Steve Jobs hizo historia, por lo que es lógico que el séptimo arte se haya fijado en varias ocasiones en su figura, sobre todo a través de varios documentales que intentan profundizar en su obra, personalidad o ambas cosas. Eso sí, no fue hasta su fallecimiento cuando en Hollywood surgió un gran interés en rodar un biopic suyo. Por desgracia, el resultado de ello fue la olvidable ‘Jobs’, y su flojo recibimiento, tanto comercial como, sobre todo, artístico, parecía que podía dejarnos sin una película en condiciones sobre él.
Afortunadamente, un nuevo proyecto no tardó en coger forma con David Fincher en la dirección y Aaron Sorkin en el guión, pero el primero acabó abandonándolo y finalmente ha sido Danny Boyle quien, tras un cambio de productora que amenazó con dejarlo en nada, se ha ocupado de hacer realidad ‘Steve Jobs’, una película aclamada por la crítica en Estados Unidos, pero que el público de dicho país prefirió ignorar. El motivo quizá sea por su enorme ambición que produce una mezcla de genialidad y prepotencia, aunque con bastante más de lo primero que de lo segundo, de la que haga gala.
La ambición de ’Steve Jobs’
Creo que sería un error dar demasiada importancia a la vinculación superficial de ‘Steve Jobs’ con ‘La Red Social’ (The Social Network), ya que ambas se centran en un genio tecnológico, no tienen problema en mostrar también su lado más negativo y además Sorkin se encargó de escribir ambas. También son dos películas muy ambiciosas, pero aquí se opta por hacerlo todo de una forma diferente, apostándose por una presencia omnipresente de su protagonista para ofrecer más un retrato de él que de su obra, la cual queda supeditada a matizar la arrolladora personalidad de Jobs.
Para ello, ‘Steve Jobs’ se centra en una serie de eventos esenciales dentro de la vida profesional de Jobs, más concretamente en los prolegómenos a la presentación de ciertos productos. Sorkin demuestra ahí no tener tanto interés en estos como en lo que aportan tanto al dibujo psicológico como al desarrollo de su protagonista, lo cual no duda en remarcar todo lo posible a través de esos afilados y elaborados diálogos que sospecho que para algunos espectadores acabará dando la sensación de que es una película en la que se habla mucho y se hace poco.
Todo se compensa elevando al máximo la intensidad, tanto en un trabajo de puesta en escena bastante aseado por parte de Danny Boyle como por el montaje de Elliot Graham, pero sobre todo por la utilización de la banda sonora de Daniel Pemberton. La película parece tener una constante necesidad de remarcar la importancia de lo que dicen los personajes y la música es el aspecto que más destaca para ello, algo curioso teniendo en cuenta que por sí misma no debería haber ido más allá de tener una importancia incidental, aunque se agradezca mucho el detalle de que se hay optado por amoldarse a cada diferente etapa de la función.
La tiranía de Aaron Sorkin
Por suerte, la mayor parte del metraje se logra una sincronía entre intenciones y resultados, lo cual provoca que la enorme ambición que supura ‘Steve Jobs’ de paso a una arrolladora genialidad que te atrapa y te obliga a dedicar toda tu atención al aluvión de información que te va dando. El problema es que esto no sucede de forma continuada y hay momentos en los que la cosa se viene abajo y el exceso de soberbia del que hace gala provoca que incluso uno sienta cierta antipatía hacia lo que te quieren vender –quien espere una mera reproducción de la realidad ya puede ir olvidándose-.
Es cierto que hay ocasiones en las que se produce porque se pierde el equilibrio con otros aspectos –pienso sobre todo en la banda sonora-, pero la mayoría de los mismos provienen del libreto de Sorkin, un guionista con mucho talento, pero que ni mucho menos es infalible. La cuestión es que en todo momento queda claro que ‘Steve Jobs’ es una película suya y no de Danny Boyle, por lo que seguramente haya tenido menos ataduras para desplegar tanto sus fortalezas como sus flaquezas sin que nadie le pusiera límites, tiranizando así el resultado final.
La buena noticia es que lo primero –sobre todo en cuestión de diálogos y de saber imprimir un ritmo inesperadamente vibrante sin sacrificar la profundidad de los mismos- predomina, pero por momentos avasalla al espectador y cae en ciertas concesiones para no sobrecargar demasiado el relato con los aspectos más negativos de la prepotencia de Jobs, que también están ahí, quizá con la idea de alcanzar algo parecido a la imparcialidad. Por ahí falla, pero sí que agradezco mucho que su tendencia al idealismo discursivo quedase de lado, aunque a cambio falte un verdadero cierre que una todo lo visto hasta entonces, ya que el adelanto de su próxima invención se queda como algo un tanto escaso.
La aportación de Michael Fassbender
No voy a negar que el fichaje de Michael Fassbender me resultó un poco raro en su momento, principalmente por su escaso parecido con Jobs, algo que la película tampoco disimula demasiado –es cierto que va mejorando según avanza el metraje, pero sin llegar nunca a una verdadera transformación física-. Sin embargo, eso es algo que pronto pierde relevancia ante la enorme y matizada interpretación de Fassbender que logra transmitir de forma impecable la imagen de Jobs que nos quiere vender Sorkin, y además lo hace asimilando los tics propios del fundador de Apple.
El resto del reparto también cumple con creces con su cometido, aunque es cierto que hay algún personaje un poco sacrificado –pienso por ejemplo en la madre de su hija a la que da vida Katherine Waterston- en aras de hacer que todo gire de forma incuestionable alrededor de su protagonista. De los demás es Kate Winslet la que sale mejor parada, tanto por ser la que tiene una mayor presencia en el relato como por su actuación, cuidando al máximo su complicado acento y sabiendo al mismo tiempo transmitir la frustración propia de su trabajo y la fascinación por el talento de Jobs.
En definitiva, ‘Steve Jobs’ es un biopic que por su sobredosis de ambición se contagia de la imagen de la persona que retrata: Un genio tan indiscutible como también lo era su prepotencia. ¿Podría haber sido lo primero sin lo segundo? Imposible saberlo, pero a la película le hubiera venido muy bien saber no caer en ciertos excesos de soberbia que impiden que llegue a ser esa gran película que sí es en no pocas fases. Con todo, una cinta muy recomendable siempre y cuando su apuesta formal no te resulte demasiado fría y distante.