'La venganza de los Sith', ejemplar cierre a una trilogía innecesaria

'La venganza de los Sith', ejemplar cierre a una trilogía innecesaria
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Que George Lucas debió volver antes a su saga galáctica es algo que todos sabemos. Que su obsesión por los avances tecnológicos hunden en parte esta nueva trilogía es algo que además de saberlo nos molesta profundamente, hasta el punto de que ahora tememos todos los proyectos en los que se mete el director de ‘American Graffiti’. Al final, con el paso del tiempo (ese gran amigo y a la vez enemigo del cine y del arte en general) nos hace ver que las cosas no son tan pésimas como las pintaron en el momento del estreno de las tres nuevas películas de la saga. Y de ello sale beneficiada ‘La venganza de los Sith’, sin duda el film más arriesgado de todos por dos razones de peso: el tener que encajarlo todo con la trilogía antigua, y por eso mismo tener que cerrar el film con un mal final, argumentalmente hablando, en el que los malos de la función terminen reinando por toda la galaxia.

‘La venganza de los Sith’ narra el final de las guerras clon (las cuales son mostradas ahora en ‘Star Wars: The Clone Wars’, el intento animado del señor Lucas por acercarse de nuevo a su juguete favorito, y que está recibiendo palos por todos lados). Anakin y Obi-Wan siguen siendo maestro y alumno, aunque éste último empieza a codearse demasiado con el Canciller Palpatine, que todos sabemos como se las gasta, y que empieza a meter ideas extrañas en la cabeza de nuestro querido Skywalker. Mientras tanto, Padme está embarazada, y Anakin sólo piensa en protegerla, por lo que llegará a un acuerdo con el Canciller que traerá terribles consecuencias para los jedi.

En ‘La venganza de los Sith’ todo es claramente superior a los dos films previos y rivaliza duramente con la trilogía original. De hecho, creo que este film es superior a ‘El retorno del jedi’, quedando como la tercera mejor entrega de toda la saga. Una película oscura, mucho más equilibrada en cuanto a efectos visuales al servicio de lo narrado, y muchísimo menos complaciente con el espectador, que presencia el casi total exterminio de los jedi, de las formas más terribles y traicioneras, y sólo le queda la esperanza, nunca mejor dicho, de saber que todo tiene su continuación en unos antiguos episodios, ya míticos, que devuelven la paz al universo Star Wars. Y es precisamente con ese recuerdo con el que juega Lucas a la hora de servirnos un film que a narices tiene que tener un mal final (en realidad es un buen final, el único final posible), y se atreve a cosas que en ninguna otra entrega de la saga se ha atrevido. Sirva como apunte al respecto la orden que el Canciller le da a Anakin de acabar con los alumnos de la escuela jedi. Sólo de sugerirlo la escena provoca escalofríos.

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Da la sensación de que Lucas se ha entrenado con ‘La amenaza fantasma’ y ‘El ataque de los clones’ para que las cosas le salieran como era debido en ‘La venganza de los Sith’. Los personajes están mucho mejor dibujados, e incluso interpretados, el conflicto de los mismos mucho mejor expuesto. Y aunque Hayden Christensen sigue siendo una especie de pegote guaperas con berrinche de crío maleducado, hay que reconocer que el actor está bastante mejor que en el film anterior por mucho que en ciertos instantes dé la sensación de que se limita a recitar sus frases mecánicamente. Quien se luce como nunca es Ian McDiarmind, quien demuestra pasárselo en grande con su personaje, el malévolo Canciller Palpatine, cuya doble moral es una de las piedras angulares de la trama. Sus conversaciones con Anakin son de los mejor del film, siendo la más representativa aquella que tiene lugar en una especie de teatro durante una representación donde lo sugerido en boca del Canciller revela drásticos acontecimientos, haciéndonos incluso prever lo que está por venir. La sutileza es una de las armas de Lucas, y no sólo en la escena comentada. Atención al instante en el que Padme (una Natalie Portman interiorizando mucho mejor sus sentimientos) y Anakin se “miran” en la distancia. Un instante poderoso, de una extraña y casi lírica belleza, que muestra muy bien la calma que precede a la tormenta, vestido de maravilla por el score de John Williams inspirado.

‘La venganza de los Sith’ gana la batalla, por así decirlo, en sus momentos íntimos, y los espectaculares resultan un poco fríos, una vez más sin pasión. Aunque hay que aceptar que escenas como la que abre el film son todo un deleite para los sentidos, una batalla espacial magistralmente mostrada, que culmina con el rescate de Palpatine de las garras del Conde Dooku, demasiado estirado. Como estirado es todo ese trozo de Obi-Wan (un Ewan McGregor no demasiado entregado) intentado dar caza al General Grievous, nuevo e insípido personaje que parece un mal remedo de Darth Vader. Un importante bajón de ritmo, e incluso de interés, que impide que ‘La venganza de los Sith’ sea la obra maestra que merecería ser.

Aún así estamos ante un film altamente disfrutable, con personajes ricos en matices y una historia mucho mejor hilvanada que en otras ocasiones. El atractivo no está en sus escenas de acción, en las que a los jedi les dan hasta en el carné de identidad, si no en sus momentos más calmados, en las miradas de preocupación de nuestros héroes, o en el instante más esperado de la trilogía: la aparición de Darth Vader, en la que reencontrarse con la voz de James Earl Jones es todo un goce. Los instantes finales, con el reparto de dos hermanos gemelos recién nacidos, son el perfecto cierre para una película espléndida que gana en cada nuevo visionado. Tío Owen con su mujer y el pequeño Luke mirando al horizonte, en un atardecer iluminado por varios soles es una de esas escenas que no se pueden olvidar.

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