'Prince of Persia: Las arenas del tiempo', aburrida superproducción veraniega

'Prince of Persia: Las arenas del tiempo', aburrida superproducción veraniega
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Menudo año llevamos. En apenas dos semanas se han estrenado ya en nuestro país dos de las superproducciones más esperadas de este 2010, y el resultado no puede ser más decepcionante. Prácticamente todo lo que decíamos de ‘Robin Hood’, la nueva versión del mito dirigida por un desganado Ridley Scott, lo podemos repetir ahora para hablar de ‘Prince of Persia: Las arenas del tiempo’, desalmado blockbuster veraniego con el que Jerry Bruckheimer y la Disney pretenden repetir el fenómeno taquillero de la trilogía ‘Piratas del Caribe’ (y eso que ya están preparando la cuarta, y posiblemente la quinta y la sexta).

Desde luego, las similitudes entre ambos productos existen, incluso hay un personaje muy parecido al capitán Jack Sparrow (el jeque Amar, a quien da vida un divertido Alfred Molina), aunque en el fondo todo consista en intentar imitar el estilo de las intensas aventuras de las sagas de Indiana Jones y Star Wars. Sin embargo, mientras que los guionistas de ‘Piratas del Caribe’ lograban a ratos (en la primera y la segunda entrega) alcanzar ese nivel de emoción y diversión, de magia, oscuridad y espectáculo, los de ‘Prince of Persia’ (Doug Miro, Carlo Bernard y Boaz Yakin) apenas se acercan, tristemente faltos de imaginación y de pasión, con toda seguridad ahogados por las exigencias y las brillantísimas ideas de los avariciosos productores, a los que ya sabemos qué les da igual la historia, la coherencia, y por supuesto, el cine.

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Basada en el popular videojuego de Jordan Mechner, ‘Prince of Persia: Las arenas del tiempo’ (‘Prince of Persia: The Sands of Time’) nos presenta al valiente príncipe Dastan, un joven de origen humilde que en medio de una batalla, por casualidad, encuentra una poderosa daga, un regalo de los Dioses con la cual se puede volver al pasado. Acusado de asesinar a su padrastro, el rey de Persia, mientras se celebraba una importante conquista militar, Dastan escapa junto a la bella Tamina, guardiana de la daga mágica, y juntos emprenderán un viaje en el que tratarán de evitar que el arma caiga en las manos equivocadas, pudiendo provocar el enfado de los dioses y el fin del mundo.

Tal trama, que ya aburre con solo escribirla, es el punto de partida de una interminable, caótica, sucesión de secuencias supuestamente espectaculares (porque hay muchos efectos visuales) que se interrumpen por otras presuntamente dramáticas y cómicas (porque los actores hablan). Casi nada funciona, casi nunca se consigue ese propósito de entretener, de meterte en la historia, de tenerte pegado a la pantalla siguiendo cada instante de una fantástica y exótica aventura. Y esto es así no sólo porque el guión está repleto de situaciones previsibles y soluciones inverosímiles (el plan del villano es realmente absurdo), o porque los mismos protagonistas no están implicados en lo que hacen, posando más que actuando, sino porque detrás de las cámaras hay un director mediocre que sencillamente no sabe lo que hace.

El británico Mike Newell ya demostró que era un realizador incompetente para encargarse de una superproducción cuando tomó el relevo de Alfonso Cuarón en la saga de Harry Potter y filmó ‘El cáliz de fuego’, posiblemente la peor entrega de las que hay hasta ahora. Sin embargo, aquí lo tenemos otra vez, orquestando y destrozando otro blockbuster. Su ‘Prince of Persia’ es una película atropellada, torpe, mal narrada y realmente insoportable cuando explota la acción. Porque este tipo es otro que no sabe rodar acción, que cree que eso es cortar la escena en mil pedazos y meter mucho ruido. El asalto inicial, por ejemplo, del que ni siquiera nos muestran cómo empieza, es un completo despropósito en el que no se ve nada y en el que los personajes van de un lado para otro sin que sepamos por qué, resolviendo todo tipo de problemas imposibles en apenas un instante. No se entiende nada, y da igual, porque en seguida ya estamos en otra cosa.

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Tampoco ayuda que el protagonista sea poco menos que un superhéroe, casi vuela cuando salta, es incansable, puede estar días sin alimentarse y es capaz de encontrar una aguja en el desierto. Es difícil implicarse en una película cuando todo gira en torno a un personaje que siempre está impecable, al que ni siquiera se le despeina la melena, y que además está interpretado sin brillo por un actor que no encaja en el papel. Porque lo cierto es que tampoco han estado muy acertados con el casting. Jake Gyllenhaal se limita a explotar el físico que trabajó para ‘Jarhead’, descuidando la interpretación y la química con su compañera Gemma Arterton, que tampoco hace mucho más que sacar morritos en cada escena. Queda claro que estos dos están ahí para algo diferente que actuar, insertándose incluso planos gratuitos para que se luzcan aún más (Gyllenhaal protagoniza una gratuita pelea callejera a pecho descubierto, y Arterton luce curvas en una escena que no sirve para nada en la que ambos van disfrazados por el desierto durante unos instantes).

En medio de tanto ruido y sinsentido (la daga es el objeto más preciado del planeta, pero va de mano en mano con suma facilidad), resulta una gozada la participación de Alfred Molina y Ben Kingsley, con cuya simple presencia se apropian de la pantalla, robando el protagonismo a los dos jóvenes maniquíes. Los dos veteranos actores dan vida a dos personajes igual de absurdos que el resto, pero logran disimularlo con su carisma y experiencia, viviendo el momento a pesar de todo y regalándonos los mejores momentos de la película (ojo a los gestos de Kingsley cuando visita a los Hassansin o a esa desternillante escena de Molina con el avestruz). Gracias a ellos se consigue soportar una película que dura menos de dos horas pero que llega a hacerse eterna con tanta tontería junta (uno sueña con tener la daga y retroceder hasta el momento en el que decidió entrar en la sala), y en la que ni siquiera destacan los escenarios, resultando todo muy tosco y falso, cartón piedra digitalizado.

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Imagino que los fans del videojuego podrán disfrutarla un poco más, viendo en la gran pantalla la historia a la que han jugado previamente (si es que se parece en algo), y los que se contenten con lo mínimo siempre que haya muchos efectos y actores guapos, pues igual tampoco se aburren, porque como suelen decir, el cine es para comer palomitas (¿a que sí?), pero el resto no creo que encuentre más que bostezos y desesperación en esta ‘Príncipe de Persia’, que es bastante peor de lo que cabía esperar. Por ahora nos seguimos conformando con la correcta ‘Iron Man 2’, mientras se acerca el estreno de lo nuevo de Christopher Nolan, quizá el único que aún nos puede ofrecer un gran espectáculo “made in Hollywood” este año.

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