'The Program (El ídolo)', la ambición y la mentira

'The Program (El ídolo)', la ambición y la mentira

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'The Program (El ídolo)', la ambición y la mentira

Después de ver ‘The program (El ídolo)’ de repente encontré la respuesta a la pregunta que lleva rondándome la cabeza algún tiempo: ¿por qué se invierte tanto tiempo y dinero en hacer películas sobre súperhéroes de cómics en estos últimos años? Creo que es porque muchos de los héroes de la vida real al final acaban por defraudarnos… Al fin y al cabo son humanos y la excesiva ambición les lleva a cometer errores.

Esto fue lo le ocurrió a Lance Amstrong: tras superar valientemente un cáncer se propuso ser el mejor en lo suyo consiguiendo ganar siete tours consecutivos. Logró convertirse en una las figuras más famosas y valoradas del deporte pero al final la misma codicia que le hizo subir a lo más alto fue la que hizo descender hasta los mismísimos infiernos convirtiéndose en la gran mentira del ciclismo.

Un único y rotundo punto de vista

Plemons y Foster

‘The program (El ídolo)’ es obra del director británico Stephen Frears, que ya demostró su agudo talento a la hora de abordar la vida privada de los personajes públicos con 'La reina' ('The Queen', 2006). Si con esta cinta, el cineasta reflejaba las luces y sombras de la Reina Isabel y la monarquía británica mostrando diferentes puntos de vista de una misma historia, en ‘The Program’ todo es oscuridad. Un único y demoledor enfoque: Armstrong como el ser más despreciable y embustero sobre la faz de la Tierra.

La escena más convincente dramáticamente llega temprano, cuando con 25 años y en pleno inicio de su carrera como deportista, a Armstrong se le diagnostica un cáncer testicular con metástasis en el cerebro (éste es el único momento en el que nos apiadamos de él). Después de realizar un tratamiento agotador logró superar la enfermedad y creó su propia fundación (la Fundación Livestrong) a través de la que intentó dar esperanzas y aliento a otros pacientes de cáncer.

Pero muy poco tiempo después de recuperarse, vemos como el ciclista se reafirma en su determinación de ganar a cualquier precio, explotando a otros pilotos de su equipo y obligándoles a someterse al mismo peligroso programa de droga que él seguía, con el único fin de despejarle el camino hacia la victoria. Mientras esto sucedía, su victoria contra el cáncer y su labor filantrópica le servían como un poderoso escudo contra cualquier especulación o crítica contra él.

Los patinajes del guión

Ben Foster En The Program

John Hodge (famoso por guiones como el de ‘Trainspotting’ de 1996) toma como referencia el libro ‘Los siete pecados capitales: Mi búsqueda de Lance Armstrong’ escrito por el periodista deportivo irlandés David Walsh para confeccionar un relato que opta por situarnos directamente en los años 90, con Lance realizando sus primeras competiciones europeas.

Después de quedarse atrás en estos primeros intentos, Amstrong se da cuenta rápidamente de que sus rivales extranjeros están inflando los resultados de sus carreras, algo con lo que el médico y entrenador italiano Michele Ferrari (interpretado por el actor francés Guillaume Canet) parece tener que ver… Y él no parará hasta descubrirlo.

El guión de Hodge evita desde el principio hacer referencia a cualquier hecho de la vida y la personalidad de Amstrong (a excepción de la enfermedad por la que tuvo que pasar), sin embargo de golpe y porrazo pretende subrayar la buena racha del ciclista introduciendo en un determinado momento de la cinta a Kristin Richard, con quien aparece casado en la siguiente escena, así, sin más. A ella no se la vuelve a ver… ¿era necesario incluir esto, no era mejor haberlo dejado como estaba?.

'The Program', una vorágine audiovisual

Jesse Plemons

‘The program’ enmarca su narrativa como algo parecido a una persecución penal, con Walsh en papel de investigador obstinado y Armstrong como su presa difícil de alcanzar (aunque al final Walsh se rindiese y el escándalo se destapase al margen de sus investigaciones). Ben Foster, que siguió un riguroso proceso de documentación sobre su personaje (llegando incluso a consumir las mismas sustancias prohibidas que él), está más que convincente en su interpretación, gracias a sus gestos se le llega incluso a confundir con el propio Armstrong.

Hubiera sido interesante si se hubiera aprovechado mejor la aparición de ciertos personajes secundarios, como el de Floyd Landis (interpretado por Jesse Plemons, al que hemos visto recientemente en ‘Black Mass’) pero éste solo parece estar incluido para representar a todos aquellos que se mantuvieron en silencio (aunque Landis acabó denunciando). Por otro lado, un desaliñado (y desaprovechado) Dustin Hoffman aparece brevemente interpretando a un magnate de las promociones con mucho que perder por culpa de Armstrong.

En mi opinión, la historia de ‘The program’ es una vorágine de imágenes que se ve reducida a una conclusión demasiado apresurada (a pesar de los 102 minutos que dura la película) y que revisa fuera de los titulares de los periódicos las diferentes etapas de desintegración de Armstrong sin hacer apenas alusión a las consecuencias personales. Es interesante de ver, pero me sigo quedando con el documental de Alex Gibney, 'La mentira de Lance Armstrong' ('The Armstrong Lie', 2013).

Lo mejor: La trama de investigación del periodista David Walsh (aunque podría haber dado muchísimo más juego).

Lo peor: El montaje de Valerio Bonelli, que intercala las imágenes rodadas con otras de archivo pretende subrayar la locura y superficialidad del mundo del ciclismo pero acaba resultando un poco agotador.

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