Cine en el salón: 'Monster House', regreso a los ochenta

Cine en el salón: 'Monster House', regreso a los ochenta

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Cine en el salón: 'Monster House', regreso a los ochenta

Aunque a priori sea uno de esos estrenos de los que, por motivos de desaforada filia hacia el producto original —como bien puede comprobarse aquí—, uno espera más bien poco, hoy llega a nuestras pantallas el remake de 'Poltergeist' (id, Tobe Hooper, 1982) que dirige Gil Kenan, un cineasta que no se acercaba a una cámara desde el fiasco que fue hace siete años ese irregular vehículo de fantasía llamado 'City of Ember - En busca de la luz' ('City of Ember', 2008).

Y, como llevamos haciendo éstas últimas semanas en Cine en el salón, vamos a aprovechar el desembarco de la cinta firmada por Kenan para acercarnos al primero de los tres filmes que el cineasta londinense ha dirigido hasta la fecha, una 'Monster House' (id, 2006) producida —entre otros— por Steven Spielberg y Robert Zemeckis que, dos años después de que éste último estrenara 'Polar Express' ('The Polar Express', 2004) servía al director de 'Regreso al futuro' ('Back to the Future', 1985) para insistir en el uso de la tecnología de captura de movimiento.

Inevitables comparaciones

Monster House 1

Pocas veces, por no decir ninguna, he recurrido en alguno de mis artículos a establecer las bonanzas de un título en particular mediante la comparación punto por punto con otro de similares características. Pero también contadas habrán sido las ocasiones en que ambas cintas pusieran tan a tiro una valoración que, en este caso, y adelantando su resultado final, da como clarísima vencedora a la producción que hoy nos ocupa.

Para empezar, la cinta que contaba con Tom Hanks como protagonista adolecía de una carencia absoluta de guión —un tren que va al Polo Norte a ver a Papá Noel, ahí tenéis el guión—, construyéndose la acción a base de fases de un alargado videojuego en el que, en esencia, no pasaba absolutamente nada de relevancia. 'Monster House' subsana ese error regalándonos un libreto digno de cualquier producción Pixar que, paradójicamente, no es para nada original.

Monster House 2

De hecho su base no podría ser más sencilla: un par de amigos en plena fase de paso a la pubertad que aún disfrutan siendo niños, descubren que en la casa que hay enfrente de uno de ellos se esconde un terrible secreto. Pero precisamente en su aparente sencillez esta su mayor logro. Al tirar de nuestros miedos más primigenios —y sino que se lo pregunten al crío que rogó a su madre desde casi el principio de la proyección que lo sacara de la sala en la que vi la cinta hace nueve años— 'Monster House' atrapa enseguida a todos los espectadores.

A fin de cuentas todos hemos sido niños y hemos tenido una casa encantada a la que no nos acercábamos por miedo a que el dueño —un malvado Ogro o el mismísimo Conde Drácula— nos comiera vivos. Y es precisamente de esos miedos de los que tira el filme para captar nuestra atención. Pero afortunadamente para todo amante del cine de animación, 'Monster House' no se para ahí, sino que combina de forma genial momentos bastante terroríficos —el sueño de DJ, el descubrimiento en el sótano de Nebercracker— con unos diálogos llenos de chispa, frescura y vitalidad.

La animación no es sólo para niños

Monster House 3

Y lo hace demostrando que el cine de animación no es coto privado del arco de la población comprendido entre los 0 y 8 años. 'Monster House' es una película adulta en muchas ocasiones, permitiéndose el lujo de aportar ciertos datos sobre los personajes que miran con ojos tiernos al tratamiento que se le daba a los mismos en el cine de hace tres décadas. De esa manera sólo un adulto podrá extraer de la cinta detalles como la delicada situación en la que se encuentran los padres de Croqueta, o la sutileza con la que son introducidos los personajes de Jenny y Zee.

Arropado por un desarrollo de personajes estupendo y una evolución en la acción de la cinta que no da oportunidad al espectador a que respire aliviado, las inevitables comparaciones entre 'Monster House' y 'Polar Express' recalan a continuación en lo que a la animación atañe. Y si bien tengo que admitir que la segunda alcanzaba unas cotas de perfección visuales que quitaban el hipo, la primera con su peculiar personalidad, terminó por convencerme —y sigue haciéndolo hoy— mucho más.

En 'Monster House' no hay personajes realistas, todas las concreciones de los mismos están llevadas a extremos caricaturizados; unos más —Nebbercracker— otros menos —Jenny—, pero exagerados al fin y al cabo. Ello, apoyado con un diseño de decorados y fondos espectacular —cuando no casi hiperrealista—, que siempre se mantiene de forma consciente en un segundo plano, hace que el trío de chavales, los dos veinteañeros y el amargado anciano sean lo mejor de la función con diferencia.

'Monster House', pura genialidad

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Ahora bien, si en hay un aspecto en el que ambas cintas son soberbias, es en la dirección. En 'Polar Express', Zemeckis sorprendía metiendo la cámara virtual por el sitio más insospechado. En 'Monster House', Kenan consigue superar la hazaña de Zemeckis con una serie de travellings espectaculares y un dominio sobre la cámara que no revelaba ni un ápice su condición de novel. Secuencias como el prólogo de la cinta siguiendo a la hoja en claro guiño a 'Forrest Gump' (id, Robert Zemeckis, 1994), la pesadilla que sufre DJ, o el impresionante flashback son, qué duda cabe, muestras de una maestría inusitada.

Pasando por alto que la música no esté tan cuidada como la composición de Silvestri para 'Polar Express', resulta incuestionable a los ojos que esto suscriben que 'Monster House' es un ejercicio de virtuosismo en un género que, desde la aparición del formato digital, veía como las buenas ideas iban dado paso al humor por acumulación —soez y totalmente anclado en el año de estreno de la cinta en cuestión como se puede observar en las aventuras de cierto ogro verde, por poner un ejemplo—.

En este sentido, 'Monster House' terminaba siendo un refrescante ejemplo de cómo hacer (muy) buen cine sin necesidad de recurrir a modas pasajeras ni a humor fácil, recurriendo además, como reza el titular, a coquetear en sus formas y en la manera en la que trata al público con el cine de los años ochenta. Como cinéfilo enamorado del género y de la citada década, no puedo pedirle más a una producción animada.

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