'La purga infinita' es la entrega más política y salvaje de una saga que siempre elige la mejor solución: dar lo que promete

'La purga infinita' es la entrega más política y salvaje de una saga que siempre elige la mejor solución: dar lo que promete

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'La purga infinita' es la entrega más política y salvaje de una saga que siempre elige la mejor solución: dar lo que promete

Pocas cosas hay tan satisfactorias en esta vida, al menos en lo que respecta al ámbito cinematográfico, que entrar a una sala de proyección a ver un largometraje con una serie de expectativas y que este termine dándote, punto por punto, todo lo que esperabas de él. Una experiencia tan atípica como placentera, que casi se transforma en éxtasis cuando se extiende a una saga que cumple a rajatabla entrega tras entrega.

El caso de 'La purga', sobre todo a partir de su segunda parte, subtitulada 'Anarchy', es un muy buen ejemplo de esto. Tras una modesta primera piedra, que embotelló su interesantísimo punto de partida exprimiendo hasta la última gota de sus recursos —la producción costó tres millones de dólares—, la franquicia capitaneada por James DeMonaco ha ido deleitando a los paladares más afines a ella con una buena dosis de sátira política de brocha gorda, violencia y un sabor añejo, palpable hasta en su mirada al pasado en 'La primera purga'.

Ocho años después del pistoletazo de salida con 'La noche de las bestias', con DeMonaco de nuevo haciendo labores de guionista, Everardo Gout firma 'La purga infinita'; una evolución —aunque, tal vez, no revolución— lógica y muy necesaria de lo visto hasta el momento, que condensa toda la esencia marca de la casa en la hora y media más cafre, reivindicativa —a su manera— y divertida de la pentalogía.

América, fuck yeah!

Tras un título original traducido en otro gran éxito de la factoría Blumhouse, dos secuelas que explotaron todo el potencial de la idea original y que nos reglaron al genial antihéroe interpretado por Frank Grillo, y una precuela que compensó la falta de frescor con un sentido de la oportunidad y un subtexto intachables, lo único que le quedaba a 'La purga' era adaptarse a eso de "renovarse o morir" y salpimentar la fórmula habitual con alguna que otra novedad que ayudase a esquivar la monotonía.

Acostumbados sobradamente al esquema de noche de purga con sirenas que salvan la papeleta en el último momento —o no—, a DeMonaco se le ha ocurrido extender la masacre más allá de lo permitido legalmente con una jugada narrativa que, si bien no pone patas arriba el universo de 'La purga', funciona a las mil maravillas al permitir potenciar el caos y el calado temático y conceptual de sus predecesoras.

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Una vez más, la saga nos brinda un curioso cóctel a medio camino entre el thriller, la acción más pura, y el terror —me sigue fascinando que haya jumpscares en una producción marcada por las ensaladas de tiros—, envuelto por un halo de distopía y un espíritu que evoca sin vergüenza alguna a la serie B de hace cuatro décadas. Un imperfecto festival que brilla gracias a su falta de complejos y que extrae oro de sus 18 millones de presupuesto.

Esta inyección de cinco millones extra respecto al coste de 'La primera purga' ha servido a Gout para aumentar la escala de la acción; ya no sólo en lo que a las setpieces se refiere —con más destrucción, explosiones y pilas de cadáveres que nunca—, sino en términos geográficos. Ahora la acción no se limita a una ciudad o a un barrio concretos; el sur de los Estados Unidos es un campo de batalla retratado con nervio y solvencia, aunque sin alardes estilísticos de ningún tipo y con algunos patinazos puntuales —esos errores de continuidad— que restan enteros a un acabado simplemente funcional.

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Igualmente prácticos son un puñado de personajes al servicio del guión que aglutinan clichés y disparates varios en su concepción, pero que cumplen su función con creces; actuando como herramientas para llevar en volandas al verdadero reclamo del filme: un discurso sociopolítico que navega entre las aguas del sarcasmo más cínico y la crítica al uso, tan sutil como una bofetada en la cara a mano abierta —lo cual es muy necesario en tiempos de discursos calculados y eufemismos mediáticos—.

Una vez más, 'La purga' vela entre su colección de horrores homicidas una diatriba sobre la lucha de clases que, en esta ocasión, apunta directamente al conflicto racial y a la frontera mexicana con una historia claramente influenciada por las políticas del "America First" y el muro de hormigón de la administración Trump. Otra llamada de atención frente al auge del Alt-Right en el país de las barras y estrellas que no teme al mostrar cómo se ejecutan periodistas al grito de "Fake news!" y que encierra una temible veracidad entre sus exabruptos catastrofistas.

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Muchos pensábamos que 'La purga infinita' —probablemente, la mejor de las cinco cintas de la franquicia— marcaría el punto y final en el horror antiutópico de los Nuevos Padres Fundadores; pero recientemente se ha anunciado que una sexta parte en clave internacional ya está en marcha; lo cual, lejos de antojarse como una decisión cogida por los pelos, tiene todo el sentido del mundo a juzgar por el estado de un planeta en el que el odio está a la orden del día. Suerte que siempre nos quedará el cine para purgarlo durante un par de horas.

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