'The Sadness': un depravado delirio ultraviolento made in Taiwan edificado sobre unos cimientos tan endebles como el morbo y la polémica

'The Sadness': un depravado delirio ultraviolento made in Taiwan edificado sobre unos cimientos tan endebles como el morbo y la polémica

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Vivimos en un mundo en el que la producción audiovisual es más extensa y variada que nunca. A los títulos destinados a salas de cine debemos sumar la infinidad de producciones —tanto en forma de largometraje como de serie— destinadas a las cada vez más numerosas plataformas de streaming; y bajo este panorama en el que reina la saturación, se antoja cada vez más complicado llamar la atención.

De no contar con un director de renombre o con un reparto lo suficientemente conocido, las únicas opciones de una película para atraer al público y ocupar la conversación en redes pasan por hacer gala de una calidad e ingenio muy por encima de la media —y ahí están casos como el de la excelente ‘El hoyo’ como ejemplo—, o por apostar plenamente por el morbo y la controversia.

El caso de ‘The Sadness’, aún inédita en nuestro país, se ajusta perfectamente a este último planteamiento. El debut en el largometraje del realizador canadiense Rob Jabbaz, producido en Taiwán, se convirtió en uno de los fenómeno festivaleros de 2021 tras su paso por certámenes como Sitges o el Fantastic Fest, donde puso patas arriba patios de butacas —y estómagos— con su provocador, irregular y hueco desmadre pandémico ultraviolento.

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Los primeros y muy acertados compases de ‘The Sadness’ recuerdan a algunas de las obras más depravadas de la conocida como “Categoría III” hongkonesa y a las orgías de excesos homicidas y sexuales que se representaban de forma explícita en delirios como ‘Ebola Syndrome’, ‘Doctor Lamb’ o ‘Daughter of Darkness’; extrayendo oro de una premisa en la que un virus convierte a la población en psicópatas sin ningún tipo de filtro moral.

Partiendo de este planteamiento, Jabbaz pone en marcha el relato con una admirable concisión, planteando un conflicto básico pero tremendamente efectivo que separa a su pareja protagonista en medio del caos, e hilando una trama de supervivencia igualmente sencilla pero que se enriquece de una gestión de la tensión y el suspense encomiable.

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A esto debe sumarse una factura técnica y formal más que decente, que se sirve de la fotografía de Jie-Li Bai para hacer relucir como merece a la gran estrella y principal reclamo de la función. No me refiero a la actriz Regina Lei, sino a unos efectos prácticos que bombardean al respetable con mutilaciones, asesinatos y salvajadas varias aderezadas con litros y litros de hemoglobina artificial.

Pero con todas estas cartas sobre la mesa, las pulsaciones disparadas debido a la tensión no tardan en descender progresivamente mientras el conjunto se deshincha debido a tres factores principales; siendo el primero de ellos una narrativa que vira de la simplicidad a la reiteración, que salpimenta su último tramo con una innecesaria dosis de tediosa exposición oral y que, en última instancia, sólo se ve sostenida por la sucesión de escenas violentas.

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Este cariz repetitivo termina minando la capacidad de impacto de ‘The Sadness’. Arrancar con un infectado derritiéndole la cara a su víctima con una freidora puede parecer óptimo, pero deja poco margen al crescendo; especialmente para un público potencial que, probablemente, esté curado de espanto. Si a esto le sumamos que emplea recursos tan rancios para aumentar el “shock value” como la violencia sexual —en 2022 está un poco desfasado —, y un tono que vira entre la sobriedad y el splatter más festivo, la decepción termina siendo inevitable.

Aunque ‘The Sadness’ se esfuerce en maquillar su condición de “película impacto” con un discurso velado menos afilado de lo necesario, no deja de ser una muestra de cómo el hype festivalero y la polémica pueden alimentar un producto simplemente aceptable. No cabe duda de que encontrará su público si algún día llega a distribuirse en nuestras tierras —con suerte en su versión íntegra—, pero a estas alturas de la película, necesito algo más que una galería de cafradas para estimularme en una sala de cine.

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