Sitges 2010 | 'A Serbian Film' (Srdjan Spasojevic) y 'Red Nights' (Julien Carbon y Laurent Courtiaud)

Sitges 2010 | 'A Serbian Film' (Srdjan Spasojevic) y 'Red Nights' (Julien Carbon y Laurent Courtiaud)
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Sigo con el repaso a las películas que pude ver durante la 43ª edición del festival internacional de cine fantástico de Sitges. En esta ocasión os voy a hablar de dos títulos que se proyectaron durante la jornada del día 14, que llevaban la etiqueta de provocadoras y violentas. A las doce de la mañana tuvo lugar el pase de ‘A Serbian Film’, una brutal salvajada dirigida por Srdjan Spasojevic, según él, para dar una imagen de su actual país, y a las seis de la tarde pudimos ver ‘Red Nights’, un peculiar cóctel de cine negro realizado por Julien Carbon y Laurent Courtiaud, que competía en la sección oficial.

‘A Serbian Film’, espectáculo de violencia enfermiza

El arranque de ‘A Serbian Film’ (‘Srpski Film’) es una declaración de intenciones. Una joven en un callejón sucio y mal iluminado; aparece un tipo y la chica se derrite automáticamente a sus pies, empezando una serie de actos sexuales propios de una película porno: felación, sexo por delante, por detrás, etcétera (actos en los cuales el hombre somete, con más o menos dureza, a la mujer, que siempre demuestra gran placer). En realidad, todo eso es una película porno. Se amplía el encuadre y vemos que la acción sucede en una pantalla de televisión, y comprobamos que el espectador es un niño, que devora las imágenes con una mezcla de curiosidad y culpabilidad. Sabe que no debería estar viendo eso, pero no puede evitarlo, tanto el romper la norma como el sentir cierto placer. Así empieza un retorcido relato que busca la provocación y el escándalo toda costa, jugando con los elementos del sexo, la violencia y la inocencia (infantil y adulta).

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Enseguida entran los padres en la habitación, apagan la televisión, sacan la cinta de vídeo, y con un tono de ligero reproche le dicen al chaval que hizo mal, que no debería ver las películas de su padre. Y es que su padre era el tipo que estaba “pegando” a la chica en aquel callejón (así lo entiende el niño, y parcialmente tiene razón). Milos (Srdjan Todorovic) fue una estrella de la industria del cine X, el actor más popular y cotizado del género en Serbia. Aunque ahora es un feliz padre de familia, aún mira con nostalgia sus trabajos (incluso en la cama con su mujer, que le pide que la use como a una de esas actrices), tiene la sensación de que ha pasado su mejor época. Además ya se ha dado cuenta que el dinero que ahorró se está agotando antes de lo previsto. Así que cuando le proponen volver al porno, por una gran suma, decide aceptar. Lo que no espera es que está a punto de sumergirse en una auténtica pesadilla, no apta para estómagos sensibles, ni siquiera normales.

El rodaje de una película fuera de lo corriente será la excusa para dar rienda suelta a un festival de escenas brutales. Milos cree que ha sido contratado para hacer lo mismo que hacía antes, sexo con actrices, pero se ha metido en un sádico experimento extremadamente violento (con mujeres y niños como víctimas) que sacará al monstruo que hay en él. Pensad en la escena más desagradable que se os ocurra y acertaréis, está en ‘A Serbian Film’, la película más repugnante y enfermiza que he visto en mi vida. Entiendo la polémica que ha originado (buscada desde el principio por Spasojevic) pero no comparto ninguna de las dos posturas enfrentadas. No estoy en contra de que se filme algo como esto, me parece ridículo, pero tampoco estoy de acuerdo en afirmar que no pasa nada, que la película es inofensiva. No lo es, las imágenes nos afectan, lo queramos o no, sean verdaderas o ficticias. La persona que va a ver ‘A Serbian Film’ no será la misma después de verla. Dicho esto, allá cada uno.

‘Red Nights’, placer y codicia

Después de ver ‘A Serbian Film’, cualquier película parece blanda, y eso es una muestra de lo que os decía, el cine no es inofensivo, puede afectar, transformar y alterar nuestra visión del mundo, puede cambiarnos, más de lo que pensamos. Decimos que no pasa nada, pero si estamos viendo telediarios a la hora de comer, es que ya hemos pasado una importante barrera. Hay en ‘Red Nights’ una escena muy violenta que recuerda mucho a la siniestra ‘Audition’ (Takashi Miike, 1999); ya en la segunda mitad del film, una de las protagonistas es inmovilizada gracias a una poderosa droga, y empieza a ser torturada, cortan y mutilan su cuerpo, lentamente, como un juego. Es un momento diseñado para desagradar, para impactar, y está muy bien hecho, parece que ocurre de verdad, pero os aseguro que lo estaba viendo y me resultaba indiferente. Como si estuviera viendo a alguien preparar el desayuno.

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‘Red Nights’ (‘Nuits rouges du bourreau de jade’) es el debut en la dirección de Carbon y Courtiaud, escritores y críticos de cine franceses que han trabajado como guionistas en Hong Kong. Su ópera prima está fabricada con múltiples ingredientes e intenta moverse entre el cine negro y el terror, el erotismo y la perversidad, acertando sólo parcialmente. Intachable y muy atractiva en lo estético (estupenda fotografía de Ng Man-ching), con algunos momentos de gran belleza (el prólogo es impresionante, y la escena de la tortura tiene un comienzo filmado de manera exquisita), a la película le falta ritmo, agilidad, se hace lenta a pesar de durar poco más de una hora y media.

La historia gira en torno a tres mujeres (dos “femme fatales” y una pobre ingenua) cuyas vidas se cruzan por un misterioso tesoro. Engaño, robo, asesinato, todo vale en un peligroso juego de codicia y placer. Catherine (Frédérique Bel) mata a su amante antes de que éste se libre de ella, e intenta hacerse rica vendiendo la preciada reliquia; Carrie (Carrie Ng) hará lo que sea por conseguirla, siendo la única que parece saber para qué sirve, o para qué puede ser empleada. Un relato algo frío, animado no obstante por chispazos de acción y algunas situaciones inquietantes, siempre de la mano (con garras) de una villana que podría protagonizar su propia saga en Hollywood.

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