FKM 2015 | 'El ataque de los muertos sin ojos' de Amando de Ossorio

FKM 2015 | 'El ataque de los muertos sin ojos' de Amando de Ossorio

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FKM 2015 | 'El ataque de los muertos sin ojos' de Amando de Ossorio

‘El ataque de los muertos sin ojos’ (Amando de Ossorio, 1973) es la segunda película proyectada en el Freakemacine en honor a su director. El éxito del primer film, sobre todo en el mercado internacional, animó enseguida a Ossorio a realizar una secuela, en la que exprimiría al máximo los elementos más interesantes de aquella. Estamos ante uno de esos escasos casos en los que una continuación es superior al film original. Entendiendo aquí como secuela no una continuación directa de los hechos narrados en el primer film, sino una historia completamente diferente, partiendo de la leyenda de los caballeros templarios resucitados.

De hecho el director repite algunas de las situaciones del primer film, pero llevándolas hacia instantes mucho más logrados, en cuanto a atmósfera se refiere, y evocando cierto clásico de George A. Romero, y según el propio director, algún que otro importante western de Howard Hawks. Repiten algunos de los actores de la primera entrega, pero en roles completamente diferentes, caso de por ejemplo Lone Fleming, actriz que estuvo en el festival explicando algunas de las anécdotas del rodaje de ambas películas.

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Los elementos repetidos van desde la historia de los caballeros templarios de la Edad Media, relato que aquí se incluye al inicio del film, y al que se le varían algunos pocos elementos —los ojos no son arrancados por cuervos, como en la primera entrega, sino quemados por sus verdugos—, y hay otro triángulo amoroso, cuyo planteamiento es ya de por sí un delirio, aunque las escenas eróticas son menos en favor del gore. El resto consiste en estirar hasta lo impensable la premisa argumental: los templarios resucitan debido a un sacrificio de sangre y buscan venganza en el pueblo que les “ejecutó” siglos atrás.

Al igual que la anterior lo que verdaderamente importa es ver a los muertos vivientes sembrando el terror por donde pasan, momentos en los que sin duda el director se encuentra en su salsa, más cómodo; el resto son secuencias —con diálogos de lo más ridículo en algunos de los casos— para rellenar. Afortunadamente, Ossorio va directo al grano, pasando del suspense a la acción en poco tiempo, con un grupo de personajes encerrados en una iglesia tras la sangrienta matanza llevada a cabo por los templarios, secuencia por cierto de abierto carácter subjetivo, jugueteando con los puntos de vista.

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Del horror ficticio al real

Aumenta el número de personajes, y con ellos el de los caballeros. El éxito del primer título hace que Ossorio disponga esta vez de caras más conocidas, caso de Fernando Sancho, Esperanza Roy o Frank Braña, mientras que Lone Fleming se reserva esta vez un sufrido personaje secundario. El asedio al pueblo y el posterior encierro, con los caballeros sitiando todo el lugar, propone el mejor tramo del film, con una atmósfera claustrofóbica, y un tratamiento de personajes lo suficientemente interesante. La reacción ante un peligro irracional, ante algo que escapa a toda lógica, y que vaticina una más que segura muerte, saca a relucir la verdadera personalidad de los personajes.

Si el cine de terror ha servido para realizar, en contadas ocasiones, críticas al sistema político, al peor lado del ser humano, ‘El ataque de los muertos sin ojos’ es una de las muestras más bestias al respecto. Baste fijarse en la nada disimulada figura del Gobernador, felizmente acostado en su cama, con la criada a su lado en ropa interior, mientras hace caso omiso de la petición de ayuda del pueblo; para redondear la jugada crítica, recibe una segunda llamada telefónica desde la Iglesia en la que están atrapados los protagonistas, a lo que contesta con un discurso demagógico diciendo que los pueblos que rezan hacen muy bien.

El alto poder con falsa educación hacia los de abajo, a los que dejan solos frente a graves problemas —aquí en forma de muertos vivientes—, subrayando aún más la denuncia con la secuencia de los templarios a caballo masacrando al pueblo, clara alegoría de las cargas contra manifestantes en aquellos años. El verdadero terror evocado a través de un cuento de horror con un marcado sentido del ritmo, a pesar de algunas dilataciones de tiempo un poco exageradas.

El éxito volvió a ser espectacular, y una productora alemana encargó al director una tercera entrega.

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