'La guerra de las galaxias', ...y el cine cambió

'La guerra de las galaxias', ...y el cine cambió
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En 1975 la industria de Hollywood dio un vuelco cuando Steven Spielberg estrenó 'Tiburón', una obra maestra del cine de terror o de suspense (también de evasión), y que además barrió en taquilla como ninguna película lo había hecho antes. Las bases de lo que hoy conocemos como blockbuster empezaban a asentarse y cuando apareció un joven director que había tenido cierto éxito con la gran 'American Graffitti' con una especie de proyecto megaespectacular, mezcla de géneros y un argumento que nadie parecía entender, muchos lo tacharon de loco por pensar que semejante película podía funcionar. Sólo Spielberg (que muchas veces ha demostrado tener un olfato fuera de lo común) le dijo a su amigo George Lucas que se iba a forrar con aquello. No se equivocó, más bien se quedó corto ya que a nadie se le pasó por la cabeza las mastodónticas consecuencias del estreno de una película como 'La guerra de las galaxias'.

Dejando a un lado que Lucas lo que realmente quería hacer era la adaptación de 'Flash Gordon' (las letras iniciales en las que se nos pone en aviso de lo que sucede en la historia como si de un episodio se tratase, son un claro homenaje al serial de Flash Gordon), pero no pudo hacerse con los derechos (y de la versión de Mike Hodges mejor no acordarse), consiguió en 'La guerra de las galaxias' un universo mucho mayor y atractivo que el de aquél. Un poco de western, otro poco de Tolkien, personajes opuestos en su totalidad, unas gotas de cine de aventuras, unos efectos especiales deslumbrantes (aún hoy lo siguen siendo) y una historia sencilla, que no simple, y apasionante, fueron los ingredientes para realizar un Space Opera que dejara boquiabiertos a todos los espectadores del mundo. Y así fue.

No creo necesario hablar de su argumento, porque a estas alturas ya todos os lo sabréis de memoria. Dos robots con planos de una gran importancia, una princesa secuestrada, un granjero que sueña con ser piloto, un antiguo Jedi, el Imperio tras los planos, Darth Vader, un contrabandista pendenciero, su peludo compañero, y un concepto como el de la fuerza. Entre lo filosófico y lo religioso, este concepto fue uno de los máximos aciertos de Lucas en su guión. Algo realmente llamativo y atractivo para seducir sin problemas al público. ¿Y cómo hacerlo sin que algo así suene ridículo y poco creíble? No dando demasiadas pistas ni explicaciones sobre ello. El misterioso personaje de Obi Wan-Kenobi, al que da vida un soberbio Alec Guinness, es por el que nos presenta dicho concepto Lucas. Una fuerza desconocida de la que nos habla un anciano que parece poseer muchos secretos. En base a todo esto, girarán las decisiones y hechos protagonizados por Luke Skywalker, el personaje central de toda la trama, y al que da vida un desconocido y acertado Mark Hamill, y que es el personaje con el que la mayoría de los espectadores nos sentimos identificados.

A Skywalker le colocan como compañero de aventuras a alguien totalmente opuesto a él: Han Solo, interpretado por un excelente Harrison Ford, una especie de pistolero bravucón que hace las cosas sólo por dinero, aunque en el fondo también es un héroe. Su chulería y seguridad en sí mismo, su egoísmo, su valentía, son cualidades que convierten a Solo en el personaje que muchos quisiéramos ser, algo realmente curioso si tenemos en cuenta que Luke es el "especial". La misma operación la realizan con los dos personajes cómicos de la trama, C3PO y R2D2, inspirados claramente en el robot de 'Metrópolis' de Fritz Lang, y en Stan Laurel y Oliver Hardy (o lo que es lo mismo, el Gordo y el Flaco): caracteres totalmente opuestos, encontrando el equilibrio en la relación que les une. Es en el enfrentamiento de dos caras opuestas donde se encuentras muchas de las claves de la película: la luz y la oscuridad, la eterna lucha entre el bien y el mal, elementos más que clásicos y reconocibles por todo el mundo, una fórmula perfecta y sin posibilidad de fracaso. Por supuesto, el buen hacer de Lucas hizo el resto.

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Una princesa, Carrie Fisher, que servirá para introducir el siempre divertido triángulo amoroso, y la elección de dos malvados de altura, terminaban de rematar la excelente galería de personajes de 'La guerra de las galaxias'. Darth Vader, uno de los villanos más celebrados del celuloide, representa la maldad más absoluta, la oscuridad más tenebrosa de todas, su apariencia está oculta por una temible máscara de la que deducimos que tal vez no sea humano. La voz de James Earl Jones viste impecablemente, y con cierta clase, este fascinante sujeto. Como clase desprende un siempre elegante Peter Cushing dando vida al superior de Vader, Tarkin, a la par que proporciona un toque de nostalgia para todos los aficionados (por cierto que Lucas consideró a Cushing para el papel de Kenobi).

La historia avanza en 'La guerra de las galaxias' gracias a un ritmo perfecto en el que hay dos momentos cumbre: el enfrentamiento entre Kenobi y Vader, y el ataque final a la estrella de la muerte, en el que se produce una gran tensión gracias a su efectivo montaje, preciso y nada que ver con las filigranas de hoy día. 'La guerra de las galaxias' es toda luz, a pesar de lo que nos sugiere el lado tenebroso de la fuerza, y aunque muchos la tildaron en su momento de espectáculo vacío, es en realidad todo un canto al cine como espectáculo, un acto de amor al entretenimiento más digno, con unos efectos visuales necesarios (las batallas en el espacio nunca habían sido tan reales) al total servicio de la historia, y una banda sonora obra de John Williams, ya mítica. Con él George Lucas demostró ser un completo visionario, abriendo nuevos caminos al séptimo arte, dejando en el género fantástico una de las cotas más altas jamás alcanzadas por éste. Había nacido una leyenda y ya nada volvería a ser lo mismo.

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