios es, directamente, de juzgado de guardia.

Creada por Frank Miller en las páginas de su estancia al frente de la colección del hombre sin miedo, la Elektra que habíamos visto en 'Daredevil' guardaba relación a ratos con la que el artista estadounidense había definido de forma brillante veinte años atrás, y la decisión de que Jennifer Garner —tan alejada a esa belleza morena mediterránea que era el personaje de cómic— fuera la encargada de encarnar a la letal asesina se sumaba al desconcierto generalizado y al despropósito constante que ya era el errático filme de Mark Steven Johnson.

Ahora bien, si algo consigue esta andadura en solitario de Elektra, es poner en perspectiva todo aquello que habíamos afirmado en su momento con respecto a 'Daredevil', y es tanta la mediocridad que campa a sus anchas por los 96 minutos de metraje de esta producción, que consigue que veamos a la cinta protagonizada por Ben Affleck con otros ojos algo más benevolentes. Vamos, en otras palabras, que lo que hay de infumable en 'Elektra' —y es mucho y muy, pero que muy variado— consigue "hacer buena" a 'Daredevil'.

'Elektra', crónica de un naufragio anunciado

Elektra 2

Y si bien aquí habría que dirimir muchas responsabilidades a muy diversos factores, donde 'Elektra' naufraga de forma más estrepitosa es en ese esperpento de guión del que se sirven Zak Penn, Stuart Zicherman y Raven Metzner para trazar una historia absurda, llena hasta rebosar de agujeros del tamaño del Cañón del Colorado, de "porque síes" que, obviamente, nunca encuentran fundamento y de mecanismos de avance de la trama que harían sonrojar hasta al estudiante más lerdo de la peor escuela de cine del mundo.

Lo muy endeble que se deriva del libreto —y estoy siendo generoso en extremo— se da la mano con unas interpretaciones que se mueven entre lo escueto de Garner, Terence Stamp o Goran Visnjic, lo olvidable de Kirsten Prout —¿alguien tendría reaños de explicar para qué sirve el personaje de esta adolescente en el filme?— y lo ridículo y prescindible de la cuadrilla de villanos que acompañan al hierático Cary-Hiroyuki Tagawa, un malo de esos que no hay quien se crea tanto por lo que el actor pone en juego como, sobre todo, por la inexistente definición que de él se hace en el guión.

A cerrar el cúmulo de males que aqueja 'Elektra' acude raudo Rob Bowman. Fogueado en la caja tonta en virtud de los numerosos capítulos que llegó a dirigir de la mítica 'Expediente-X' ('The X-Files', 1993-2002), y habiendo dado el salto a la gran pantalla en dos ocasiones previas a la cinta que hoy nos ocupa con el primer largometraje de la citada serie y con la correcta 'El imperio de fuego' ('Reign of Fire', 2002), sorprende el notable paso para atrás que son las formas que aquí podemos apreciarle. Unas formas que revelan desgana y poca creencia en el proyecto y que, unido a todo lo demás, arruinan un producto insalvable...se mire por donde se mire.

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