Cuando uno piensa en Navidad suele imaginar nieve, suéteres calentitos, villancicos y cenas familiares alrededor de una mesa repleta de comida. Pero también está ese otro fenómeno muy real en la cultura popular: las películas navideñas que parecen brotar como setas cada año, incluso cuando fuera hace un calor que no invita precisamente a soñar con muñecos de nieve. Todo eso tiene un rey indiscutible dentro de ese subgénero televisivo, y su fórmula es tan singular como curiosa.
La cadena Hallmark Channel ha convertido la Navidad en todo un evento anual televisivo, y lo curioso es que muchas de sus películas festivas se ruedan cuando el termómetro indica pleno verano. Sí, esas escenas de calles nevadas, bufandas gruesas y paisajes blanco inmaculado suelen filmarse en julio o agosto, con decorados llenos de hielo falso, mantas blancas y camiones cargados de nieve artificial para que luzca como invierno cuando toque estrenar en televisión.
¿Por qué esta especie de Navidad adelantada al verano? La respuesta no es solo estética, sino práctica. Las películas de Hallmark no suelen tener presupuestos estratosféricos tipo Hollywood, rondando cifras bastante modestas en comparación con las grandes producciones cinematográficas, y lo habitual es que cada filme se ruede en apenas unas semanas.
En torno al presupuesto, algunas estimaciones sitúan que el costo no rebasa los 2 millones de dólares, una cifra que para un largometraje es relativamente baja y que obliga a un ritmo de trabajo muy intenso y bien afinado para sacar adelante docenas de películas cada año.
Ese enfoque de "hacer mucho con poco" implica que se busque aprovechar al máximo los incentivos fiscales de lugares como Vancouver o sus alrededores, donde buena parte de los rodajes tienen lugar debido a las ventajas económicas y a la disponibilidad de paisajes que pueden transformarse en pintorescos escenarios navideños.
En esos emplazamientos construyen, fotograma a fotograma, esas pequeñas urbes idílicas donde todo parece sacado de una postal navideña, aunque realmente el sol apriete fuera de cámara.
Cuando la edición es mejor que el guión
El montaje de estas películas es casi un arte en sí misma: hay que engañar a la cámara y al público, hacer que temperaturas veraniegas parezcan heladas, y lograr que los actores convenzan a la audiencia al lucir abrigos y bufandas. Para ello se combinan trucos varios como nieve artificial de distintos tipos (que resulta ser más barata que grabar en una locación nevada), iluminación fría que favorece la ilusión invernal y la planificación exhaustiva para rodar escenas que luego se ensamblan de manera efectiva en postproducción para acelerar su lanzamiento.
Al final, esa mezcla de Navidad en pleno agosto y veranos disfrazados de invierno no es solo un truco de producción, sino parte de lo que hace que Hallmark sea el rey indiscutible de las pelis festivas: sabe cómo recrear una época del año que muchos adoramos, aunque la rueda de la producción tenga que girar en sentido contrario al clima real.
Precisamente esa incongruencia de un invierno eterno rodado bajo el sol abrasador es parte de la magia que sigue atrayendo a su público año tras año y no sólo presumiendo de ser uno de los canales que mantiene a flote el sistema de cable en Estados Unidos, sino hasta cuenta con su propia ChristmasCon para los amantes de estas pelis.
Foto de Us Weekly
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