'Priscilla' es una lección de clase y buen gusto de una Sofia Coppola que evita demonizar a Elvis Presley para centrarse en la tragedia de ser esposa del rey del rock

'Priscilla' es una lección de clase y buen gusto de una Sofia Coppola que evita demonizar a Elvis Presley para centrarse en la tragedia de ser esposa del rey del rock

Jacob Elordi ofrece una visión muy distinta del cantante que el biopic 'Elvis', pero no incompatible

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Se estrena por fin ‘Priscilla’ una de las películas más esperadas del año que, de forma irónica, nos llega en San Valentín. El último trabajo de Sofia Coppola sigue confirmando por qué es una de las directoras más reconocidas y aclamadas del cine contemporáneo. Nominada a varios premios, entre ellos el Globo de Oro a la mejor actriz principal y Drama o la Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia, le precede también un pequeño éxito comercial, recaudando más de 28 millones de dólares en todo el mundo.

Una adaptación de las memorias de Priscilla Beaulieu Presley, la ex esposa de Elvis Presley, que supone la segunda mirada a la vida del rey del rock'n'roll en poco más de un año, tras el estruendoso biopic de Baz Luhrmann. Este claramente está más centrado en la historia de amor desde que la actriz conoce al cantante en una fiesta en Alemania, cuando ella tenía solo 14 años, hasta su divorcio en 1973, después de una tumultuosa relación marcada por el éxito, las drogas y la infidelidad.

Coppola ha elegido a Cailee Spaeny como Priscilla y el mediático Jacob Elordi como Elvis, sin embargo no hay canciones del rey por impedimento de la familia, por lo que el apartado musical está a cargo de Phoenix, la banda del esposo de Coppola, Thomas Mars, quien crea una convincente mezcla de canciones originales y versiones de clásicos del rock que retratan el mundo de la adolescente sin la influencia del astro, separando más su sensación de encierro.

Al contrario de lo que se podría esperar, la película no pretende idealizar ni demonizar a Elvis, porque sencillamente, no trata sobre él. Por supuesto, su presencia (física o no) marca todos los pulsos de la narración, pero Coppola es consciente de que su objetivo es ofrecer un retrato sensible y, por qué no, estilizado de la vida de Priscilla, y lo que significa tener todo y nada al mismo tiempo, encajando los hechos en sus obsesiones como directora con un gusto y cuidado exquisitos.

En la prisión del rock y el lujo

La autora parece haber nacido para contar la historia de una mujer atrapada entre el glamour y la soledad, ya que su historia encaja como un guante en todas las obsesiones de su filmografía, el retrato adolescente lánguido de ‘Las vírgenes suicidas’, el encierro subjetivo de una esposa aburrida en ‘Lost in traslation’, el confinamiento con todo el lujo de ‘Maria Antonieta’ y el encierro de ‘The Beguiled’ parecen anticipar el día a día de una joven limitada a cuatro paredes por su propio amor.

La fotografía de Philippe Le Sourd capta con elegancia los contrastes entre la luminosidad de los escenarios públicos y la oscuridad del interior de Graceland, perfecto para alejar el relato de la imagen conocida desde la cultura pop para acercarnos desde una mirada contemporánea y dejar salir la vida de contradicciones de una relación, que parece un cuento de hadas y una condena, marcada por el carisma y la falta de empatía de Elvis, que somete a un constante escrutinio y control a su mujer, respetándola “de forma cristiana” y al mismo tiempo anulándola sexualmente, usándola como una mariposa dentro de una vitrina.

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Coppola retrata con una sensibilidad tremenda el proceso de maduración de Priscilla, respetando su amor y sentimientos puros a la figura del cantante, pero dejando muchos temas en el aire sin necesidad de verbalizarlos. ‘Priscilla’ es una película extremadamente sutil, que genera conversación y apela al sentido común reflejando entornos que se convierten en hostiles por extrañamiento, convenciones arcaicas que no encajan en un desarrollo sano y la problemática de la diferencia de edad por la facilidad para manipular a una mente adolescente llena de sueños, hormonas y romanticismo avivado por la figura icónica de su marido.

Un retrato sutil de la influencia tóxica en pareja

La realidad cotidiana del rey del rock como persona pública, siempre acompañado de sus amigos, incapaz de compartir momentos con su mujer sin ellos, la representación de comportamientos gregarios masculinos, la afición por las armas, el influjo de la cultura americana, la religión… Coppola dibuja una sociedad culpable de muchos comportamientos de un Elvis vulnerable, ingenuo, tosco y con una representación muy sutil de las diferencias de clase que el dinero no puede solucionar.

Todo ello cae sobre la mirada anhelante de Spaeny, que va mostrando su evolución desde la inocente adolescente que se enamora perdidamente hasta la mujer madura que busca su propia voz, transmitiendo desde la angustia y aburrimiento hasta su determinación para salir del ambiente tóxico al que le llevó su amor incondicional, rompiendo con las cadenas de la idolatría y la dependencia que tan delicadamente moldea la película en su primera mitad.

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Coppola lleva a su terreno estético una historia melancólica, su dibujo vaporoso y lleno de glamour de una tragedia a cámara lenta la certifica como una observadora empática incapaz de un biopic convencional. ‘Priscilla’ es una exploración poética de un matrimonio idílico lleno de veneno, donde hasta la música o el vestuario se hacen anacrónicos, buscando la deslocalización brillante para conectar con la perspectiva actual y los elementos más problemáticos de la relación sin necesidad de sacudir el mantel y llenar todo de indicaciones ideológicas.

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