'Marty', cuando amas por primera vez

'Marty', cuando amas por primera vez
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A veces hay películas, que sin ser perfectas, se te quedan grabadas en la memoria por muchas y diversas razones, por que lo que te cuenta te ha encandilado, por una interpretación, o por la dirección, da igual, la razón que sea. Hace poco, uno de nuestros lectores más asiduos y luchadores, MASP, me preguntó por esta película, 'Marty', y ni corto ni perezoso me puse a visionar este clásico de Delbert Mann, que en 1955 se hizo con cuatro Oscars, entre ellos mejor película, director y actor, saliéndose ese año la Academia de lo típico, al premiar un film en apariencia "pequeño" como éste.

Pequeño porque sus pretensiones son mínimas, y prácticamente cuenta una anécdota que transcurre en apenas dos días, y lo hace con tal acierto y con una sensibilidad tal, que la historia se hace universal, llegando a todo tipo de público. Marty es un hombre de 34 años, con algo de peso y no muy agraciado, enormemente amable y cariñoso, que no tiene suerte en el amor. Sus sábados por la noche son de lo más rutinario, y su existencia se limita a trabajar en una carnicería y cuidar de su madre, con la que vive. Hasta que, casi por accidente, conoce a una mujer en su misma situación.

Delbert Mann ya había dirigido una versión para la televisión dos años antes, con Rod Steiger en el papel principal, y lo cierto es que la película tiene ciertos ecos televisivos, sobre todo en la técnica, muy típicos de la época. Recordemos que Mann fue ante todo un director de televisión, aunque su huella en la pantalla grande nos ha dejado grandes recuerdos, como el que nos ocupa, o la también increíble 'Mesas Separadas', de la que ya os hablé en su momento, y en la que también había ciertos tics televisivos. Lo que destaca sobre todo es la delicada sensibilidad del director a la hora de tratar un tema que podría haber caído en el más grande de los ridículos, o incluso en la manipulación en la que suelen caer este tipo de films. Pero no, nada de eso hay en 'Marty'.

Ernest Borgnine está impresionante en el personaje central, logrando una de sus mejores interpretaciones y eso en este actor es mucho. Además logra traspasar la pantalla como pocas veces eso se ha logrado, dando la sensación de que al actor no le ha costado ni lo más mínimo realizar su papel, logrando la meta de todo actor: que el público vea a un personaje olvidándose de quién lo interpreta. Él es la absoluta estrella de la función, con un personaje en el que en cierta medida todos podemos sentirnos identificados, si no es por su físico, por sus dudas a la hora de relacionarse con el sexo opuesto, y que todos sentimos una primera vez. Atención a la escena en la que después de su primera gran cita (no acordada, son las mejores) él vuelve lleno de felicidad a casa como si fuera un jovencito locamente enamorado y lleno de ilusión, con más ganas de ayudar a los demás de las que ya tenía antes.

La película tiene una importancia histórica dentro del cine americano por ser la primera vez que el realismo, por así llamarlo, hacía acto de presencia en un film de una forma tan poderosa, llegando a un nivel de naturalismo visiblemente patente, sin duda uno de sus grandes aciertos. Como también lo es su corta duración, poco más de hora y media, muy bien condensada, donde hay tiempo de sobra para hablar de todo: el primer amor, el rechazo del sexo puesto, los celos de los amigos, la protección de una madre, el agobio de una suegra, los problemas matrimoniales, y sobre todo, el darse cuenta o no de cuándo la felicidad llama a tu puerta, y a pesar de lo que te digan, maldigan o bendigan, debes abrir esa puerta sin importarte nada más.

Esta noche, como todas las noches desde 1955, Marty llamará por teléfono al amor de su vida, a lo más importante que le ha pasado jamás, y no tendrá miedo de lo que dicen de él, nunca más volverá a dudar, y con esa certeza se enfrentará a todo lo que haya de venir, sea bueno o malo. Esta noche Marty escogerá ser feliz, aunque no lo consiga.

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