'Rush', la mejor película de Ron Howard

'Rush', la mejor película de Ron Howard
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Nunca he sido un gran seguidor del cine de Ron Howard, ya que es cierto que ha demostrado cierta facilidad para abordar temáticas de lo más diversas, pero nunca ha conseguido que ninguna de sus películas me interesara más allá de considerarla como una forma aceptable de combatir lo que parecía que iban a ser un par de horas de aburrimiento. De hecho, ‘The Paper’ (1994) fue durante bastantes años mi trabajo favorito suyo, pero a duras penas recuerdo algo de lo que sucedía y aún menos cualquier detalle sobre su trabajo de puesta en escena.

Sin embargo, en 2008 estrenaba ‘El desafío: Frost contra Nixon’ (‘Frost/Nixon), acercamiento a la emblemática relación entre el periodista David Frost y Richard Nixon cuando este último aceptó ser entrevistado por el primero, siendo la primera vez que el segundo hacía declaraciones tras su dimisión como presidente de los Estados Unidos. No era una película ni mucho menos perfecta, pero sí que tenía varias escenas apasionantes y unas grandes actuaciones de sus dos protagonistas. Todo indicaba que con ‘Rush’ (2013) iba a repetir esa fórmula –mismo guionista, historia con similitudes y basada en hechos reales, etc.—, pero el resultado es incluso más satisfactorio, convirtiéndose así en la mejor película de Ron Howard hasta la fecha.

Dos rivales contrapuestos

Los protagonistas de la película

El antagonismo entre héroe y villano es una de las claves de muchos relatos, pero es bastante habitual que se recurra a describir al segundo como alguien muy similar al héroe —su mentor, su mejor amigo, su padre, etc.— que en algún momento se desvío de la senda correcta. No tengo nada en contra de esa tendencia, pero encuentro mucho más estimulante la opción de que sean como la noche y el día y que su único auténtico punto de encuentro sea la necesidad de conseguir lo mismo. Eso sí, luego hay que desarrollarlo bien y tampoco hace falta que uno represente a las fuerzas del bien y otro a las del mal. Esto es lo que sucede en el caso de ‘Rush’ y le sienta de fábula.

El guión de Peter Morgan, que ya escribió ‘El desafío: Frost contra Nixon’ y también una interesante e inusual especie de trilogía centrada en la figura de Tony Blair, vuelve a prestar su talento y manías a Ron Howard, y lo cierto es que no hay grandes sorpresas en su libreto, ya que sigue la tónica habitual de lo que nos ha venido demostrando hasta ahora: Un retrato certero de sus dos protagonistas y la relación entre ellos, cierto desinterés en los secundarios, cuya importancia prácticamente se limita a dar más matices a uno de los personajes principales. El bagaje es que da lo mejor de sí mismo cuando Chris Hemsworth y Daniel Brühl comparten escena, pero hay evidentes bajones de interés cuando cada uno va por su lado.

Sin embargo, estos bajones son menos graves de lo que me esperaba gracias al notable trabajo de sus dos protagonistas y el sabio manejo de Morgan para ir saltando de un punto de vista a otro, algo loable, ya que lo más sencillo habría sido optar por priorizar al personaje de Hemsworth y villanizar en exceso al de Brühl. No es que no se transmita esa ocasión en determinados momentos —y a veces molesta al asociar el ser tener una mente brillante y ser calculador con poco menos que ser malvado—, ya que la simpatía y aperturismo de Peter James Hunt choca de frente con el carácter reservado y más cerebral de Niki Lauda. La chulería de ambos ya se daba por sentado y lo mejor es que es que ‘Rush’ da lo mejor de sí misma a nivel argumental e interpretativo cuando todo parece reducirse a la confrontación del ego de ambos.

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La victoria por encima de todo

Daniel Brühl es Niki Lauda

Recuerdo que una de las primeras cosas que hice al anunciarse el proyecto fue acudir a la wikipedia para saber lo que pasó en la rivalidad entre Hunt y Lauda durante 1976, pero afortunadamente había olvidado por completo lo sucedido cuando me dispuse a ver ‘Rush’. Digo esto porque conocer de antemano el resultado se carga la emoción que consigue transmitirnos Ron Howard a través de su efectivo, vistoso y para nada excesivo —y eso es todo un logro teniendo en cuenta que ha de mostrar varios accidentes— retrato de una carrera de Fórmula 1, un deporte que cada vez más está evolucionando hacia una peligrosa sensación de rutina.

Uno de mis grandes problemas con el cine de Ron Howard es que su trabajo de puesta en escena siempre me ha dado la sensación de ser excesivamente impersonal, no teniendo él ningún problema en abrazarlo directamente o en apostar por una molesta corrección que impedía que la película llegase a despegar. Aquí eso sólo sucede de forma parcial —hay situaciones en las que se echa totalmente hacia atrás y deja que sean Hemsworth y Brühl los que realmente brillen—, ya que resulta muy agradable ver cómo por un lado recurre a ciertos excesos —desnudos, gore realista, etc.— y por otro se ayuda del montaje para ir aumentando la emoción en las carreras hasta rozar la épica en el último gran premio.

De hecho, los detalles formales menos logrados —algo excesiva la utilización de la voz en off— seguramente sean heredados del libreto de Morgan, ya que, sin ser del todo brillante, Howard demuestra lo buen director que puede ser en ‘Rush’. Con todo, siguen siendo Hemsworth y Brühl las auténticas estrellas, aunque justo es reconocer que el trabajo del segundo está por encima del de Thor. Su convincente transformación física, el muy efectivo cambio de su tono voz para asemejarse más a la de Niki Lauda y la ya sabida superioridad de talento interpretativo decantan la balanza a su favor, aunque eso no quiere decir que Chris Hemsworth esté mal o sea desbordado en los momentos que saltan chispas entre ambos, pues soluciona con nota la papeleta gracias a que Hunt es más pasional y Lauda más cerebral.

Chris Hemsworth es James Hunt

Decir que ‘Rush’ es la mejor película de Ron Howard tampoco es decir mucho viniendo de mí, pero sí que es una propuesta suficientemente estimulante en todos sus frentes como para poder ser más benévolo con sus evidentes defectos. Tampoco creo que vaya a pasar a la historia y lo más seguro es que caiga en un olvido más o menos pronunciado dentro de no más de cinco años, pero entonces será uno de esos muchos títulos que sin ser brillantes merecen ser reivindicados, así que mejor hacerlo directamente desde ya mismo.

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