'Dallas Buyers Club', asombro interpretativo

'Dallas Buyers Club', asombro interpretativo
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'Dallas Buyers Club' (id, Jean-Marc Vallée, 2013) no es lo que me esperaba. Vale que más allá de saber que giraba en torno al SIDA, poca o ninguna idea tenía —más bien quería tener, que en los últimos tiempos me gusta ir al cine como antaño, sabiendo poco o nada de la película que voy a visionar— de aquello en torno a lo que giraba la trama de la producción que le ha valido el Oscar tanto a Jared Leto como a Matthew McConaughey. Y en esta tesitura, lo que me he encontrado se aleja totalmente de lo que cabría aguardar acerca de un filme que gira en torno a tan dramático mal.

Está claro que, con las muy diversas miradas que el cine ha ofrecido sobre el SIDA a lo largo de las últimas décadas, caer en la más ramplona sensiblería e ir a buscar la fácil empatía con el espectador para, a la mínima que se despiste, provocar la lágrima fácil en él, es un recurso al que se adhieren un altísimo porcentaje de los dramas que giran alrededor del síndrome de inmunodeficiencia adquirida o, para el caso, cualquier otra enfermedad de carácter mortal. Y si 'Dallas Buyers Club' sortea tales "males" es verbigracia a una encomiable labor por parte de dirección, guionistas y, sobre todo, actores.

Dallas Buyers Club 1

Es este uno de esos agraciados filmes en los que el trabajo de las tres partes resuenan al unísono sin que existan rigideces insalvables que, desde la mirada del espectador, vayan en contra de la espléndida percepción que uno se lleva cuando termina la proyección. Como decía, de ello es primer responsable —o último, que poco importa aquí el puesto que quiera asignársele— Jean-Marc Vallée, un cineasta que sabe imprimir el ritmo que le hace falta a la historia para no dejarla languidecer en ningún momento, transcurriendo sus dos horas de metraje en un suspiro.

Ese esfuerzo que hace Vallée —y que queda rubricado por la precisa labor de montaje que éste efectúa junto a Martin Pensa— logra que los diversos saltos hacia adelante que da la cinta no se perciban desnaturalizados, una virtud sobre la que también trabajan las páginas del libreto nominado al Oscar que firman Craig Borten y Melissa Wallack: la pareja de guionistas dota al relato de una vida que, dejando por el camino el dramatismo en el que se podría haber incurrido una y otra vez, atrapa al espectador por mor de una naturalidad asombrosa trabada a través de unos diálogos de enorme precisión.

Los dos "monstruos" de 'Dallas Buyers Club'

Dallas Buyers Club

Pero si éstos funcionan, y lo hacen con la fuerza que lo hacen, es porque al frente de la producción hay dos talentos interpretativos dispuesto a darlo todo por unos personajes de muy difícil acomodo: y si bien Jared Leto lo tiene muy fácil para causar las simpatías inmediatas del público, y dejarse seducir por el carisma que desprende ese travesti llamado Rayon es casi inevitable; no se puede aducir lo mismo, al menos no a priori, de lo que nos encontramos en manos de McConaughey y ese Ron Woodroof en el que el intérprete —al igual que Leto— se ha dejado, literalmente, la piel.

Dibujado como un homófobo redomado, ordinario, maleducado y drogadicto, que el trabajo que hace el actor tejano es digno de encomio es, quizás, quedarse corto: con un aspecto físico afeado y delgado en extremo que recuerda al que hiciera Christian Bale para 'El maquinista' ('The Machinist', Brad Anderson, 2004), que McConaughey consiga ganarse las simpatías del respetable con la autoridad con la que lo hace habla mucho tanto del inmenso carisma del actor como de unas capacidades que hasta hace muy poco nadie parecía dispuesto a reconocerle.

Unas capacidades que tanto el presente filme como la espléndida 'Mud' (id, Jeff Nichols, 2013) o la fantástica 'True Detective' (id, 2014) han venido a poner en valor y que auguran un más que atractivo futuro para un actor que se ha ganado a pulso, igual que su compañero de reparto, los incontables premios acumulados gracias a su trabajo en una cinta que, si finalmente logra toca la fibra sensible del espectador —y lo hace, de eso no cabe duda— es gracias a su contención y a la magnífica forma en la que Vallée va desgranando los acontecimientos, sean éstos del talante dramático que sean.

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