'Suro': cuando cumplir el sueño moderno de irse a vivir al monte trae destrucción, masculinidad tóxica y distancia emocional

'Suro': cuando cumplir el sueño moderno de irse a vivir al monte trae destrucción, masculinidad tóxica y distancia emocional

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Suro

Hay quien dice que valemos tanto como nuestros ideales, pero la realidad es que no dejan de ser papel mojado hasta que llega el momento de ponerlos en práctica. Dicho de otra manera: en Twitter somos muy buenos, pero son nuestras contradicciones lo que nos convierten en humanos. Y en 'Suro' Mikel Gurrea sabe muy bien de lo que está hablando. De lo moderno, lo rural, el racismo, el amor roto, el idealismo: en definitiva, las infinitas contradicciones que convierten la vida de sus protagonistas en un infierno en el que ellos solos se han metido.

El pueblo no es para mí

Elena e Iván son dos modernos ecologistas de ciudad que, por fin, después de mucho hablar, han decidido cumplir su sueño de vivir en una masía en mitad del campo, vivir de los alcornoques y crear un ambiente ecosostenible para vivir con su futura hija. Frente al semi-idílico retorno al pueblo que nos proponen este año cintas como 'Alcarràs', 'El agua' o la futura 'Secaderos', 'Suro' viene a recordarnos que no es oro todo lo que reluce, ni un cambio de lugar va a solucionar tus problemas más íntimos.

Pese a ser la primera película de Gurrea, tiene ya mano de profesional: en tan solo dos escenas podemos ver la unión entre la pareja protagonista, que parece inquebrantable. 'Suro' propone una destrucción a cámara tan lenta que tardas en ver lo que realmente está pasando: el paraíso se ha convertido en infierno, las personalidades firmes en simples esbozos de lo que eran y los ideales en absolutas contradicciones.

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Y para ello, Gurrea no desperdicia ninguno de los planos. Como si fueran corteza de los alcornoques, Iván y Elena no tardarán en empezar a distanciarse justo cuando más necesitaban estar juntos. El guion, por suerte, es lo suficientemente inteligente como para dejar que el espectador saque sus propias conclusiones y en ningún momento tiene una moraleja o una conclusión mascada que llevarte a la boca. Porque al final, la vida es un baile. Y tú eliges si moverte o quedarte a un lado sonriendo.

¡No corra, no, so alcornoque!

Nuestra pareja protagonista sabe perfectamente lo que tiene que hacer: ninguno de los dos son clasistas ni sexistas, ¡ni mucho menos racistas! Todo lo contrario: vienen de una cooperativa y están muy concienciados. El problema es que, precisamente para evitar el clasismo, Iván quiere trabajar con el resto de trabajadores y la masculinidad tóxica se abre paso. Y con ella, otras actitudes que nadie espera tener dentro de sí mismo.

Suro 2

'Suro' es maquiavélica con sus protagonistas, que poco a poco van perdiendo su empatía y sus primeras intenciones hasta convertirse en lo que realmente fueron durante todo este tiempo de manera inconsciente. Al final, la pareja no será la misma que cuando empezó la película, pero al menos habrán encontrado su lugar en el mundo... por mucho que, muy en el fondo, no sea el que esperaban.

Vaya con el señorito

La cinta vive y se regodea en los detalles. Por ejemplo, Iván dice que quiere trabajar como todos en la recogida de la corteza de alcornoque, no por ser uno más o por sentirse integrado, sino para "ganarse su respeto". Desde el primer minuto, la división que se crea entre jefes y trabajadores se diluye hasta un final en el que tienen que hacerse cargo de sus funciones. Esto es, por mucho que finjas y desees ser "uno más", si eres al que buscan cuando hay que tomar decisiones, jamás dejarás de tener conflictos de clase.

'Suro' navega entre conflictos de clase, raza y sexo sin especificarlo ni dar lecciones. Todo lo contrario, muestra la cara que otras películas jamás se atreverían a enseñar: la de que, por muy arraigados que estemos en nuestra conciencia social propia del siglo XXI, es mucho más fácil creer que somos buenas personas que, simplemente, serlo.

Es difícil sacar detalles negativos de una película que ha pasado mucho más desapercibida de lo que debería, y que culmina con uno de los planos más inconmesurables del cine español de los últimos años. No solo es una instantánea perfecta, sino que funciona como alegoría del viaje de unos personajes que se engañan a sí mismos de forma inconsciente. Pero, cuando están solos y se han quitado el disfraz que les encubría, ya no hay nada que pueda enmascarar su verdadero yo.

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