Los vampiros son uno de los monstruos o criaturas más fantásticas que más atraen incluso a los que no están especialmente atraídos por lo sobrenatural. Motivo por el cuál tienen un atractivo tan extendido. Al fin y al cabo, pocos han tenido tanta flexibilidad en tono, en contraste con unos muertos vivientes que tienden más hacia la supervivencia y de vez en cuando a la comedia.
La adicción a la sangre permite emplear a los succionadores como extensión de un romanticismo gótico o, incluso, la pasión desatada. Su inmortalidad abre puerta a cierto existencialismo sobre la condición humana desde la analogía. Autores de culto han metido sus zarpas a estos personajes, dando increíbles joyas como ‘Sólo los amantes sobreviven’.
Amando entre ruinas y ruido
Jim Jarmusch dio el salto al género fantástico con una aproximación muy artística y contemplativa de estas criaturas, aquí adquiriendo rasgos de vida a través de los protagonistas Tilda Swinton y Tom Hiddleston. Una de las grandes películas de este siglo que se pueden ver en streaming a través de Filmin y de Movistar+.
Distanciados espacial y emocionalmente, con Adam manteniéndose como músico clandestino en Detroit mientras Eve intenta disfrutar de las embriagadoras experiencias de Tánger, un matrimonio de vampiros se prepara para reencontrarse. Su amor y su pasión se ha extendido durante siglos, aunque ambos se replantearán su existencia rodeados de ruinas de todo tipo.
Las elecciones de un sitio milenario como Tánger y uno de los más azotados por la decadencia industrial y post-neoliberal como es Detroit permite a Jarmusch hacer una de sus mejores exploraciones del paso del tiempo, una de sus obsesiones más claras. Eso, y también como las personas intiman o se distancian a través de su ocupación del espacio y también del arte.
‘Sólo los amantes sobreviven’: explorando la vida
‘Sólo los amantes sobreviven’ aprovecha la inmortalidad de sus personajes para indagar en un existencialismo refinado, donde se dejan flotar en el aire cuestiones sobre qué nos motiva a seguir viviendo y, en consecuencia, a seguir amando. Todo creando un artefacto que expulsa al espectador medianamente casual, apabullado por las artes del cine trascendental y lento de Jarmusch así como sus inquietudes artísticas.
Pasiones abstractas que incluyen desde infinidad de libros hasta estructuras bellas en ruinas, así como toneladas de decibelios creadas por guitarras psicodélicas tocadas a todo lo que da el amplificador. Desde ahí crea un estudio de relaciones y emociones más que de personajes, mostrando como su mentalidad es única dentro del cine contemporáneo.
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