'Ripley' prometía ser la mejor miniserie de 2024 y no llega a tanto. Andrew Scott brilla en un notable thriller de Netflix que pone a prueba la paciencia del espectador

'Ripley' prometía ser la mejor miniserie de 2024 y no llega a tanto. Andrew Scott brilla en un notable thriller de Netflix que pone a prueba la paciencia del espectador

Esta nueva adaptación de la novela de Patricia Highsmith luce de maravilla pero tiene alguna debilidad narrativa

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Ripley Cartel Netflix

Uno de los personajes más populares de la literatura de suspense del siglo XX es Tom Ripley. Creado por Patricia Highsmith para la novela 'El talento de Mr. Ripley', apareció posteriormente en cuatro libros más, pero la primera de ellas es la más popular con diferencia. En su momento ya tuvo dos adaptaciones cinematográficas, la primera liderada por Alain Delon en 1960 y la segunda en 1999 con Matt Damon comandando el reparto.

Ahora es el turno de una versión televisiva en Netflix, aunque lo cierto es que la plataforma no se hizo con ella hasta una vez ya finalizado su rodaje. Por ello, 'Ripley' tiene un acabado técnico y visual diferente al que estamos acostumbrados en Netflix, algo a lo que también ayuda la enorme implicación de Steven Zaillian ('The Night Of'), quien escribe y dirige los ocho episodios de esta esperada miniserie.

Luces y sombras de 'Ripley'

En esta ocasión es Andrew Scott quien asume el apetitoso personaje de Tom Ripley, un papel que requiere de una interpretación bastante matizada para lograr captar toda su grandeza. En ningún caso dudaba de que Scott fuera una buena elección, pues lleva años demostrando su enorme versatilidad -menuda diferencia del cura sexy de 'Fleabag' al desatado Moriarty de 'Sherlock'- y aquí sabe captar muy bien la esencia del personaje.

Sería muy fácil reducir a Ripley al rol de villano advenedizo, pero es un personaje con un magnetismo especial y Scott demuestra tener aquí el tacto necesario para que esa ambivalencia moral de la que hace gala en todo momento resulte fascinante. Eso sí, es un acercamiento algo diferente, tirando menos de encanto y ofreciendo una visión más madura del mismo, dejando de lado la impetuosa juventud de la primera novela.

Además, Zaillian no tiene problemas en dedicar todo el tiempo necesario para que eso matices también se reflejan en imágenes, jugando a crear un clima inquietante desde un enfoque relajado. Es una decisión llamativa, motivada seguramente en parte por la necesidad de llegar hasta 8 episodios, y que tiene tanto sus ventajas como sus problemas.

Ripley Escena

Por un lado, 'Ripley' es irreprochable en el apartado formal, desde el meticuloso trabajo de puesta en escena de Zaillian hasta la impecable fotografía en blanco y negro de Robert Elswit -ganador del Óscar por su trabajo en 'Pozos de ambición'-. Pronto queda claro que esto último no se trata de un simple capricho por parte de Zaillian y ayuda a dotar a esta miniserie de una voz propia a la hora de enfocar la historia de su protagonista.

Además, visualmente llega a resultar muy hermosa en algunos momentos, encontrado en esa ritmo pausado un gran aliado para ello para dotar a la serie de un toque evocativo en más de una escena. Sin embargo, en lo narrativo surgen ciertos problemas, pues eso también lleva a que se deleite más de la cuenta en ciertas escenas sin que hay nada que realmente lo justifique. Ahí puede llegar a hacerse redundante o incluso caer en cierta languidez que juega en contra de las intenciones perversas del relato.

Eso es algo que también resta energía a 'Ripley', ya que su naturaleza contemplativa puede llegar a convertirse en una losa para algunos espectadores. Como apuntaba antes, estamos ante un título bastante diferente a lo habitual en Netflix, pero eso no quiere decir necesariamente que sea mejor. Sí que demuestra tener personalidad y no tiene problemas en llevarla hasta sus últimas consecuencias, pero aquí eso se convierte en un arma de doble filo.

Andrew Scott Ripley

Por suerte, lo positivo acaba imponiéndose, tanto por el buen trabajo de Scott como por su muy esmerado acabado visual y formal, luciendo además muy bien las diferentes localizaciones italianas en las que se rodó. Al final su único pecado es que uno quizá no conecte del todo con la propuesta de Zaillian y que el resultado final no está tan inspirado como algunas de sus partes.

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