'Star Trek: En La Oscuridad' o lo que queráis

'Star Trek: En La Oscuridad' o lo que queráis
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El misterioso John Harrison (Benedict Cunderbatch) tiene una amenaza y una venganza respecto a la Federación y el capitán Kirk (Chris Pine) empieza a cuestionarse si en su nueva misión está trabajando para el bando bondadoso. Él y la tripulación de la Enterprise se encargarán de salvar a la Tierra de un sorprendente peligro.

Tras su relanzamiento en 2009, llega la esperada secuela de las aventuras de los exploradores de la nave espacial Enterprise y lo hace con un film del todo satisfactorio, rápido y realmente frenético. 'Star Trek: En La Oscuridad' (id, 2013) comienza con un prólogo que recuerda a las mejores y spielbergianas introducciones de Indiana Jones, en una de las cuales se nos recordó, con la letra y magia de Cole Porter, que todo marchaba o que todo valía. Ese parece ser el mensaje que J.J. Abrams da la audiencia.

Hay que admitir, para empezar, los defectos que tiene la película y que se resumen en una palabra: overplotting. O exceso de trama. Como el español carece de distinción entre el plot y la story, lo que sucede aquí es que mientras el equipo de guionistas, liderado por los ya habituales Roberto Orci y Alex Kurtzman y con la adición del talentoso Damon Lindelof, carga de tramas la película, soluciones argumentales apresuradas y demás exceso de equipaje narrativo para que el ritmo no pare.

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Poco importa, porque en lo importante triunfan: el prólogo demuestra con brillantez como consiguen implicar al espectador emocionalmente sin que pierda su capacidad (que uno diría recién descubierta) para el asombro con sus imágenes y sin que pierda de vista a los personajes. Cierto, la historia, una versión abramsiana de 'Skyfall' (id, 2012), no es más que una mezcolanza de elementos vistos acá y allá, pero aún así la rotundidad del director parece imponerse a todo lo demás.

Cierto, la película no es más que una estratégica recolocación de elementos más o menos reconocibles de la saga, desde el capítulo 'Semilla Espacial' hasta, por supuesto, 'Star Trek: La ira de Khan' (Star Trek: The Wrath of Khan, 1982) pero es tanta la distancia tonal, rítmica, estructural y actoral que hay entre ambas propuestas que resulta poco recomendable, incluso perezoso, caer en el dogmatismo del fan y no entregarse al talento, brillo y genio de Abrams y su equipo.

Hay referencias, también, a los episodios finales de 'Star Trek: La nueva generación' (1989-1993), indudable añadido de Lindelof al libreto y es que ya el guionista cargó de homenajes a esa serie su popular 'Lost' (2004-2006). Pero eso poco importa. O mejor dicho, no es el elemento que rige a la película sino el ansia de hacer una versión de la mitología para todos los públicos y es por ello que la película recoloca con descaro todas las piezas ya conocidas y las hace accesibles y transitables para todos los que no sintieron jamás ningún tipo de interés en la saga.

Como en cualquier película de Abrams, y más que nunca, esta es una historia de improbable amistad y no menos peligrosas alianzas, y como en los mejores episodios de 'Alias' (2001-2006) la línea que separa a lo uno de lo otro no está demasiado clara, ni es necesariamente la que los héroes desean.

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Por eso mismo, este vibrante y veraniego espectáculo termina resultando inolvidable, emotivo y por ende incluso clásico, porque en su memorable versión energética del grupo hawksiano y en su historia de traiciones aparentes hay una serie de elementos que son los que dotan a toda la aventura de importancia: un villano de grandísima entidad y sobriedad, encarnado por un actor británico cargado de talento y a las puertas de un seguro estrellato, y unos personajes inolvidables, desde los conocidos Kirk o Spock hasta el resto de la tripulación, de nuevo con una armonía actoral que rara vez sucede en este tipo de producciones. Chris Pine, por supuesto, está tan cerca de Harrison Ford que él solo puede encargarse de la película sin mayor dificultad.

Es cierto, en esta reinvención, Abrams ha dado más importancia a ellos que a sus habituales (y fuertes) heroínas feministas, pero al menos aquí Uhura tiene una divertida y mejor desarrollada historia de amor con su compañero Spock. En el mar de mazacotes veraniegos, esta nave espacial se desvela como la más perdurable de sus apuestas, y lo hace a hombros de lo inverosímil, de la aventura, de lo que queráis, pero lo consigue. A fin de cuentas, su cineasta siempre fue un amante del sentido de la maravilla y de las soluciones extremas.

A mis compañeros Mikel y Sergio les encantó, como no podía ser de otra manera.

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