'Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio', arma de entretenimiento masivo

'Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio', arma de entretenimiento masivo
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Desde el pasado viernes está en nuestras carteleras ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ (‘The Adventures of Tintin’), la esperada adaptación de la obra de Hergé llevada a cabo por Steven Spielberg. Cuenta el célebre realizador estadounidense que tras estrenar ‘En busca del arca perdida’ (‘Raiders and the Lost Ark’, 1981), la crítica francesa enlazaba su película con las aventuras de Tintín. Spielberg no había oído nunca ese nombre (a pesar de ser muy popular en Europa), se puso al día enseguida, quedó cautivado, y tuvo la intención de hacer una película basada en las aventuras creadas por el artista belga. Consiguió los derechos, pero no encontró la manera de trasladar con justicia la magia de las viñetas de Hergé al cine. Unas dos décadas después, Peter Jackson, también admirador del personaje, convence a Spielberg de que la mejor manera de trasladar el cómic a la gran pantalla es con la tecnología de la captura del movimiento (o de la interpretación, que suena mejor); tras una visita al set donde James Cameron planifica el rodaje en 3D de ‘Avatar’, los realizadores deciden que ha llegado la hora del nuevo Tintín. Diversos contratiempos y desacuerdos económicos (los directores exigieron el 30% de las ganancias) retrasaron la producción, pero por el momento la operación es un éxito y ya se habla de la segunda parte, a la espera de que llegue a los cines de EE.UU., donde el personaje no es tan conocido.

Yo he sido fan de Tintín. Lo heredé de mi padre, que me compró todos los volúmenes editados con la esperanza de que me engancharan tanto como a él; así fue, recuerdo que no me cansaba de leerlos, en especial las aventuras que se inician en ‘Los cigarros del faraón’ (cuyo desenlace se encuentra en ‘El loto azul’) y ‘Las siete bolas de cristal’ (concluye en ‘El templo del Sol’). Y en algún momento, creo que al llegar al instituto, dejé a un lado mi colección de Tintín, hoy un adorno en la estantería de mi dormitorio como tantos otros tebeos (‘Mortadelo y Filemón’, ‘Astérix’, ‘Spider-Man’...). Recuerdo más o menos algunas historias, situaciones sueltas, pero lo que no se me olvida es la emoción de abrir un cómic protagonizado por el intrépido reportero creado por Hergé, de adentrarme en un estimulante relato lleno de intriga, acción y humor. Los ingredientes están en la película que ha dirigido Spielberg. Solo que en lugar de realizar una travesía en un sencillo y elegante velero, uno sube a bordo de un gigantesco trasatlántico de última generación. Impresionante, a su manera. Es un lujoso blockbuster animado que pretende asombrar con cada plano, lo que puede provocar cansancio en el espectador, arrastrado a una aparatosa aventura que no da respiro, que no deja tiempo para disfrutar del viaje.

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El guion de ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’, escrito por Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish, toma elementos de tres historias; la que se cita en el subtítulo, su continuación, ‘El tesoro de Rackham el Rojo’, y ‘El cangrejo de las pinzas de oro’ (asimismo hay guiños a otros volúmenes, supongo que con la esperanza de que serán adaptados al cine más adelante). Después de una excelente pieza de animación tradicional que acompaña a los créditos (que hará que más de uno se pregunte por qué no se hizo la película entera de esa forma, en lugar de optar por el “estilo Robert Zemeckis”), el relato nos sitúa en el mercadillo de una plaza pública, donde un artista (el propio Hergé) está haciendo un retrato a Tintin, dando lugar a una graciosa escena donde se compara un simple dibujo del popular personaje con la sofisticada creación “realista” de Weta Digital (de nuevo, más de un espectador se lamentará del camino elegido por el director). Cabe destacar que los personajes son una mezcla entre ambos mundos, intentan parecer verdaderos seres humanos sin despegarse por completo de los rasgos característicos que Hergé dio a cada uno de ellos. Lo mismo pasa con los decorados y los colores, más elaborados y auténticos, pero siempre con las viñetas como referencia.

