'Invasor', en tierra hostil

'Invasor', en tierra hostil
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En el cine español reciente la apuesta por el cine de género puro y duro está dando excelentes resultados y demostrando que ese es el camino a seguir. Películas como ‘Celda 211’ (Daniel Monzón, 2009), ‘Secuestrados’ (Miguel Ángel Vivas, 2011) o ‘No habrá paz para los malvados’ (Enrique Urbizu, 2011), entre otras, son films que nada tienen que envidiar a thrillers provenientes de otros países, y que cuentan además con los suficientes elementos para ser éxitos a cualquier nivel. Curiosamente dos de ellos están producidos por Vaca Films, en este momento la única productora patria con las ideas claras en lo que ofrecer al público. A priori, su última producción ‘Invasor’ (Daniel Calparsoro, 2012) parecía otra buena muestra de género, esta vez con rodaje en A Coruña, ciudad en la que Vaca Films tiene su sede, y en la que por cierto vive un servidor.

Recordemos que hacer una película no es fácil. Se necesita dinero, talento, perspectiva, tiempo y sobre todo amigos. El sólo intento de levantar un film es ya de por sí loable, que no se nos olvide nunca. Pero esta vez no puedo estar de acuerdo con la supuesta calidad de ‘Invasor’, tantas veces cacareada en Internet, lo cual no tiene nada de malo si tenemos en cuenta que el cine evidentemente además de arte es también un negocio. Mi principal miedo residía en el director elegido para el film, Daniel Calparsoro, firmante de algunos bodrios con Najwa Nimri —sin duda lo mejor de ellos—, aunque debo reconocer que cuando vi el tráiler albergué alguna esperanza, más tarde violada en el visionado del film. No es la primera vez que un tráiler, inteligentemente montado, supera con creces a la película.

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(From here to the end, Spoilers) Alberto Ammann da vida a Pablo, un soldado español en misión humanitaria en Irak, que tras un sangriento incidente en el que casi pierde la vida, es enviado de vuelta a su hogar junto con sus compañeros. Una vez en A Coruña será protagonista de una turbia intriga que intenta tapar un terrible hecho acontecido en el frente. Pablo no se detendrá ante nadie y ante nada para descubrir la verdad. Dicho así suena espectacular, a thriller de acción trepidante con mensaje incluido. Pero nada más lejos de la realidad. ‘Invasor’ no se sostiene desde su inicio, y una poderosa sensación de déjà vu e incredulidad se apodera de uno durante el visionado de un film que bebe de mil sitios sin asimilar bien dichas influencias.

Comparar esta película con algunas de la saga de Jason Bourne me parece de una crueldad sin parangón. Y todo por una escena que ha llamado incomprensiblemente la atención de todos: una aparatosa, que no espectacular, persecución por las calles de A Coruña, en la que el montaje caótico —alguien debió decirle a Calparsoro que Antonio Frutos y David Pinillos eran como Christopher Rouse, y se lo creyó— y los fallos de raccord ahogan sin compasión el supuesto impacto de dicho momento. Todo el mundo alaba también la fotografía de Daniel Aranyó, pero si a estas alturas el trabajo de fotografía en una película no es como mínimo sobresaliente, apaga y vámonos. Otro tema bien distinto es el uso de esa fotografía como elemento narrativo y no meramente estético.

A Calparsoro no es que le quede grande el film, es que le queda enorme. También es cierto que el paupérrimo guión de Jorge Arenilla y Javier Gullón, lleno de lugares comunes e ingenuo hasta decir basta, no ayuda mucho. El terrible secreto que esconde el pasado de Pablo no está mostrado con la suficiente fiereza por no decir que ha sido mil veces visto —en concreto en la reciente e inédita ‘Route Irish’ (id, Ken Loach, 2010), en la que curiosamente tiene un pequeño papel Najwa Nimri, y el suspense alrededor de un traumático hecho está bastante mejor narrado—; del mismo modo que el empeño del protagonista en destapar la verdad y dejar al descubierto la vergüenza de un poder que debería velar por nosotros, se me antoja casi ínfimo por resolverlo de una patada en el tramo final del film, que carece de emoción e interés. Dicho de otro modo, ‘Invasor’ no se moja lo suficiente.

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Respecto al trabajo actoral, no he visto otra película española reciente en la que prácticamente todo su reparto demostrase una desidia tan alarmante como en el caso de ‘Invasor’, como si no creyesen en lo que están protagonizando. Únicamente destacaría a Antonio de la Torre, actor del que todavía no se ha explotado todo su potencial —Alberto Rodríguez estuvo muy cerca en la magistral, esta sí, ‘Grupo 7’ (2012)— pero Calparsoro le hace protagonizar una de las escenas más ridículas de todo el relato, la de su asesinato. Por otro lado, comprobar que alguien de la talla de Karra Elejalde se pierde en tics y gestos exagerados es una de las peores experiencias del visionado de ‘Invasor’. Inma Cuesta es muy mona y Luis Zahera pide a gritos un film con protagonismo absoluto.

Sólo un plano me ha llamado la atención en la película, y es el plano final de ese soldado que a su regreso al mundo civil no es capaz de adaptarse —y que hace que la premiada cinta de Kathryn Bigelow, ‘The Hurt Locker’ (2008), me venga a la cabeza—; un plano final que deja entrever la barbarie de la guerra y la lamentable existencia de hombres a los que les gusta matar. Pero ahí el film termina, y antes de eso tenemos que presenciar desfachateces como mostrar un montón de planos efectistas de la cara de Alberto Ammann cada vez que se hace un flashback con el punto de vista de Pablo. Una de dos, o Calparsoro es muy mal narrador o toma al público por idiota. Cinco años sin hacer cine desde ‘Ausentes’ (2005) —película que debió haber dirigido Elio Quiroga y no él— y ahora regresa al campo de batalla con dos películas. Me temo lo peor de ‘Combustión’.

Eso sí, A Coruña queda de miedo en una película.

Otra crítica de ‘Invasor’:

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