El Diablo Viste de Prada y la honradez está más buena que el pan

El Diablo Viste de Prada y la honradez está más buena que el pan
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Al igual que en 'The Guardian' en 'El Diablo Viste de Prada' se ha juntado a alguien veterano con alguien novato y se les ha enfrentado. Como el film va, o pretende ir, de moda, pues aquí cambiamos de sexo, cogemos a Meryl Streep, admirada por las viejas generaciones y a Anne Hathaway, admirada por las nuevas, y zas, película al canto. Ponemos al frente del proyecto a un señor que viene alabado por ser uno de los presponsables de la exitosa 'Sexo en Nueva York' y hala, ya tenemos a medio mundo convencido de que la cosa puede tener el suficiente interés como para gastarse más de seis euros en ir al cine a ver una película que se supone lanza una mirada crítica sobre ese frenético y caro mundo. Eso si nos dejamos enagañar, porque si antes de ir al cine pensamos un poco sacamos algunas conclusiones que nos pueden frenar en nuestro impulso de ver la película. Por un lado Anne Hathaway no es una garantía de calidad, la Streep cuando se pone a gesticular no hay Dios que la aguante y éste podría ser una de esa socasiones debido al papel que interpreta, y David Frankel, su director, dirigió hace años 'Miami', una película insoportable en la que jugaba a ser Woody Allen.

Ni por una cosa ni por otra yo me acerqué al cine a ver la película, movido por la curiosidad que me había provocado su peculiar trailer, el cual constaba de una escena casi completa de la película, la inicial, algo que me llamó la atención, y también a mucha gente que viendo dicho trailer llegaron a pensar que se habían equivocado de sala y estaban viendo otra película. Ahora que ya la he visto puedo decir que los que habies visto el mencionado trailer habeis visto prácticamente la película o lo mejor de ella. Todo lo demás es humo, o casi. Basada en el bestseller de Lauren Weisberger, la película narra cómo Andy, una chica sencilla acude a una entrevista en una importantísima redacción de una más importante todavía revista de moda. A pesar de que no pega ni con cola en ese mundo, la directora de la revista, un ser muy temido por todos sus empleados, la contrata. Poco a poco Andy se verá inmersa en un mundo lleno de zapatos, cinturones, pantalones, chaquetas, vestidos y demás prendas enormemente caras puestas en cuerpos de personas la mayoría de ellas odiosas. Un trabajo al que tendrá que dedicarse las 24 horas del día dejando de lado todo lo que le rodea en su vida privada, incluso, aquellos a los que quiere.

Una vez más, la historia no es para dar saltos de alegría, pero si su director hubiera tenido la garra narrativa que demuestra en sus primeros diez minutos la cosa hubiera ido por buen camino. Y es que la secuencia de inicio, la del trailer, está muy bien rodada. Tiene dinamismo, enseguida engancha al espectador para tenerlo pegado a lo que sucede en la pantalla. Sin embargo, y salvo en algún momento inspirado, la película va perdiendo fuelle de manera alarmante hasta terminar siendo lo de siempre. Ni mirada ácida ni crítica sobre el mundo de la moda, ni nada de nada. Y encima nos meten el típico mensaje aleccionador sobre las verdaderas prioridades de la vida, y que hay que ser buenos incluso con aquellos que te han tratado como una basura.

Su devenir sigue los derroteros más previsibles, a pesar de que la mencionada escena incial nos hace pensar lo contrario. Apenas hay nada en esta película que te coja por sorpresa. Incluso en su parte final, hay cosas mal explicadas y que están metidas a calzador, como dando la sensación de que el film duraba más y han cortado algunas partes, cosa que no me extrañaría. Pocas cosas merecen mención en la película y un de ellas son sus interpretaciones. Meryl Streep es la auténtica reina de la película, paseándose por ella con todo el buen hacer que le ha proporcionado la experiencia. A pesar de que el papel era arriesgado, ya que podría hacer que la actriz se pasase tres pueblos con el histrionismo, hay que decir que la Streep está muy comedida y fantástica. Ella poporciona algún que otro momento memorable, como el tremendo discurso que suelta después de que un personaje se ría de un cinturón. Impresionante.

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El personaje central está interpretado por Anne Hathaway, sobre la que he leído por ahí que puede ser la nueva Julia Roberts, cosa que no es nada desacertada, ya que este es el tipo de papel que le hubiera ido como anillo al dedo a la Roberts en sus años de gloria. Hathaway, que está de muy buen ver, aguanta muy bien el tipo frente a la Streep, aunque se pasa de sonrisas y su personaje es demasiado tópico. No es que haga una gran interpretación pero desde luego no hace el tonto como otras actrices de su generación. A su lado, el increible y camaleónico Stanley Tucci, como uno de los empleados de Miranda (Streep), está francamente sensacional. Ya es hora de que a este tremendo actor lo vayan recompensando con un Oscar.

Y ahí se acaba todo. El resto es más bien olvidable. Rankel no saca provecho de algunas de las situaciones. Ni siquiera la relación entre Streep y Hathaway está bien mostrada, con todo el juego que ésta podía haber dado es una verdadera pena. Por otro lado, muchos de los personaje secundarios están de relleno, y todos son unidimesionales, exceptuando, claro está, el mejor, el que interpreta Meryl Streep. Pero lo bueno hubiera sido que el principal, el de Andy, hubiera tenido más ambigüedad y no resultar tan evidente y claro. En ese aspecto, la película no se atreve a ir más allá y decide ser una típica comedia más con moralina incluída.

Una floja película, bastante decepcionante, que podría haber estado muchísimo mejor. El tema de la moda da para hacer de sobra una mirada ácida e incisiva sobre él, pero de momento no parece que haya ningún director que se atreva a ello, ni siquiera Robert Altman. Esta película también podría ser comparada con otras del estilo que versan sobre chicas jóvenes que quieren triunfar en algo, como por ejemplo la grandiosa 'Eva al Desnudo' o la estupenda 'Armas de Mujer', pero hay una clarísima diferencia con respecto a esas películas. En 'El Diablo Viste de Prada' al personaje principal no le gusta su trabajo, una pequeña trampa argumental que daña al enfoque del film.

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