'300: El origen de un imperio', épica a hostias

'300: El origen de un imperio', épica a hostias
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Será una afirmación sobre la que ya abundaré todo lo necesario cuando llegue el momento en el especial de cómic en cine pero, en breves titulares, considero que '300' (id, Zack Snyder, 2006) es una de las mejores traslaciones que se han llevado a cabo desde las páginas de un tebeo a la gran pantalla, siendo ahí la palabra clave la de traslación —que no es lo mismo que una adaptación, algo que ya aclararé en dicho especial—: original, enérgica, testosterónica y adrenalínica, la cinta firmada por Snyder sobre la novela gráfica de Frank Miller es una de esas películas que nunca importa volver a ver.

Dudo mucho que, pasados ocho años desde hoy, podamos decir lo mismo de '300: El origen de un imperio' ('300: Rise of an Empire', Noam Murro, 2014), una cinta que llega tarde —y no ya porque se atrasara su fecha de estreno, sino porque casi una década entre original y secuela es mucho tiempo— y que por mucho que, con matices, mi compañero Mikel afirme que es "más de lo mismo" que su predecesora, no le llega a la altura del betún a la misma en muchos aspectos sobre los que destaca uno en particular: el muy diferente manejo de la épica que hacen ambos filmes.

Mucho ruido y poca épica

300 origen 1

Puede que esta afirmación sorprenda a más de uno cuando, a todas luces, el alcance de lo que nos cuenta esta precuela-secuela es bastante más amplio de lo que podíamos ver en la cinta de Snyder; más que nada porque lo que allí eran 300 espartanos enfrentándose a las hordas de Jerjes en el reducido entorno de las Termópilas, aquí son algunos griegos más a bordo de barcos haciendo frente a la innumerable armada persa en unas secuencias de combates marítimos que, supuestamente, deberían haber dejado en ridículo a cualquier cinta bélica o de aventuras en la que se hayan visto batallas navales.

Pero eso no es del todo cierto, y si bien la cinta gana algo en espectacularidad visual por la obligada ampliación de lo que debe narrarse, pierde, y mucho, en una épica que pasa de ser la precisa para mantener al público atado a su butaca y con toda su atención en cualesquiera sean los destinos de los personajes a una que, en términos coloquiales, "tira todos los trastos a la cabeza del espectador", confiando en que mucho ruido, mucha música opulenta y mal entendida —llega un momento en que lo compuesto Junkie XL ahoga las imágenes— y mucho discurso glorioso tape las acusadas carencias del filme.

Entre ellas, qué duda cabe, aquellas que atañen a uno de los factores fundamentales de los que dimanaba esa épica bien entendida que manejaba el filme de Snyder, sus actores. Con un Gerald Butler a la cabeza que derrochaba carisma por los cuatro costados, los espartanos de '300' eran unos machos que se reían de la muerte en su cara y que no necesitaban de constantes arengas para matar a todo lo que se les pusiera por delante. En contraposición, los griegos de '300: El origen de un imperio' parecen unas nenazas lideradas por esa reina de la fiesta que es Themistocles, un Sullivan Stapleton poco más que correcto.

'300: El origen de un imperio', innecesaria

300 origen 2

Pero cuidado, para que no se dude de la hombría helénica del héroe que mató a Darío, el padre de Jerjes, tenemos la inevitable escena de sexo metido con un calzador tamaño XXXL que parece puesta ahí para que la señorita Eva Green pueda volver a presumir de la rotundidad de sus voluptuosos senos. No es que yo me vaya a quejar de tan bella visión, pero la excusa argumental que se buscan Snyder y Kurt Johnstad es tan endeble como lo es, en muchos momentos, el errático devenir de la trama que, en ese intento de conjugar precuela, misma línea temporal y secuela de '300' consigue confundir en más ocasiones de la cuenta al público.

A falta de saber si lo que la pareja de guionistas ha desarrollado sigue al pie de la letra o no la historia que Frank Miller narrará en 'Xerxes' —una miniserie de cinco números que, según afirmaba el autor, verá la luz durante este año— como lo hacía su antecesora, de lo que no cabe duda es de que el trabajo del inexperto Noam Murro se dedica a fusilar una, otra y otra vez los esquemas planteados por el director de 'Watchmen' (id, 2009), abundando hasta el hastío en el filme los ralentís, explosiones de sangre digital, desmembramientos e imposibles escenarios digitales que ya vierámos en '300'.

Convertidos por mano de la cinta de las cintas de Snyder, y de las muchas herencias que ésta ha generado con la televisiva 'Spartacus' (id, 2010-2013) a la cabeza, lo que Murro pone aquí en juego termina por resultar visualmente agotador, tanto por su barroquismo como por lo poco original que ya resulta un conjunto que, desafortunadamente, nada termina aportando a la historia que pudimos disfrutar hace ocho años. Una historia que bien poco necesitaba este deslucido complemento que, para más inri, tiene momentos que uno podría calificar como aburridos, algo que, a mi entender, es directamente imperdonable.

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