Lawrence Kasdan: 'Te amaré hasta que te mate', el tropiezo

Lawrence Kasdan: 'Te amaré hasta que te mate', el tropiezo

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Lawrence Kasdan: 'Te amaré hasta que te mate', el tropiezo

‘Te amaré hasta que te mate’ (‘I Love You to Death’, Lawrence Kasdan, 1990) supone, a juicio de quien esto firma, el primer resbalón artístico de su director. No creo que estemos ante una mala película, pero sí ante algo muy lejano a la calidad de las obras anteriores de Kasdan, quien, por primera vez, se metía de lleno en el difícil género de la comedia. Y lo hacía reuniéndose con su actor fetiche, Kevin Kline, quien gozaba de fama mundial gracias a su hilarante personaje en ‘Un pez llamado Wanda’ (‘A Fish Called Wanda, Charles Crichton, 1988), por la que había recibido un merecido Oscar.

Kasdan parece, pues, querer subirse al carro del oportunismo aprovechando el tirón de Kline, haciéndole repetir un personaje con no pocas similitudes, entre ellas su “condición” de italiano. Como historia se parte de un hecho real acaecido en 1984, el de los intentos de asesinato de una mujer a su marido infiel, en el condado de Pennsylvania. Se trata del único guion cinematográfico de John Kostmayer, y la primera vez que Kasdan no participa en el libreto de una de sus películas. El resultado es muy irregular, con momentos geniales, pero en general con tendencia a la comedia fácil.

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El film no es más que la premisa de la que parte, sin desarrollar ni una sola de las reflexiones que parten de ella. Kline da vida a Joey Boca, dueño de una exitosa pizzería que, entre encargo y encargo, chapuza y chapuza, le es infiel a su mujer —personaje a cargo de una desaprovechada Tracey Ullman— a un ritmo sorprendente. La secuencia inicial en la que Joey, como buen italiano católico se confiesa, muestra lo proclive que es a ser infiel. La película sólo lo enseña una vez, precisamente en la que es pillado in franganti por su mujer, que decide entonces matarlo antes que permitir que sea de otra mujer. La película se centra por completo en la venganza en sí.

Una vez más Lawrence Kasdan cuenta con un reparto impresionante, pero esta vez, los ciñe a personajes muy simples y esquemáticos, todos con una misión muy concreta dentro del propio cliché al que pertenecen. Así Kline casi repite el rol del film de Crichton, y demuestra un completo dominio de gestos y fisicidad interpretativa, haciéndose por completo con la película. De hecho, cuando Kline no está presente, ‘Te amaré hasta que te mate’ es más bien aburrida; el resto de actores no son más que rostros conocidos. River Phoenix —con un personaje extraño y poco definido—, Joan Plowright —que tuvo que encarar la muerte de su marido, Laurence Olivier, durante el rodaje—, y sobre todo William Hurt y Keanu Reeves, no levantan el interés de la función por sí solos.

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Comedia tonta, a veces genial

De hecho, Kasdan desaprovecha por completo la oportunidad de redondear lo surrealista de la situación, de un hecho real que contado parece pura ficción, con los personajes de Harlan y Marlon (Hurt y Reeves), dos fumados que reciben el encargo de asesinar a Joey con una pistola. Los personajes parecen salidos de una comedia de Kevin Smith, y proporcionan algún instante asilado de ingenio —cuando se bajan del taxi, o las reflexiones frente a un Joey dormido por las drogas—, pero luego se abusa en demasía de ellos. Algo parecido sucede con el personaje de la madre de Joey —a cargo de Miriam Margolyes—, que parece existir únicamente para la secuencia de la bronca en el hospital. Extraño cuanto menos, en manos de Kasdan, tanta fragmentación y esquematismo, tan ir directo al chiste.

A partir de esta película, y durante tres títulos más, Owen Roizman se convierte en el director de fotografía de Kasdan, y sólo destaca en el prólogo. Ni siquiera la veterana Anne V. Coates logra imprimir con el montaje algo del brío frenético que se supone debe tener la historia. Sólo James Horner parece adaptarse bien al (pobre) material, ofreciendo un score ligero, de apuntes cómicos, y cambiar por completo en el tramo final —aquel en el que Joey le pide una segunda oportunidad a su mujer— y la música se vuelve eminentemente romántica, en una secuencia en la que Kasdan incluso cambia de tono, dando en el clavo con uno que sería mucho más adecuado.

Lo mejor de ‘Te amaré hasta que te mate’ es su corta duración y el citado Kevin Kline, que demuestra ser uno de los mejores actores de los últimos treinta años, dominando la comedia como nadie. Todo el tramo de los spaghettis con los botes de analgésicos, da a Kline la oportunidad de lucirse sin resultar histriónico, ni siquiera en esas medidas y calculadas expresiones faciales, siendo capaz de aguantar el plano un buen tiempo. Ver al actor mezclar, con envidiable facilidad, voz y gestos, es desternillante, mientras Kasdan hace lo posible por sostener una película que no parecía destinada a que él la dirigiera.

Con este gran actor, nunca lo suficientemente bien considerado, a la cabeza, Kasdan regresaría al año siguiente con una de las cotas más altas alcanzadas con su cine.

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