'Déjame entrar', poesía en clave vampírica

'Déjame entrar', poesía en clave vampírica

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'Déjame entrar', poesía en clave vampírica


Es ‘Déjame entrar’ una película atípica en su género, sobria y elegante en su narración y soberbia en su conjunto. Un film que versa más sobre el miedo y el vacío que habitan en sus protagonistas, de orígenes distintos, uno humano y la otra vampira, pero ambos preadolescentes que se enfrentan a la incomprensión y a la soledad, que genera tanto terror como ternura. ‘Déjame entrar’ no es una cinta de vampiros al uso, rompe el género, trasciende más allá, de ahí lo de atípico y ofrece un fascinante relato sobre la fragilidad y la amistad, lleno de emoción y sensibilidad, narrado, por Tomas Alfredson, de forma pausada y contundente. No se limita a los tópicos vampíricos a la hora de plantear la presencia de uno de ellos, sino que dando un paso original, los iguala con los humanos en el sentimiento, muestra sus dificultades y su dependencia, todo ello para cautivar como una verdadera poesía cinematográfica.

‘Déjame entrar’ (apropiado título en español) es la adaptación de una exitosa y muy recomendable novela homónima (‘Let the Right One In’) de John Ajvide Lindqvist, que él mismo se encarga de escribir. En esa complicada tarea de eliminar lo accesorio para el lenguaje fílmico, Lindqvist ha realizado un sublime trabajo, un ejercicio acertadísimo de síntesis que mantiene intacto el espíritu del original.

La película se adentra en el territorio oscuro de Oskar, un joven de 12 años que lucha en su interior contra el vacío y el miedo y gesta indicios de una violencia retenida (reflejada en su cuchillo), que de liberarse ayudaría a redimir el dolor de su complicada situación. Un chico raro, al que nada le interesa su alrededor y que vive casi abstraído, si no fuera porque es el objetivo de un acoso escolar que lo atormenta sobremanera. Su hogar desestructurado no es el colchón ideal donde soportar su soledad, así que encuentra en el jardín helado debajo de su casa a su nueva vecina, una joven extraña e inquietante que parece comprenderle, y con la que congenia rápidamente. Eli, que va descalza y no tiene frío, parece desaliñada y con la mirada triste, no es lo que él piensa en principio, pero el descubrimiento de quien se trata verdaderamente no resulta trascendente, Oskar lo asume como prueba de amistad e incipiente amor.

La elegancia y pausa con la que Alfredson encauza la narración es completamente ajustada a la historia. Claro estilo nórdico de ritmo sereno, que avanza sin prisa pero sin pausa, es un fiel reflejo o quizá consecuencia directa del gélido paisaje de un suburbio de Estocolmo a comienzos de los años 80, que es el escenario y la época donde se desarrolla la conmovedora historia. Alfredson introduce, como cuidadas pinceladas, las escenas de verdadero impacto. De esas que dejan huella, boquiabierto al espectador y que no resultan fácil de olvidar. Es un buen ejemplo del uso de una economía de medios, un presupuesto bien empleado con auténticas dosis de ingenio y sorpresa.

Los elementos fantásticos son desarrollados con enorme naturalidad lo que les confiere un marcado carácter realista, a lo que ayuda un espléndido manejo del sonido y de la fotografía. El miedo que destila ‘Déjame entrar’ es más inquietud que terror, más impacto por la historia que espectacularidad visual. Lo que no resta que haya momentos verdaramente turbadores y fascinantes: la mujer que arranca en llamas, el cadáver en el hielo o la antológica escena de la piscina son buenos ejemplos del enorme poder de fascinación que produce el film.

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‘Déjame entrar’ sobresale por ser una historia diferente, que en nada se parece a cualquier otra aproximación al subgénero del vampirismo en el cine, pero sobre todo capaz de encojer el corazón, sobresaltar, transmitir ternura y serenidad, todo ello con una pasmosa naturalidad. Encomiable es el trabajo para mostrar a una vampira, con sus características sobrenaturales, pero que vive lastrada por su necesidad de sangre y oculta del sol, para aparecer como una niña frágil, casi inocente que tiene en sus capacidades extraordinarias su verdadera fuerza para subsistir. Una fuerza que intenta transmitir a Oskar, que parece descubrir el apoyo para superar sus miedos y enfrentarse (con enorme contundencia) a los que le tienen sometido como objeto de burla permanente.

Estupendo trabajo de los dos jóvenes protagonistas (Kåre Hedebrant y Lina Leandersson), que logran convencer y que cuando están juntos en pantalla demuestran una extraordinaria compenetración y sus diálogos fluyen con cadencia, pero con hondura.

Sin embargo, la valentía de la película reside en evitar el fácil sentimentalismo. Ofrece toda la crudeza y brutalidad necesaria, con un mensaje sin concesiones que fascina y conmueve de principio a fin. Sin duda un hito en el cine fantástico, tanto por su nueva y original visión del mito del vampiro, como por la sinceridad que desborda en cada plano. Una película conmovedora, poética y prodigiosa.

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Mi puntuación:

4,5

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