'El sacrificio de un ciervo sagrado' nos trae a un Lanthimos más sencillo pero todavía misterioso y estimulante

'El sacrificio de un ciervo sagrado' nos trae a un Lanthimos más sencillo pero todavía misterioso y estimulante

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'El sacrificio de un ciervo sagrado' nos trae a un Lanthimos más sencillo pero todavía misterioso y estimulante

En su arrebatado cabalgar por las producciones estadounidenses, que no son más digeribles ni menos agresivas que las griegas 'Canino' y 'Alps', pero sí más engañosamente mainstream, Yorgos Lanthimos está dando continuidad a su carrera de forma decididamente extraña. Usa los recursos visuales propios del cine de Hollywood, sus repartos, su ritmo, para componer películas no tan abiertamente alegóricas, pero que siguen funcionando como laberínticos acertijos.

Por ejemplo, comparemos la película que supuso su revelación internacional, la aún hoy asombrosa 'Canino', con esta flamante 'El sacrificio de un ciervo sagrado'. Aquella tenía una carga metafórica obvia: hablaba de las enfermizas relaciones de poder en el seno de la familia. En este caso, aunque hay un mensaje muy suave acerca de humanos que se creen dioses y sus peligros, Lanthimos está ofreciendo una película de terror con trazas de thriller de stalkers y drama -cómo no- familiar.

Eso no quiere decir que Lanthimos se haya domesticado. Sencillamente, 'Canino' era inclasificable, y tanto en 'Langosta' como en 'El sacrificio de un ciervo sagrado', usa caminos ya trillados para seguir desarrollando su discurso. El resultado quizás decepcione a sus fans más hardcore, a los que salieron estimulados de su película más difícil hasta la fecha, 'Alps', pero está claro que estamos muy lejos de ver una domesticación del director griego.

'El sacrificio...' se abre con una operación quirúrgica mostrada con todo lujo de detalles (y la frialdad expositiva propia de Lanthimos) que provocará algún que otro gesto de repulsa entre el público más timorato, pero que sirve como buen aviso para navegantes: vamos a hablar de las cosas del corazón, pero no vamos a tenerle miedo al bisturí. Ese ver latir dentro de un pecho un corazón vivo es buen símbolo del cine de Lanthimos: un aparatoso laberinto visual para mostrar algo muy sencillo. Un complicarse mucho la vida para contar algo relativamente simple.

Porque pocas cosas hay más simples que los miedos burgueses que retrataban las películas de "un extraño viene a corromper mi cotidianeidad" que tan de moda se pusieron en los noventa con películas como 'La mano que mece la cuna'. 'El sacrificio...' usa ese género para contar una historia que aparentemente va en esa línea: un extraño joven, Martin (Barry Keoghan), mantiene una relación rarísima, muy tensa pero cordial con un prestigioso cirujano (Colin Farrell), cuya vida aparentemente normal con su mujer (Nicole Kidman) e hijos pronto se ve amenazada por una extraña enfermedad.

Sin embargo, hay mucho más que esto en la superficie: posiblemente sea esta la película en la que Lanthimos usa menos el desconcierto para generar humor raro, y más para plantear situaciones de tensión que a veces beben del Haneke más despiadado, y en otras ocasiones del Kubrick más incomprendido, el de 'Eyes Wide Shut'. De ese modo, repite la jugada del número musical tronado, pero en esta ocasión flota un aire de amenaza en la atmósfera que no había en la más chiflada 'Canino'

Agamenón e Ifigenia

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Esos son los protagonistas de una narración mitológica griega que inspira el propio título de la película: el ciervo sagrado muerto desata las iras de una deidad que se ve justificada para emplear el poder de castigar a quienes contradicen su voluntad. Es una línea argumental que corre muy en segundo plano en la película, quizás por el sometimiento de Lanthimos a las reglas de los géneros que transita.

De hecho, hasta se permite bromear con ello cuando dos de los personajes ven un fragmento de 'Atrapado en el tiempo' en el que Bill Murray se plantea la posibilidad de que se haya convertido en un dios. Lanthimos sabe que la gravedad de un tema no obliga a la solemnidad, y casi que parodia ésta como hacía en 'Langosta' (mucho más abiertamente cómica) con interpretaciones hieráticas, donde las frases de los personajes parecen ser masticadas antes ser pronunciadas. Mención aparte merece Keoghan, cuyo extraño físico le dan una capa extra de enigma a su personaje.

'El sacrificio de un ciervo sagrado' no es una película compleja, pese a que Lanthimos parezca disfrutar prolongando hasta el máximo el tiempo con el que puede asfixiar al espectador manteniendo cada plano, cada réplica. Pero como siempre en su cine, el desconcierto en estado puro y el no poner todas las claves de la película sobre la mesa juegan en su favor. 'El sacrificio...' acaba siendo estimulante y misteriosa

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Pero lo cierto es que aunque 'El sacrificio...' juegue en algunos aspectos a banalizar propuestas más áridas de Lanthimos, solo hay que compararla con la otra película críptica mainstream del año, 'madre!', infinitamente menos elegante, para perder todas las dudas. Metafórico o no, vendido a Hollywood o no, es la devoción de Lanthimos por el retrato de la oscuridad que habita en cada uno de nosotros y que exponemos en nuestros gestos más banales y nuestras conversaciones más intrascendentes lo que le convierte en uno de los autores más interesantes del momento.

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