'My Blueberry Nights', tedio resultón

'My Blueberry Nights', tedio resultón
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A muchos sectores entre la crítica cinéfila se les llena la boca cuando hablan del director de procedencia china Wong Kar-Wai. Siguen pasando los años y, personalmente, sigo sin entender, qué tiene este cineasta para que se le endiose de la forma que se está haciendo. Junto con el danés Lars von Trier, me parece una de esas figuras del cine, que por inercia han de alabarse sus obras, independientemente de la calidad de éstas. En cambio, hay una cierta tendencia a crucificar a Steven Spielberg por haber sido responsable de ese mediocre remake de 'La Guerra de los Mundos', obviando la gran cantidad de obras maestras y dignos blockbusters que nos ha ofrecido en los últimos 30 años.

De esta manera, nos encontramos con 'My Blueberry Nights', el salto definitivo de Wong a Hollywood, con todo lo que eso conlleva. En una especie de aleación entre la comedia romántica, el drama y la road movie, desde el primer momento se adivinan las verdaderas intenciones de la película: hacer lo mismo de siempre, pero en lugar de contar con actores orientales, ahora aparecen en escena verdaderas estrellas del cine de los EEUU. Y me atrevo a decir que esa es la auténtica virtud de la película.

Una joven neoyorquina llamada Elizabeth (Norah Jones) echa el rato en una cafetería regentada por Jeremy (Jude Law), y se sincera con él a raíz de su trágico y reciente desamor. En base a esto, decide recorrer el país, de una forma nómada e incierta sin que sepamos en ningún momento sus motivaciones, que con cierta intuición puede tratarse de huir del ambiente que le relaciona con su amor perdido. Sus viajes dan lugar a dos historias totalmente independientes, con Elizabeth como único nexo. Para quien haya visto 'Chungking Express', sabrá que esta premisa argumental ya ha sido utilizada por Wong. Se puede así tomar 'My Blueberry Nights' como una colección de relatos que se hace pasar por novela. Tenemos las conversaciones con Jeremy y Elizabeth, el trabajo de Elizabeth en un pub y un policía alcohólico llamado Arnie como eje central, y por último una chica atractiva, ludópata y compulsiva que viaja a Las Vegas.

Hay que reconocer que la riqueza de temas que se trata en 'My Blueberry Nights' es portentosa, y que el trabajo de Wong como director y guionista es notable, pero la película no termina de funcionar. Tendrá su público, está claro, y habrá gente que el día del estreno irán con impaciencia para recrearse con su intelectualidad, pero es que hay ciertos lastres que contrarrestan claramente las amplias facultades de la cinta.

Para empezar, el estilo preciosista de Christopher Doyle, habitual en otras películas del director, se echa de menos. Más que nada, porque su construcción de ambientes se convierte ahora en algo próximo al videoclip, con planos muy incómodos, en donde resalta más una tendencia voyeurista que virtuosismo con las cámaras, como ocurre, por ejemplo, con esos planos desde fuera de la cafetería. El nulo pulso narrativo, que se ve mermado por gran cantidad de escenas gratuitas, que van más en la sintonía de aprovechar la excelente banda sonora que de aportar algo realmente a la película. En este sentido, la cámara lenta y la voz en off (tanto de Jeremy como de Elizabeth), de las que Wong abusa de una forma insultante, es curiosa al principio, pero luego se convierte en una carga con la que tiene que soportar el espectador el resto del metraje. La supuesta emotividad que debería arrancar ese tipo de secuencias no aparece por ninguna parte, y lo que es peor, llega uno a pensar que se podría haber conseguido el mismo resultado sin esa gama de arbitrariedades técnicas de las que hace gala el director.

My Blueberry Nights

Hay diálogos interesantes, y detalles simpáticos, como el de la tarta de arándanos, que Jeremy ha de tirar cada día porque nadie la consume a pesar de lo buena que está, o el tratamiento que hace del amor, paciente e incondicional. Sin embargo, la verosimilitud está en punto muerto, sobretodo porque la idiosincrasia oriental no encaja ni de lejos en un ambiente típico estadounidense. Incluso la entonación de los personajes cuando hablan, no suena natural y en todo momento somos conscientes de que estamos ante un teatro. Y esto no es culpa del logrado trabajo de los actores. Porque de hecho, los numerosos planos que se otorgan a la debutante Norah Jones (cantante, no actriz) no molestan en absoluto y sabe tomar el peso de la historia con una pose serena y solvente. Hablar de que Jude Law, Rachel Weisz, David Strathairn y Natalie Portman actúan francamente bien es algo previsible, son grandes actores enfrascados en personajes con una forma de ser muy marcada, y eso se nota.

Todo esto viene a que, sobretodo en su nudo, 'My Blueberry Nights' es realmente tediosa. El ritmo pausado de los diálogos y de las situaciones hace pensar que en la película "no pasa nada", aunque no sea del todo cierto. En 'Chungking Express' puede uno percatarse de que el hecho de que se reproduzca hasta 7 veces la canción 'California Dreaming' es más un capricho que una muestra de talento, y lo mismo ocurre con la archiconocida pieza central de 'Deseando Amar'. El uso de la banda sonora es destacable, sí, pero no ayuda en absoluto a dejar que la película avance por sí sola, con fluidez.

'My Blueberry Nights' es la consolidación en la conjetura de que una gran banda sonora y un estilo colorista, minucioso y bello no es ni mucho menos suficiente para ofrecer un resultado final satisfactorio. Y es que Wong Kar Wai lleva años y años olvidándose de lo mismo: hace falta un argumento sólido y un ritmo argumental de garantías, porque si no, nos encontramos con lo mismo de siempre: '2046' es, en muchos aspectos, un complemento perfecto para una siesta más que una película memorable, y en ciertas escenas 'My Blueberry Nights' está muy cerca de ofrecer esa misma impresión al espectador. SPOILER Tampoco nos llegamos a enterar en qué mueve a Elizabeth a escribir postales a Jeremy, ni ese final tan pasional, que es más un pronto repentino que un sentimiento progresivo. FIN SPOILER

Curiosa, sí. Wong Kar Wai hace un cine único con una música única con una fotografía única, sí. Pero poco más. La fuerte presencia de las hermosas Rachel Weisz y Natalie Portman ayudan un poco (sólo un poco) a amenizar este berenjenal, pero todo se desvanece en cuanto llegamos a pensar que, con toda probabilidad, Wong ha llegado a Hollywood para reciclarse sin inventar nada nuevo, a costa de esas masas que le aclaman continuamente.

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