'Bienvenidos al fin del mundo', el "grand finale"

'Bienvenidos al fin del mundo', el "grand finale"
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Siempre nos quedaran los baños de minusválidos. Greg Gary King

Superando de lejos las muchas ganas que le tenía a 'Bienvenidos al fin del mundo' ('The World's End', Edgar Wright, 2013) el miedo a que la progresión que hasta ahora había seguido la "trilogía del Cornetto de tres sabores" se truncara bruscamente con su última entrega era algo que estaba bien presente hasta pocos minutos después de que comenzara la proyección. Unos instantes iniciales —estamos hablando de dos o tres minutos, no más— en los que era imposible saber si la última locura salida de la imaginación de Edgar Wright y Simon Pegg iba a poder estar a la altura de 'Zombies party' ('Shaun of the Dead', 2004) o, aún más, llegar a poder compararse con 'Arma fatal' ('Hot Fuzz', 2007).

Pero los temores quedan pronto despejados. El prólogo de la acción vuelve a hacer su trabajo a la perfección, y el ritmo endiablado del mismo nos introduce a los cinco personajes—seis si contamos a Rosamund Pike— que nos acompañaran durante los 109 minutos de metraje de un filme que no sólo supone una perfecta conclusión a la singular terna de películas con las que Wright se ha alzado como una de las voces más frescas y originales del cine actual, sino que se posiciona con facilidad como la mejor de las tres sin apartarse ni un ápice de lo que habían planteado sus antecesoras.

Bienvenidos al fin del mundo 1

De hecho, podríamos considerar a 'Bienvenidos al fin del mundo' como un potente crisol en el que se conjugan todas las virtudes tanto de la cinta sobre zombies como del spoof acerca de las buddy movies, optando en esta ocasión Wright y Pegg por hincar el diente al otro género que siempre han adorado: la ciencia ficción. Para ello, y como ya hicieran anteriormente, la cinta arranca de forma casual como una comedia sin más pretensiones que provocar alguna que otra risa por acción directa de unos diálogos desopilantes plagados de multitud de referencias y del arrollador carisma de sus protagonistas: centrando el discurso en un Simon Pegg que se sale desde el principio, resulta curioso observar el evidente giro que el guión de la cinta ha querido dar a la caracterización tanto de éste como de Nick Frost, colocando a cada uno de ellos en un rol completamente opuesto a lo que habíamos visto hasta ahora, siendo Pegg el "atontado" y Frost el "centrado" de esta singular historia.

(Atención, desde aquí, spoilers) Trascendido un primer acto en el que también podemos apreciar la excelente química que se genera entre Pegg, Frost, Paddy Considine, Martin Freeman y Eddie Marsan —espléndidos los tres co-protagonistas—, la cinta comienza a introducir lentamente el elemento que la dirige hacia el género que homenajea, y de la misma forma que en las predecesoras podíamos encontrar referencias directas al cine de Romero y Raimi en la primera o de Bay en la segunda, en esta ocasión el blanco de las miras de Wright y Pegg se dirige a todo un grupo de películas que, durante los años cincuenta, centraron sus intereses en servir de reflejo al miedo al comunismo que tanto alentó el McCarthysmo.

Bienvenidos al fin del mundo 2

Recogiendo pues el testigo de títulos como 'Invasores de Marte' ('Invaders from Mars', William Cameron Menzies, 1953), 'La invasión de los ladrones de cuerpos' ('‘Invasion of the Body Snatchers’, Don Siegel, 1956) o, mirando también a los años 70, 'Las mujeres de Stepford' ('The Stepford Wives', Bryan Forbes, 1975) y 'Almas de metal' ('Westworld', Michael Crichton, 1973), la actualización sobre las reflexiones que de ellas se podían obtener van encaminadas a poner de manifiesto la fuerte despersonalización que la globalización está implementando en las pequeñas idiosincrasias que nos hacen tan singulares, algo que se va adivinando de forma paulatina durante el metraje y que queda perfectamente expuesto en la reveladora conversación que Pegg tiene en los minutos previos al clímax.

Pero 'Bienvenidos al fin del mundo' no se limita a servir de vehículo a todas esas reflexiones hacia el mundo que nos rodea —cumpliendo así a la perfección con lo que la mejor ciencia-ficción siempre ha destilado— sino que, a partir de su segundo acto, es un ejemplo alucinante del mejor cine de entretenimiento que vamos a poder encontrar en las salas de aquí a que termine el año. Revestido con las mismas galas que ya había lucido en las dos cintas anteriores y, por supuesto, en la fantástica 'Scott Pilgrim contra el mundo' ('Scott Pilgrim vs. the World', 2010), Wright nos ofrece un espectáculo de acción asombrosa con unas secuencias de peleas espléndidamente coreografiadas que nunca pierden de vista el sentido del humor durante su ejecución —atención especial merece en este sentido aquella en la que Pegg trata por todos los medios de no derramar su cerveza— dejándonos minutos realmente memorables.

Dichos minutos, unidos al resto de una cinta que funciona como un reloj suizo y que entretiene hasta decir basta sirven para exponer sin atisbo de dudas que la elección de Edgar Wright de cara a ese 'Ant-man' que no llegará a nuestras pantallas hasta 2015 no podría haber sido más certera. Y mientras esperamos para poder contemplar lo que el cineasta británico se sacará de la chistera, nada mejor que plantearse el revisionado de las cuatro producciones que ha firmado hasta la fecha, un grupo de títulos espléndidos a los que 'Bienvenidos al fin del mundo' pone excelsa rúbrica, distinguiéndose sin lugar a dudas como una de las mejores cintas que he tenido el placer de ver en este año que toca a su fin.

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