El fin del mundo: '2012' e 'Infectados'

El fin del mundo: '2012' e 'Infectados'
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Hace unas semanas llegaron a nuestra cartelera dos películas que afrontaban el tema del fin del mundo desde dos ópticas muy distintas. Por un lado, la superproducción hollywoodiense, de presupuesto excesivo, firmado por un conocido director y lleno de estrellas. Por otro, un cine más independiente, menos acaparador y más modesto, con rostros no tan conocidos, y dos directores arriesgando más. En una, se pretende asombrar al espectador mediante un despliegue de efectos visuales abrumador, y en la otra se consigue narrando una historia sencilla de corte íntimo, y con personajes interesantes. Una se olvida inmediatamente, la otra, sin ser una genialidad, permanece en el recuerdo como una agradable serie B realizada en medio de una invasión de films megaespectaculares sin sentido alguno. Me refiero, cómo no, a '2012', la última bobada de Roland Emmerich, y a 'Infectados', la ópera prima de los hermanos Álex y David Pastor.

El argumento al que ambas se enfrentan no es nada nuevo. En infinidad de films de Sci-Fi de los años 40 y 50, se jugueteaba a menudo con la idea del fin de la humanidad, dando lugar a una serie de títulos con tramas a veces delirantes, pero muchas de ellas narradas con una sobriedad, que aquí sólo se ve en uno de los dos casos. En cierto modo, '2012' e 'Infectados' parecen ser una especie de homenaje a aquellos viejos títulos, narrando al espectador las posibles consecuencias para el ser humano del fin de la vida tal y como la conocemos. Y mientras una nos la creemos, la otra es un disparate que toma al espectador por tonto.

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Dice mi compañero Juan Luis Caviaro en su crítica de '2012' que ésta era la última película de Roland Emmerich que veía, que no le daría más oportunidades. Lo cierto es que es para considerarlo así, ya que después del despropósito de '10.000', nadie habría sido capaz de imaginar que Emmerich fuese capaz de repetir la misma jugada de cine idiota. Porque '2012' es una idiotez, llena de personajes que no nos importan lo más mínimo, a los que vemos atravesar las situaciones más imposibles jamás expuestas en una pantalla, en las que brillan unos asombrosos efectos visuales, que desgraciadamente no hacen más que empeorar la situación. El espectáculo debe estar al servicio de la historia, no sobrepasarla. Emmerich, que tal vez debería dejar de escribir guiones tan exagerados, se pliega a las demandas del actual público, en detrimento del verdadero espectáculo. Con la falsa idea de cuanto más grande, mejor, el director de 'El día de mañana' —film con el que '2012' guarda paralelismos, aunque aquella está mucho mejor— confunde de nuevo aparatosidad con espectacularidad. Un bombardeo de imágenes generadas por ordenador que buscan atontar al público, los árboles que no dejan ver el bosque.

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'Infectados' opta por todo lo contrario, con resultados mucho más terroríficos. Si Emmerich pretende asombrarnos ofreciéndonos toda una vorágine de grandilocuentes escenas en las que vemos volcanes explotando, ciudades derrumbándose, terremotos, incendios, y olas gigantescas, los hermanos Pastor consiguen más que eso con mucho menos. Una sencilla carretera solitaria, un paisaje desértico en que se respira la muerte, llegan para atemorizarnos, para tomarnos en serio la historia. Pero además de eso, 'Infectados' posee personajes que llegan a importarnos, cosa que en el film de Emmerich, a pesar de poseer un buen reparto, no sucede. En ambas películas, los personajes son tópicos vistos mil veces, pero mientras en el film de los españoles éstos tienen aristas, en el caso de '2012' son esquemas básicos sin personalidad.

Álex y David Pastor muestran una historia con coherencia, exponen a su personajes a situaciones auténticas, en las que se indaga en la psique de los mismos. El acercamiento al personaje es real, y por eso cuando algunos van desapareciendo, sentimos la pérdida, pues hemos llegado a conectar con ellos. En '2012' llega un momento en el que deseamos ver la muerte de alguno de ellos, porque al fin y al cabo, casi todos son o unos superhombres, o la gente con más suerte en el planeta Tierra. Uno que ha tomado unas pocas lecciones de vuelo, y que se convierte en un experto piloto, otro que conduce limusinas sorteando coches, agujeros enormes, puentes, atravesando edificios que se caen, y poniendo cara de que no pasa nada. En 'Infectados' los personajes sufren el drama, en '2012' no se ve sufrimiento alguno a pesar de estar experimentando el fin del mundo.

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Emmerich atiborra su film de actores conocidos por la gran audiencia —siguiendo la moda que empezó en los lejanos 70 con películas como 'Aeropuerto' ('Airport', George Seaton, 1970) o 'La aventura del Poseidón' ('The Poseidon Adventure', Ronald Neame, 1972)—, y muy solventes. La pena es que están todos muy desaprovechados, sobre todo por ponerles al servicio de una historia sin pies ni cabeza. John Cusak, como escritor y padre fracasado que se convierte en un héroe, paladín de que la familia unida jamás será vencida, Amanda Peet como ex-esposa cegata, Danny Glover como imposible presidente, Oliver Platt como semivillano, Woody Harrelson como loco —personaje en el que la película se para demasiado tiempo para no contar nada—, y Chiwetel Ejiofor y Thandie Newton como buenazos defensores de los verdaderos principios del ser humano. A los hermanos Pastor les llega con un muy efectivo y carismático Chris Pine, y una Piper Perabo que non destaca, pero cumple, aunque 'Infectados' se ve afectada por la nula interpretación de Lou Taylor Pucci, incapaz de sostener un personaje vital en la trama.

En '2012' todo es exposición. Las causas del fin del mundo son explícitamente explicadas para que el espectador lo tenga todo mascadito. En 'Infectados' el fin de los tiempos viene en forma de epidemia, y no necesitamos saber el origen, nos llega con las consecuencias, y de cómo todo afecta al comportamiento del hombre. En ese aspecto, 'Infectados' llega más lejos, la esperanza viene en forma de casa cerca del mar, único vestigio de una vida sana y feliz. '2012' en cambio tiene que realizar una carambola final, en forma de Arcas de Noé, surcando mares con esperanzador horizonte, en lo que parece una broma de precuela de 'Waterworld'.

Dos películas, un mismo tema. Una demuestra que no se necesitan grandes presupuestos para hacer buen cine, y el tema cala más en el espectador. La forma es el fondo.

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