'La Dama del Lago', cansina subjetividad

'La Dama del Lago', cansina subjetividad
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En 1947 fueron dos las películas que se rodaron usando la técnica de la cámara subjetiva que es cuando la propia cámara simula ser uno de los personajes y lo vemos todo a través de su punto de vista. Es algo que se ha realizado en muchas, muchas películas, pero únicamente en una determinada escena y por poco tiempo. 'La Senda Tenebrosa', esa gran película del gran Delmer Daves lograba narrar tres cuartos de hora de película siguiendo esa técnica, dando como resultado un magnífico film donde dicha técnica estaba perfectamente justificada en el argumento de la película. Robert Montgomery quiso ir más allá rodando la adaptación de una novela del mítico Raymond Chandler en 'La Dama del Lago' rodando enteramente toda la película en cámara subjetiva, salvo unos cortes en los que el propio director hablándole directamente al espectador aclara ciertos puntos de la historia. Desde luego no hay que negar que Montgomery se arriesgó por completo al querer rodar la película de esta forma. La historia es bastante confusa, algo que al parecer era muy habitual en las novelas de Chandler quién reconocería ante algún director famoso que adaptó alguna de sus obras que ni él mismo sabía el porqué de algunas incoherencias en sus argumentos que llevaban a cierta confusión. Aquí tenemos al archiconocido Philip Marlowe aceptando un caso en el que tiene que encontrar a la mujer de un importante empresario la cual ha desaparecido. Una caso en apariencia nada complicado pero que por supuesto y cómo ocurre siempre en este tipo de películas, hay más de lo que realmente parece a primera vista.

El rincipal problema de la cinta es lo cansino y pesado que resulta el hecho de estar viéndolo todo a través de los ojos de Marlowe, personaje que nunca mejor dicho, lleva el peso de absolutamente todo el film. De este modo, la historia en cuestión nos es narrada o relatada por un montón de personajes que van apareciendo unos tras otros y que le hablan a la cámara (Marlowe) soltando un montón de datos, algunos de ellos inconexos y que terminan resultando un lío. Dicha confusión ya se produce a los diez minutos de proyección, por lo que el espectador se encuentra perdidísimo, y sólo gracias a las intervenciones del director logramos aclarar algo del asunto. Intervenciones que por totro lado rompen bruscamente el ritmo de la historia, aunque Montgomery lo incluye porque es un recurso que también se utiliza en la novela. Craso error, ya que en la película no funciona absolutamente nada.

Respecto al trabajo actoral, decir que Robert Montgomery, que aparte de dirigir actuaba, siempre fue un actor mediocre y aquí los demuestra con creces. Lo bueno del asunto de la cámara subjetiva es que tenemos que verle pocas veces y así sólo oímos su voz, la cual parece siempre como fuera de escena, nunca mejor dicho. El personaje de Marlowe nunca parece totalmente integrado en la historia, y su voz resulta como muy exagerada. Lo mismo le pasa al resto de actores, que se pasean por delante del objetivo con extrañas caras de asombro o mirando demasiado fijamente al espectador, por no hablar de gestos forzados. Al respecto citar a Audrey Totter, que realiza una interpretación exageradísima de su personaje. Sólo se salva Lloyd Nolan, que parece imprimirle algo de profesionalidad al asunto y actúa como un actor de verdad resultando enormemente creíble.

Una floja película, bastante aburrida, y que tiene únicamente la originalidad de la cámara subjetiva, que por un lado resulta fascinante e incluso delirante, pero por otro termina lastrando las posibilidades de un relato algo confuso, pero con el que se podría haber realizado una gran obra de cine negro. Una pena.

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