Cómo el desgarrador primer papel protagonista de Leonardo Dicaprio explica la historia de una canción recurrente en el cine del director de 'Guardianes de la Galaxia'

Cómo el desgarrador primer papel protagonista de Leonardo Dicaprio explica la historia de una canción recurrente en el cine del director de 'Guardianes de la Galaxia'

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The Basketball Diaries 1995

Los títulos de crédito finales de ‘Amanecer de los muertos’ (Dawn of the Dead, 2004), el remake del clásico zombie de George A. Romero que lanzó la carrera de Zack Snyder, estaban elevados por una canción punk que entraba como un golpe de actitud tras un final de infarto y sonaba mientras la película extendía su historia con pequeños clips grabados con un móvil a ritmo de una letra que repasa las muertes de varias personas, era ‘People Who Died’.

Más tarde, el guionista de aquella película, un tal James Gunn, añadiría la misma canción, también en la secuencia de créditos, esta vez de inicio, de su superproducción de superhéroes llena de gore ‘El escuadrón suicida’ (The Suicide Squad, 2021), cerrando de alguna manera un círculo. Sin embargo, la canción ya aparecía en una película que se hizo de culto en los 90, el debut como protagonista del actor Leonardo DiCaprio, ‘Diario de un rebelde’ (1995), que adaptaba el libro autobiográfico ‘The Basketball Diaries’ de Jim Carroll.

Todos mis amigos están muertos

Y la canción aparecía por un buen motivo, ya que es el tema más famoso de The Jim Carroll Band, la banda del autor, a quien Dicaprio encarna en su juventud. Por ello, en la letra del tema se va repasando de forma mórbida el destino de varios de sus amigos y conocidos, como si la canción de Amaral ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’ tuviera un reverso macabro, un claro precedente también de ‘The Kids Are All Right’ de The Offspring, que sacaron en un disco salido dos años después del estreno de la película ¿Tomaron su inspiración en el clásico?

No sería raro, ya que la película fue un gran éxito en su momento, llevando el texto del autor a una Nueva York más bien de los 90, algo inexplicable teniendo en cuenta que todo pasó en los 70, y con una serie de tics de la época que han dejado una huella generacional que denota cierta proyección de la época a un público objetivo afín al de la edad de los protagonistas. El relato, sin embargo, traspasa el ámbito del cine de iniciación con su descripción de la caída en desgracia de un grupo de amigos.

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En ocasiones, la película de Scott Kalvert se mueve en el mismo ámbito que otras sobre la vida en los barrios menos favorecidos de Nueva York, recordando a los recuerdos rodeados de mafia como ‘Una historia del Bronx’ (A Bronx Tale, 1993), el cine de Spike Lee y la parte del pasado de la cercana ‘Sleepers’ (1996), más que a la explotación de ‘Kids’ del mismo año, cultivando ese aire de tragedia inescapable a medida que nos dibuja las travesuras de cuatro chicos esnifando productos de limpieza, intercambiando fotografías pornográficas, realizando hurtos, metiéndose en peleas o vacilando a prostitutas del barrio.

Crónicas de un yonqui

Por otra parte, hay una crónica perturbadora de la vida en un colegio católico, con los habituales estigmas de represión y abusos sexuales, en este caso presentados de una forma tan normalizada y sin timbres que lo convierte en algo más estomagante y cercano a la percepción de un adolescente, cercano a lo que podría mostrar ‘El juguete del diablo’ (1976). Sin embargo, a diferencia de otros coming of age, ‘Diario de un rebelde’ salta de lo que parece que nos quiere contar a la espiral de drogadicción del grupo de amigos.

Tan solo hacen falta unas pinceladas para establecer perfectamente el salto que supone “salirse del raíl” desde lo cotidiano al infierno, haciendo que ambas realidades parezcan separadas por un fino velo, más que un abismo, por ello el salto es también orgánico para el espectador, que sin darse cuenta pasa de pequeñas gamberradas a robos e inyecciones de caballo, con algunas de las secuencias más horrendas del subgénero de perdición por heroína, adelantándose un año a la escena del mono de ‘Trainspotting’ (1996).

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La pesadilla de abstinencia de Carroll comparte con la de Danny Boyle una mirada casi documental, muy alejada del anuncio antidroga de ‘Requiem por un sueño’ (2000), aunque sí tiene algunas escenas oníricas que parecen haber inspirado a Aronofsky, como la secuencia del cuarto de baño, un desagradable punto de no retorno que parece un sueño futuro del autor, ya atrapado en una vida que no puede controlar. Resulta aún más irreal en su estructura, ya que aparece tras la visita a su antiguo entrenador, que trata de ayudarle.

Los primeros años de un escritor maldito

‘Diario de un rebelde’ acaba de una forma difusa, entrando en la psique de su autor a través del tono poético de su lírica, con muchos tramos de texto casi recitado, pero permite asimilar que el viaje solo sirve para entender su obra. Hay también algunos segmentos que hoy no podrían filmarse, como la fantasía de matanza de toda su clase, con un atuendo que preludiaba ‘Blade’ y ‘Matrix’, que desprende un humor macabro de su época, pero que hoy solo recuerda tristemente a los tiroteos de Columbine de solo 4 años después, cuyos autores solían vestir como Dicaprio en esa escena.

Además de un joven Mark Wahlberg y Juliette Lewis, también tenemos a un buen puñado de actores que luego despuntarían en ‘Los Soprano’, como la siempre rotunda Lorraine Bracco y un incipiente Michael Imperioli, que aquí hace de Bobby, el protagonista más recordado de ‘People who Die’ en la frase:

“Bobby got leukemia, fourteen years old, He looked like sixty five when he died,He was a friend of mine / Bobby tuvo leucemia a los catorce años, parecía tener sesenta y cinco cuando murió, el era un amigo mio”

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‘Diario de un rebelde’ no cuenta el destino de todos los amigos de la canción de Carroll, pero el extracto del destino que les aguarda bien sirve para hacer que el sustrato en donde se formó la letra es tan real como la muerte, por eso la película es un documento de supervivencia, casi un relato desde el otro lado, ofreciéndonos detalles y piezas de una realidad que deja pocas posibilidades de escape, por ello, las lágrimas de Dicaprio reflejan el dolor de un niño inconsciente, aturdido y absolutamente perdido y no el momento estelar de un actor buscando emocionar al público.

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