'Los próximos tres días', improvisado héroe de acción

'Los próximos tres días', improvisado héroe de acción
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He aquí un producto que, para variar, da justo lo que cabe esperar. Decíamos recientemente sobre ‘The Tourist’ que era un rotundo fracaso en todos los sentidos; mal escrito, mal dirigido, mal interpretado, una muestra del peor cine de palomitas que se fabrica en la industria norteamericana. A diferencia de esa cosa, ‘Los próximos tres días’ (‘The Next Three Days’, 2010) es puro entretenimiento, diseñado con oficio, basado en la fuerza de la historia y el conflicto del personaje principal, un relato lleno de nervio con momentos de mucha emoción, cuyo principal cometido es mantener al espectador pegado a la pantalla. No es ninguna maravilla, está claro, pero es que sus pretensiones son otras, y las cumple.

‘Los próximos tres días’ es un remake estadounidense de la francesa ‘Pour elle’ (2008) que ha escrito y dirigido Paul Haggis, un veterano y respetado profesional ganador de dos Oscars por los guiones de ‘Million Dollar Baby’ y el guion y la producción de ‘Crash’, película que también dirigió; a ésta la siguió ‘En el valle de Elah’ (‘In the Valley of Elah’), una obra que en lugar de consolidarle, dejó claramente de manifiesto que se le da mejor escribir que encargarse de la puesta en escena. Haggis, que tiene entre manos el remake de ‘Celda 211’, parece abandonar con su cuarto largometraje la senda del drama serio y académico para adentrarse en uno más abiertamente comercial, haciéndose cargo de un thriller cuya historia (con media hora más de metraje respecto a la original) le da pie para probarse como cineasta de acción. No se viene abajo la película, pero desde luego pierde fuerza desde el momento en el que el protagonista se transforma en un improvisado héroe capaz de poner en jaque a todo el departamento de policía.

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Al igual que la película francesa, ‘Los próximos tres días’ arranca con la agónica voz de un joven herido de muerte, si bien la cámara se centra en el conductor, un hombre cuyo rostro desencajado está manchado de sangre, que intenta llegar cuanto antes a un hospital. Al acabar la escena, el relato retrocede tres años, para explicarnos cómo ha llegado el protagonista a esa dramática situación, la primera en la que toma verdadera conciencia de dónde se ha metido y qué debe hacer para seguir adelante; o dicho de otra forma, en qué le han convertido las circunstancias. El profesor de literatura John Brennan (Russell Crowe) tiene una vida feliz con su esposa Laura (Elizabeth Banks) y su pequeño hijo, hasta que una mañana, repentinamente, todo cambia por completo.

Laura es arrestada por un asesinato del que se declara inocente, si bien las pruebas apuntan claramente a ella (huellas en el arma homicida, sangre en su abrigo) y hay un testigo que la vio marcharse del lugar del crimen. La mujer es declarada culpable y el caso parece totalmente resuelto, pero su marido no ha perdido la esperanza. Con una fe inquebrantable, seguro de la inocencia de su esposa, y apoyado en la realidad que ha decidido construir para sí mismo (como hiciera el Quijote, personaje del que habla a sus alumnos), John deja de lado el ineficaz sistema legal (su abogado es la viva imagen de la derrota) y comienza a preparar un arriesgado plan para sacar a Laura de prisión. Reúne todo el dinero del que dispone, habla con un experto en fugas carcelarias (Liam Neeson, en un estupendo cameo) y sale a la calle a buscar todo lo que necesita para recuperar a su mujer, lo que no resultará nada fácil.

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El pensamiento racional destruye el alma“, llega a decir John, convencido. Su ciega determinación, y la imposibilidad de aceptar una vida sin su esposa, lo llenan de energía cuando cualquier otro habría abandonado, se habría rendido a la lógica, habría considero una locura planear la fuga. Hay que armarse de un poco de esta irracional confianza en las posibilidades de un hombre corriente que debe superar todo tipo de obstáculos para lograr su propósito, si se quiere disfrutar de principio a fin esta agitada peripecia que pasa del drama familiar al thriller puro y duro. Crowe (que parece haber recuperado los kilos perdidos en ‘Robin Hood’) está impecable, muy natural, y creíble en las escenas de acción, lo que ayuda notablemente a la verosimilitud del relato, si bien no escasean en el excesivo metraje los momentos en los que uno casi debe silbar y mirar para otro lado (la escenas de la furgoneta y el informe médico), si no se quiere arruinar por completo el convencional, a ratos muy efectivo, entramado dispuesto por Haggis.

Lo más interesante, lo mejor narrado, de ‘Los próximos tres días’ es toda la primera parte en la que asistimos al duro golpe que transforma la vida de John, y en la que, creyendo siempre en la inocencia de su mujer, nos aferramos a la voluntad del protagonista para creer que cualquier cosa es posible, por amor. Pero esto no deja de ser un producto industrial, así que no falta el espectáculo con tiros y persecuciones (no muy inspirado, parece destinado al consumo televisivo), siendo la parte más floja de la película, a punto de caer en el ridículo cuando, para cerrar el relato, se explica demasiado. Haggis no confía en la inteligencia del espectador y necesita aclarar hasta lo más obvio (como que el padre de John, encarnado por Brian Dennehy, sabe más de lo que dice). Es injusto que el film haya fracasado en la taquilla de EE.UU., pero puede servir para que sus responsables (Danny Elfman también puede hacerlo mejor) se pongan las pilas con su próximo trabajo.

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