'Paraíso': escalofriante representación del Holocausto

'Paraíso': escalofriante representación del Holocausto

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'Paraíso': escalofriante representación del Holocausto

En ‘Crítica de la cultura y la sociedad’, Theodor Adorno plantea una frase fundamental para el devenir de la creación artística de la segunda mitad del siglo XX y que dura, incluso, hasta la actualidad. Dice el filósofo que "escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie".

Podemos acuñar una doble lectura en el significado de la frase: uno directo, por el que asumimos que se niega la posibilidad del arte tras el Holocausto; y una segunda reflexión, más profunda, que plantea que el arte, cuyo compromiso respecto a la realidad en la que se desarrolla le obliga a responder ante lo incomprensible, tiene que hablar incluso sin destinatario.

El arte después de Auschwitz

El problema del arte tras el Holocausto, en la actualidad, parece superado. No sólo por su relación inseparable de su realidad y la representación y búsqueda de reflexión sobre sus resortes, que son condiciones indisolubles del propio arte, sino, incluso, en la propia representación del Holocausto, que ha tenido una visibilización fundamental y se ha convertido en parte necesaria del imaginario colectivo contemporáneo.

Paraiso 1

En el audiovisual, en concreto, son muchos los ejemplos que podemos citar, tanto en torno a la reflexión sobre el fenómeno Auschwitz como en la simple muestra documental de los hechos. Incluso a los negacionistas del Holocausto se les dedicó una película que narra el juicio real de la profesora de Historia Deborah Lipstad frente a David Irving.

Muchas películas se han dedicado a difundir lo ocurrido en torno al indescriptible hecho, el más terrible de nuestra historia reciente, en diversos tonos: el patetismo más descarnado de ‘El pianista’, la búsqueda de la moral perdida de 'El hijo de Saúl', la visión heroica de ‘La lista de Schindler’, el optimismo vitalista de ‘La vida es bella’ o el asepticismo de 'Kapò'.

Es en la más antigua de las citadas donde más se acerca la representación por la que aboga ‘Paraíso’, multipremiado film de Andrei Konchalovsky que recupera la altura de su etapa soviética. Ganador del León de Plata a la mejor dirección en la 73 Mostra de Venecia y Premio del Jurado Joven en el Festival de Gijón, el film busca una nueva lectura de la desgracia del Holocausto.

La representación de la barbarie

Paraiso 2

A pesar de que el tema puede resultar incluso manido, incluso teniendo en cuenta su necesidad, Konchalovsky aporta una mirada reflexiva y trascendente sobre éste. Su trío de protagonistas lo conforman Olga -Yuliya Vysotskaya-, aristócrata rusa en París que refugia a dos niños judíos, Helmut -Christian Clauss-, alto oficial de las SS, y Jules -Philippe Duquesne-, diplomático francés y colaborador de la Gestapo.

La estructura narrativa de ‘Paraíso’ se convierte en una de sus virtudes nada más comenzar el metraje. Durante toda la película se entremezclan entrevistas a los tres protagonistas con sus acciones, combinando una especie de formato documental o reportaje de entrevista con las imágenes que desarrollan la historia.

Este formato aporta una pausa que se convierte en fundamental, y dota de la calma necesaria a la narración de la barbarie. Porque ‘Paraíso’ no se recrea ni busca florituras de ningún tipo en la representación de ésta, sino que ofrece una mirada aséptica y lejana. Su tono frío, sumado a su sobrio apartado formal, convierte a la propuesta en una pieza tan descriptiva como le es posible.

'Paraíso': la mirada aséptica como única posible

Paradise 2

Parece que el interés de Konchalovsky no está en el sentimentalismo de ningún tipo, ni tampoco en la expresión del horror en su máximo grado. Es, más bien, la dificultad de narrar sin destinatario la que dota a la película de su sentido más complejo: su forma plana y áspera contribuye a la creación de una contemplación ajena que nos hace conscientes del propio horror, sin necesidad de explicitarlo.

La austeridad de ‘Paraíso’ también recae en lo técnico, donde brilla el blanco y negro, el cuatro tercios y una planificación lenta en la que abunda la cámara fija y se reniega de angulaciones de ningún tipo. La construcción y composición de las imágenes del film ayudan a conformar una sensación de claustrofobia constante, de inquietud ante la calma, ante una aspiración casi documental.

El tratamiento de la barbarie se realiza desde el respeto, pero también desde la frialdad. La cinta viaja en la delgada línea del escalofrío y la náusea, y la sensación aumenta conforme avanza la historia. La desazón del espectador, que asiste a crueldad de los nazis más refinados y su Solución Final, encuentra en el catártico desenlace cierta tranquilidad, cierta calma.

‘Paraíso’ aboga por la única forma en la que parece posible la representación del Holocausto. Renegando de dramatizaciones y golpes de efecto, Konchalovsky conforma una mirada que, desde el respeto, insta al recordatorio incómodo de la mayor desgracia de nuestro pasado reciente.

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