Estrenada en el año 2000, 'Snatch: cerdos y diamantes' fue la segunda incursión de Guy Ritchie en el cine criminal británico. Con ella, no solo confirmó que lo suyo no había sido un golpe de suerte, sino que además fijó un estilo propio, con un ritmo endiablado, un montaje eléctrico, diálogos afilados y un reparto coral en estado de gracia.
Todos estos ingredientes la convirtieron en una experiencia tan divertida como caótica. Porque da igual cuántas veces la hayas visto, siempre habrá un chiste que nos hará reír o un cruce de personajes que nos sorprenderá. Es una película que combina violencia, humor y carisma sin tomarse demasiado en serio, y una apuesta infalible.
El atraco se descontrola un poco
Todo arranca con un diamante enorme robado en Amberes, que acaba recorriendo los bajos fondos de Londres por caer en las manos equivocadas. A partir de ahí, la película se convierte en un puzzle donde las piezas entran y salen, con boxeadores, mafiosos rusos, promotores de peleas ilegales y delincuentes cuyas ambiciones siempre superan a su inteligencia.
Aquí tenemos al Ritchie más reconocible, que nos deja una narración fragmentada, personajes con una voz en off y una puesta en escena que convierte el caos en un espectáculo. Cada escena está diseñada para hacer avanzar la trama y, al mismo tiempo, dejar una huella memorable, ya sea por un gag visual, una línea de diálogo o un estallido de violencia inesperado.
También incluye a un Brad Pitt roba escenas con un acento indescifrable, a un Benicio del Toro convertido en una fuerza imprevisible, a un Jason Statham consagrándose como icono del cine criminal y a otros secundarios que parecen salidos de una caricatura. Todos juegan a lo mismo: exagerar sin que se salga del tono.
Por eso, 'Snatch: cerdos y diamantes' siempre es una opción increíble para ver si se presenta la oportunidad. Y especialmente ahora tenemos la excusa ideal, porque abandona el catálogo de Netflix el 31 de diciembre.
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