Brad Pitt y Steven Soderbergh revelan que ver una película con David Fincher "es como ver un partido de fútbol"

Brad Pitt y Steven Soderbergh revelan que ver una película con David Fincher "es como ver un partido de fútbol"
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En las casi tres décadas de trayectoria cinematográfica desde que debutase en la gran pantalla con la caótica —y no por ello menos interesante— 'Alien³', David Fincher se ha ganado a pulso la fama que le sitúa como uno de los cineastas en activo más meticulosos, obsesivos y cerebrales; una serie de cualidades —o defectos, según se mire— que también parecen extenderse a su faceta como espectador.

En un interesante artículo especial centrado en el director, The New York Times ha recogido unas declaraciones de Brad Pitt, colaborador de Fincher en 'Seven', 'El club de la lucha' y 'El curioso caso de Benjamin Button', en las que el actor deja entrever que ver una película con él es casi tan intenso como compartir set de rodaje.

"Es uno de los [palabra malsonante] más divertidos que he conocido. Está todo el tiempo murmurando: 'Ese plano funciona. Esa transición está mal. ¿Por qué ibas a poner ahí el inserto del guante? ¡Estabiliza!'. Es como ver un partido de fútbol con Bill Belichick".

Aunque el bueno de Brad Pitt se quede con su lado cómico —llegando a compararle con el entrenador en jefe de los Patriots—, a Steven Soderbergh parece no hacerle tanta gracia la actitud del responsable de 'Mank'. Según cuenta, Fincher le invitó a su estudiod e montaje durante la postproducción de 'La habitación del pánico', y la experiencia no fue del todo placentera.

"David tenía un puntero láser, e iba señalando una parte de una pared en la parte superior del encuadre, diciendo, 'Eso es un cuarto de stop demasiado brillante'. Tuve que irme de la habitación. Tuve que salir fuera y respirar profundamente unas cuantas veces, porque pensé, oh, Dios mío... ¿Ver así? ¿Todo el tiempo? ¿En todas partes? No sería capaz de hacer algo así".

En lo que a mí respecta, podría vender mi alma sin pensármelo dos veces a cambio de disfrutar de una película junto al maestro Fincher —clase magistral incluida, claro está—. Aunque terminase perdiendo los nervios en el intento.

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