'Her', el amor que nos aísla

'Her', el amor que nos aísla
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Al igual que mi compañero Sergio dice en su texto sobre ‘Her’ (id, 2013) el cine de Spike Jonze nunca me ha dicho demasiado. ‘Cómo ser John Malkovich’ (‘Being John malovich’, 1999) no era capaz de desarrollar su brillante idea, ‘Adaptation’ (id, 2002) me irrita profundamente, ‘Donde viven los monstruos’ (‘Where the Wild Tings Are’, 2009) mejoraba considerablemente en su acercamiento a la inocencia infantil. Algo de esa inocencia, que nunca hay que perder, está en parte de ‘Her’ (id, 2013), para el que firma la obra maestra de Jonze.

Es ‘Her’ una historia de amor en la que su director, por primera vez partiendo de un guión única y exclusivamente suyo, realiza una de esas visiones futuristas que colocan al ser humano en un futuro casi inmediato en el que los avances tecnológicos, que cada suceden a mayor velocidad cambiando completamente nuestro entorno y forma de ver las cosas, se adueñan de nuestra vida hasta límites insospechados. En este caso la inusual historia de amor entre un hombre normal y corriente y un sistema operativo de inteligencia artificial.

La ciencia-ficción una vez más hablando del ser humano en medio de un futuro que no parece tan lejano ni imposible, uno de los aciertos del film. Si en la obra maestra de Steven Spielberg ‘A.I’ (2001) un niño era programado para amar hasta el final a una madre, aquí nos encontramos con otra inteligencia artificial menos evolucionada y complicada —no posee un cuerpo físico que le identifique— en modo de sistema operativo creado para ayudar en todo lo necesario a Theodore, un hombre que trabaja escribiendo cartas para otros y ha terminado una relación hace poco.

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Soledad e imaginación

En medio de esa terrible soledad que cada vez aísla más al ser humano —muy significativas las secuencias de la gente caminando por la calle cada una en su mundo sin interactuar en vivo entre ellas— Jonze propone una historia de amor clásica, retratando el proceso de toda relación —conocimiento, confianza, intimismo en el lado bueno, y desconfianza, celos y no comunicación en el malo— en una que sin duda es imposible, por evidentes motivos, a pesar de contener la mejor escena de sexo de los últimos 30 años, simple y llanamente porque juega con la imaginación —algo fun-da-men-tal para el sexo— del espectador.

La historia de Theodore —un genial Joaquin Phoenix, que logra una personaje entrañable de una naturalidad pasmosa— y Samantha —Scarlett Johansson sustituyendo a Samantha Morton que filmó todas las secuencias de la película hasta que en postproducción el resultado no convencía a Jonze— se nos mete muy dentro, porque al igual que las cartas que escribe Theodore por encargo, la película habla de nosotros, de todos y cada uno de nosotros, cuando nos enamoramos y queremos compartir nuestra vida con esa persona.

Nos reconocemos en cada una de las conversaciones que mantienen Theodore y Samantha, en cada uno de los instantes que pasan y disfrutan juntos. El milagro está en filmar a un Theodore completamente aislado del mundo —salvo sus encuentros con el personaje de Amy Adams, y los flashbacks con su ex (Rooney Mara), que señalan otra historia de amor no menos real que la que vive en el presente—, y lo terriblemente verosímil que nos resulta esa incipiente relación amorosa entre un hombre y una máquina programada para amar. Una máquina que, como su creador y todo ser humano, es capaz de evolucionar y madurar, y con ello de ser libre e independiente emocionalmente hablando.

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Real como la vida misma, ‘Her’ es una obra maestra del séptimo arte, otra joya que será aún mejor valorada con el paso de los años cuando su futuro sea nuestro presente, que al paso que vamos sucederá antes de lo previsto. Aunque si llegado el momento de enamorarnos de un sistema operativo podemos consolarnos, llegado el momento de la ruptura, con alguien como Amy Adams no seré yo el que se queje.

Hay tres maravillosos guiones originales nominados al Oscar —hay cinco, pero dos de ellos no merecen la pena—, y creo que el premio será para ‘Her’. Lo merece. Ya no sólo por su terrible descripción del ser humano actual y su relación con las nuevas tecnologías, sino por definir el amor como algo que nos aísla del resto del mundo.

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