'Las distancias': grandes interpretaciones y personajes aborrecibles en un "retrato generacional" repleto de tópicos

'Las distancias': grandes interpretaciones y personajes aborrecibles en un "retrato generacional" repleto de tópicos

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'Las distancias': grandes interpretaciones y personajes aborrecibles en un "retrato generacional" repleto de tópicos

Si hay algo en esta vida que resulta más odioso que las comparaciones, esas son las generalizaciones. Un mal endémico que se da en gran cantidad de ámbitos, y que en el medio cinematográfico suele estar especialmente presente en ese tipo de filmes que se etiquetan como "retrato generacional"; una ínfula realmente peligrosa que puede dinamitar la experiencia de esa parte del respetable que no se identifique lo más mínimo con los protagonistas.

Este es, precisamente, el mayor problema que me he encontrado al enfrentarme a 'Las distancias' —'Les distàncies'—: el nuevo largometraje de la realizadora barcelonesa Elena Trapé —'Blog'— que, tras triunfar en el Festival de Málaga alzándose con los premios a mejor película y mejor dirección, ha aterrizado en nuestros cines con una propuesta de lo más arquetípica, edificada sobre lugares comunes y rescatable gracias a un excelente reparto que hace lo que puede con sus aborrecibles personajes.

La primera escena que comparte el quinteto de colegas sobre el que pivota 'Las distancias' ejemplifica a la perfección ese riesgo inherente en la voluntad de querer capturar la esencia de una generación sin caer en ese tópico más vergonzante. En pocos minutos, Trapé, coguionista a seis manos junto a Miguel Ibáñez Monroy y Josan Hatero, despliega un abanico de "clichés millennials" para describir a sus protagónicos que, de obvio, resulta extremadamente artificial.

Parados arraigados a su tierra natal y con animadversión a ser mantenidos por sus parejas, trabajadores precarios con puestos a media jornada que se ven obligados a vivir de nuevo con sus padres o migrantes que aterrizan en la jungla urbana berlinesa en la que se ambienta la película para tratar de labrarse un futuro infructuosamente son sólo algunos ejemplos que evidencian esa visión deprimente y casi impostada que da la cinta sobre los treintañeros de hoy día.

Distancias

Resultaría imperdonable negar que lo anteriormente descrito forma, tristemente, parte de nuestra realidad, y que la visión de la directora sobre ella es la que debe prevalecer con firmeza en el filme. Es más, estas pinceladas de drama social que afloran en el relato se alzarían como un elemento estimable en el retrato que plantea Trapé de no ser por la conducta ya no errática, sino repelente de sus protagonistas.

Caprichosos, innecesariamente intensos y, por momentos, odiosos, los cinco personajes que conducen la narración y su tratamiento sobre el papel quedan a años luz de la calidad de sus intérpretes, notablemente dirigidos y capaces de extraer oro de sus, en ocasiones, engoladas interacciones; destacando un Miki Esparbé que hace del silencio un arte y, cómo no, una Alexandra Jiménez que vuelve a mostrarse como uno de los grandes diamantes en bruto de nuestra interpretación con una labor repleta de matices.

Distancias

Se aprecia de igual modo la forma en que Elena Trapé y su equipo exprimen hasta el último céntimo en una producción que solventa su naturaleza humilde con unos trabajos de cámara y puesta en escena sobrios y efectivos y que no temen en abandonar la confortable calma logística del escenario interior principal para sumergirse en la noche de Berlín, cámara en mano, siguiendo a unos peces fuera del agua que tratan de encontrarse a si mismos.

'Las distancias' es uno de esos ejercicios que revela que, el cine, generalmente, no es más que una cuestión de sensaciones y conexiones. En este caso en particular, las bondades presentes en este presunto retrato generacional se diluyen entre sus interminables tics propios del drama independiente nacional, y bajo mi incapacidad para sentir un mínimo de apego por sus figuras centrales.

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