Tintín (voz y movimientos de Jamie Bell) queda cautivado con la maqueta de un barco que nada más comprar, se la intentan quitar de las manos hasta en dos ocasiones. El muchacho se niega y cuando llega a casa intenta descubrir por qué es tan valioso el objeto que acaba de adquirir; tras una visita a la biblioteca, donde encuentra información sobre el navío, el Unicornio, descubre que alguien ha entrado en su apartamento y ha robado la maqueta. Sin embargo, no se han llevado lo que realmente buscaban, un pequeño pergamino escondido en el mástil, que cayó al suelo tras un incidente de su Fox Terrier, Milú, con un gato siamés (uno de los muchos guiños a otras historias de Hergé, el felino fue presentado en ‘Las siete bolas de cristal’). Con los ineptos detectives Hernández y Fernández (Simon Pegg y Nick Frost) ocupados en atrapar a un ladrón de carteras (Toby Jones), Tintín se enfrenta en solitario (bueno, con la inestimable ayuda de Milú) al misterio del barco, cruzándose con el malvado Sakharine (Daniel Craig). Escapando de sus esbirros, Tintín conoce al borrachín de Haddock (Andy Serkis), descendiente del capitán del Unicornio y clave fundamental para encontrar un formidable tesoro.

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Se entiende lo que han querido hacer Spielberg y Jackson, y funciona en general, es un intenso entretenimiento palomitero, hay momentos extraordinarios (el plano secuencia en Marruecos) y visualmente es una delicia (ese aire a cine negro), pero no se puede evitar el desequilibro habitual de esta clase de mastodónticos proyectos, con un cuidado escrupuloso por detalles irrelevantes (las pecas en el rostro de Tintín) y un descuido incomprensible de la narración, de la coherencia de lo que se está contando. El mayor problema es su necesidad de lucimiento, de convertir cada minuto en algo espectacular (esa escena absurda de Tintín esquivando coches), supongo que por motivos comerciales, dando lugar a veces a situaciones excesivamente recargadas que terminan por resultar agotadoras. El humor facilón e infantil se acepta con resignación, parece inevitable en un producto destinado a todos los públicos, pero no veo necesario que haya tanto diálogo, se habla demasiado. Técnicamente, ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’ está un paso por delante de lo que se ha hecho hasta ahora en el terreno de la captura de movimiento, los personajes se mueven con más naturalidad y no resultan tan fríos, se atisba algo de la humanidad que intentan transmitir los actores. Pero sigue estando lejos de lo que se consigue con un (buen) film de carne y hueso, que es lo que se intenta suplantar.

Spielberg ve a Tintín como un Indiana Jones para niños, sobredimensionado y acelerado gracias a la animación por ordenador (impecable trabajo de Weta), lo que permite crear secuencias que se burlan de las leyes de la física y que resultarían prácticamente imposibles en una película de acción real, al mismo tiempo que se facilita la puesta en escena y la creación de atmósferas; ya no importan las condiciones climáticas ni hay que desplazarse para filmar una ciudad, todo se crea de la nada (también es útil si se va a rodar una serie de películas, no es necesario reunir al mismo reparto). Ahora bien, hay más de Indiana Jones en la música compuesta por John Williams que en el protagonista de ‘El secreto del Unicornio’, eclipsado por cualquier otro personaje que aparezca a su lado, en especial cuando es el divertido Haddock (Serkis vuelve a demostrar su talento siendo el alma de otro ser digital). Tintín no tiene el carisma de Indy, es un individuo aséptico que dependiendo del momento puede ser un muchacho ingenuo y curioso o un James Bond asexuado, no es un personaje definido con una personalidad atractiva, importante error en una película que pretende ser el inicio de una franquicia (claro que es mejor que esa cosa de los años 60). No se siente pasión ni riesgo en el diseño de esta eficaz montaña rusa que quedará obsoleta en unos años. La buena noticia es que no queda mucho para poder ver otro trabajo de Spielberg, 'War Horse', quizá con ésa demuestre que aún sigue siendo uno de los más grandes.

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  • Otra crítica de la película en Blogdecine:

‘Las aventuras de Tintin: El secreto del Unicornio’, a mitad de camino

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