El Secreto de Anthony Zimmer es querer ser como Hitchcock

El Secreto de Anthony Zimmer es querer ser como Hitchcock
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Muchos han sido los que han querido emular al gran mago del suspense Mr. Alfred Hitchcock, y por supuesto, muchos son los que han fracasado en el intento, y es que cuando alguien deja el listón tan alto es muy difícil volver a igualarlo, y ya no hablo de superarlo. Quizá el director que más se le ha acercado es Brian De Palma, y para eso en muchas menos ocasiones de lo que la gente piensa. Algunos contemporáneos del director británico realizaron en alguna película concreta una aproximación al cine del Maestro, como por ejemplo Henry Hathaway. Pero todo eso es otra historia. Ahora nos llega una película francesa dirigida por Jérôme Salle, sobre la que la sombra de Hitchcock planea continuamente.

'El Secreto de Anthony Zimmer' cuenta la historia de un estafador perseguido por todo el mundo. Uno de sus perseguidores es un veterano policía que le sigue la pista desde hace tiempo. Ahora hay un intrincado plan para capturarle, ya que se sabe que Zimmer no se perderá la ocasión de encontrarse con Chiara, la mujer de su vida. Chiara, consciente de que la policía le segurirá para atrapar a Zimmer, contacta con un desconocido para hacer creer a los policías que es Zimmer. El típico argumento de confusión de identidades o falsos culpables que tanto le gustaba a Hitchcock, con películas como 'Con La Muerte en los Talones' o 'Extraños en un Tren', títulos a los que 'El Secreto de Anthony Zimmer' remite en más de una ocasión, sobre todo el primero. Evidentemente hay una enorme diferencia entres esos films y el que nos ocupa, y es que en éste el suspense o la coherencia brillan por su ausencia. Eso sí, a Jérôme Salle se le nota que le encanta el cine de Don Alfredo, porque le encanta realizar algunas panorámicas parecidas a las del director inglés, y sobre todo jugar con la música, obra de Frédéric Talgorn que recuerda a Bernard Herrmann durante toda la proyección.

Una vez más y debido al típico giro argumental final, que te lo puedes ver venir aunque eso es lo de menos, todo lo demás queda en entredicho al contradecirse prácticamente todo lo narrado hasta ese momento. Debido a su incoherente final nos hacemos un montón de preguntas a cerca de los personajes, que evidentemente no obtienen respuesta, por culpa de una historia mal enfocada y sobre todo mal explicada.

Por otro lado, digamos que la película no tiene un mal comienzo, una situación, en el interior de un tren, que no sabemos a dónde conduce, bien filmada y con el ritmo adecuado. Sin embargo, e inexplicabelmente, todo se viene abajo enseguida, ya que el film parece no arrancar jamás. A pesar de lo interesante de su propuesta, y con el supuesto suspense o misterio que parecen prometer los diálogos de algunos personajes, la película se torna aburrida con un ritmo que se vuelve lento, que parece despegar en contadas secuencias de acción, que para colmo desentonan del conjunto.

Quizá lo mejor de la cinta sean sus interpretaciones principales. Ambas le dan algo de clase y estilo al producto, aunque no llega ni de lejos para salvarlo. Por un lado, la bellísima Sophie Marceau, por la cual parece que no pasan los años, con un personaje a medio camino entre la mujer fatal que destroza todo a su paso, y una pobre enamorada enormemente frágil. A su lado, Yvan Attal, con el personaje más complejo de todos, sabia mezcla de pardillo y galán, juega bien con la ambigüedad que requiere su rol. Una pena que ambos actores estén al servicio de una historia que se desinfla por todos lados, y les impiden lucirse en todo su esplendor.

Una mala película que hace plantearse de nuevo la mala situación de los thrillers actuales, en los que no hacen otra cosa que tirar de los efectismos más baratos o de los giros bruscos de guión estropeándolo todo. En fín, a seguir esperando a que aparezca alguien con el suficiente buen hacer para ofrecernos una de esas historias que hace años nos solían contar tan bien.

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