No es por ánimo de revivir traumas, pero la verdad es que hemos dejado atrás muy rápido el impacto que supuso encerrarnos por la pandemia. Un cúmulo de incertidumbre y de miedos ante una amenaza invisible que teníamos que procesar en nuestros diminutos apartamentos sin que nuestra mente derivase en la más absoluta locura. Por decirlo suave, vaya movida el 2020.
Irónicamente, una de las mejores películas de aquel año que consiguió reflejar en cierta manera aquella experiencia se estrenó poco antes de que estallase la propagación del COVID-19. Lo hace desde el marco del terror y la fantasía, así que su exagerado relato puede no parecer muy representativo, pero emocionalmente fue bastante auténtico lo que se vivía en 'El faro'.
En la fálica montaña de la locura
La desafiante y demencial obra de Robert Eggers (su mejor obra hasta la fecha si me preguntáis) es una de las más impresionantes que podemos encontrar en el género de terror de los últimos años. No tanto por el miedo que llega a causar sino por la arrebatadora experiencia que viven los personajes de Robert Pattinson y Willen Dafoe y que ya se puede ver en streaming a través de Netflix.
Pattinson interpreta a un joven hombre que acepta un trabajo de guardián en un faro en una isla de Nueva Inglaterra, en el año 1890. Sus tareas de mantenimiento le serán enseñadas por un veterano farero al que da vida Dafoe, aunque este no para de asignarle los encargos más ingratos y le fastidia de diferentes maneras. En principio les toca compartir juntos este trabajo durante cuatro semanas, pero el temporal imprevisto les hará prolongar la estancia hasta que llegue su relevo.
Esta prolongada situación enrarecerá aún más una relación ya tensa, que va derivando en la más absoluta locura y disociación de la realidad. Eggers toma buena inspiración de relatos folklóricos, de cuentos marítimos y hasta sobrenaturales, para hacer su propio infierno en la tierra (isleña) para dos personajes atrapados hasta por la relación de aspecto prácticamente cuadrada de la película, que busca realzar las influencias expresionistas de la película.
'El faro': un infierno cuadrado lleno de pedos
El duelo interpretativo de Dafoe y Pattinson es absolutamente glorioso, desatando manías y pulsiones sexuales de manera que retratan los peores comportamientos humanos. Eggers sabe dirigir a ambos intérpretes para que den dos interpretaciones intensas, aunque cargadas también de humor escatológico que choca con la impresión superficial de película muy seria y compungida. Las referencias a la represión sexual son constantes y hasta hilarantes, especialmente al señalar la naturaleza fálica del faro. Hay hasta bromas de pedos que no alejan demasiado a la película de ser una comedia sobre compañeros de piso.
Pero lo más significativo de 'El faro' es cómo consigue reflejar esa sensación de estar demasiado tiempo encerrado, tanto de manera literal como en tus propios pensamientos. La sensación de no poder salir nunca, el resentimiento que puedes volcar en la persona más próxima a ti, incluso un ligero toque de alucinación. Mecanismos cerebrales complejos que aquí se vuelven sensaciones primarias, lo que Eggers aprovecha para hacer una experiencia sin igual.
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