'Call Me By Your Name' es una maravillosa celebración del primer amor

'Call Me By Your Name' es una maravillosa celebración del primer amor

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'Call Me By Your Name' es una maravillosa celebración del primer amor

Hace meses que estamos oyendo hablar de ‘Call Me By Your Name’, pues el nuevo trabajo tras las cámaras de Luca Guadagnino ha cosechado infinidad de alabanzas desde su estreno mundial durante el Festival de Sundance de 2017. Ahora al fin llega este viernes a los cines españoles, apenas unos días después de saberse que ha conseguido tres nominaciones para los próximos Oscar.

El despertar sexual y, por extensión, la importancia del primer amor son dos elementos esenciales en este relato del romance entre Elio y Oliver. Dicho así puede sonar a que lo único especial es que habla de la relación entre dos hombres, un tema en el que Hollywood todavía muestra un preocupante déficit, pero es que la forma de contarla por parte de Guadagnino la convierte en una película única y en una absoluta delicia que te tiene hipnotizado durante todo su metraje.

Una película única

Call Me By Your Name

Muy poco tiempo pasó desde la publicación de la novela ‘Llámame por tu nombre’ en 2007, obra de André Aciman, hasta que se puso en marcha una película que Guadagnino estuvo a punto de no dirigir, inicialmente rechazó la propuesta, y que luego casi realiza junto a James Ivory, pero el autor de obras como ‘Regreso a Howard’s End’ o ‘Lo que queda del día’ (‘The Reamins of the Day’) finalmente “solo” firma el guion. Un proceso peculiar que ha ayudado a convertir ‘Call Me By Your Name’ en lo que ha llegado a los cines.

El deseo ya formaba parte esencial de los anteriores trabajos de Guadagnino y también el hecho de contarnos la historia de gente pudiente, normalmente alejada de los problemas que afectan a la gente de a pie. Eso es algo que se mantiene aquí, pero se compensa al contarnos la historia de tal forma que casi parecen unas vacaciones de verano en las que sus personajes gozan de más tiempo libre antes de enfrentarse a su auténtica realidad.

Por ello, la llegada de Oliver a un pequeño pueblo italiano en 1983 acaba transmitiendo esa sensación por mucho que haya sido en realidad su carrera lo que ha llevado hasta allí. Guadagnino aprovecha desde su primera aparición para dejar claro que es una ruptura con lo habitual para Elio y los suyos, saltándose las rutinas de la casa siempre que lo crea adecuado y haciendo especial hincapié en una presencia física que casi lleva a pensar en una estrella de cine.

Un romance suspendido en el tiempo

Escena Call Me

Obviamente, nosotros sabemos que Armie Hammer lo es, pero la forma de subrayar eso sirve también para establecer mejor a Elio (Timothée Chalamet), un joven al que le gusta mucho ir a su aire y que casi parece vivir ajeno a lo que realmente es la vida. El descubrimiento mutuo sirve para establecer un tono con un singular cruce entre realismo y ligera fantasía, fruto de un tratamiento de la historia que tiende a idealizar la importancia de ese despertar sexual para un Chalamet que derrocha naturalidad y que se adueña sin dificultad de la película.

La cuestión es que es cierto que Chalamet es la gran revelación de ‘Call Me By Your Name’, pero también que para poder atraparnos realmente hace falta que su compañero en todos los sentidos logre mostrarnos qué tiene de especial para fascinarle de esa manera y cómo hay algo más detrás que un físico deslumbrante para enamorarnos a todos. Ahí Hammer lo borda y sería una pena que eso se olvide simplemente por el mayor impacto que tiene su compañero de relato. A fin de cuentes, a Hammer ya le conocíamos.

Además, la decisión de situar toda la acción en el verano de 1983 sirve para que Guadgnino cree una sensación de suspensión del tiempo -también desconocemos cuál es exactamente el pueblo- en el que no importa tanto cómo van pasando los días o qué puede estar sucediendo fuera de allí como el hecho de ver cómo esa relación de amor va creciendo y cómo lo que no dejan de ser unas semanas se convierte en un romance legendario. El ideal de lo que a cualquiera le gustaría tener con la persona amada.

Todo funciona en ‘Call Me By Your Name’

Chalamet

Guadagnino sabe muy bien cómo desarrollar todo eso desde la puesta en escena, por un lado aprovechando la calidez que dota a la historia esa Italia que él conoce tan bien -ya en ‘Cegados por el sol’ (‘A Bigger Splash’) jugaba un papel esencial, pero ahí la historia tenía un elemento más turbio que aquí desaparece por completo- y por otro manejando la cámara de una forma impecable, sabiendo perfectamente cuándo un plano-secuencia puede añadir mucho a las sensaciones que han de transmitir ciertas escenas. Y menudo manejo de la sensualidad.

Esa naturalidad de la que hace gala ‘Call Me By Your Name’ también sirve para que la película mantenga su condición de visión idealizada del primer amor sin que ello suponga prescindir de cualquier elemento que podría verse como negativo en la descripción de sus dos protagonistas. En el caso de Hammer parece más que cosa del qué dirán, mientras que con Chalamet forma parte de ese despertar sexual al que hacíamos mención antes.

Por último me gustaría apuntar que es cierto que ‘Call Me By Your Name’ es la película de Chalamet, y en menor medida, Hammer, pero es que todo su reparto está perfecto en sus papeles. Del resto me gustaría destacar especialmente a Michael Stuhlbarg y su capacidad para verbalizar uno de los aspectos clave de la película sin llegar nunca a dar la sensación de estar subrayándolo para aquellos espectadores que no hayan terminado de entenderlo así.

En definitiva, ‘Call Me By Your Name’ es una maravilla, una película que te deja con una sonrisa en la boca por lo bien que hace todo lo propone hasta los títulos de créditos finales son maravillosos- y que además te deja una sensación de bienestar similar a esas brisas inesperadas en una volcánica tarde de verano. Es ni más ni menos que una de las mejores películas románticas de los últimos años y no tiene nada que envidiar al resto de candidatas al Oscar de 2018 que ya tenido la ocasión de ver.

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