'La Jungla 4.0', adaptándose a los nuevos tiempos

'La Jungla 4.0', adaptándose a los nuevos tiempos
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'Live Free or Die Hard' es el título original de 'La Jungla 4.0', penosa traducción que aquí le han puesto a la cuarta e innecesaria entrega de John McClane, ya que el error lo cometieron allá por 1988 cuando al magistral film dirigido por John McTiernan lo titularon 'Jungla de Cristal'; luego vinieron las secuelas y la cosa ya no se podía cambiar, sino el despistado espectador se iba a despistar todavía más. Ahora 12 años después de la tercera entrega, los listos productores decidieron que podían poner de nuevo al personaje en circulación, y el intento es loable. Todos sentimos simpatía por McClane y sus métodos expeditivos, y a pesar de que él (o sea, Bruce Willis) es lo mejor de esta nueva entrega, la cosa ya no es lo mismo. Se han pasado tres pueblos.

Adaptarse a los nuevos tiempos en el cine de acción significa hacer el más difícil todavía, dos mil planos por minuto, situaciones totalmente inverosímiles y cuanto más increíbles mejor. La perfección técnica de la que disponen hoy día este tipo de superproducciones ha dado paso a la superespectacularidad mal entendida. Ya no hay espectáculo del bueno, lo que hay es una enorme aparatosidad que ahoga prácticamente cualquier otro elemento de las películas. Y que nadie me malinterprete, con esto no digo que 'La Jungla 4.0' sea una mala película, pero desde luego no está a la altura de las otras tres entregas.

Esta vez el policía más socarrón de la ciudad deberá enfrentarse a unos terroristas informáticos que han decidido enviar a la humanidad a la Prehistoria, eliminando todo aquello que esté controlado por un ordenador. McClane, ayudado por un joven hacker que sabe cómo evitar una catástrofe de esas dimensiones, tratará de impedir que los malos malosos lleven a cabo su plan. Evidentemente por el camino destrozará un montón de cosas.

Y siendo coherentes con los tiempos que corren, John McClane se dedica a destrozar cuantas más cosas mejor mientras va gastando alguna que otra broma intentando atrapar a los villanos del film. Evidentemente es lo mismo que hacía en las otra entregas, y muy bien por cierto. Pero en esta nueva entrega lo hace a lo bestia, algo que no tendría la más mínima importancia si tras la cámara estuviese alguien con la personalidad de un John McTiernan o incluso aquel Renny Harlin al que Dios visitó para realizar la segunda entrega. Len Wiseman conoce muy bien lo que es ritmo, eso no se le puede negar, pero es un director totalmente impersonal que no le infiere al producto la más mínima alma. Y esto se nota terriblemente en algunas de las exageradísimas escenas de acción que contiene el film, que en vez de dejar con la boca abierta al espectador, lo que logran es que éste no dé crédito a lo que está viendo. Esto no quiere decir que Wiseman no logre un producto entretenido, faltaría más, y ciertamente estamos ante una película que se pasa volando y que ofrece dos horas de diversión aceptables. Pero algo más de garra no le hubiera venido mal, ya que una cosa es escribir escenas de acción a raudales y otra bien distinta filmarlas y hacerlas creíbles. Aquí se les ha ido la mano.

Como decía antes lo mejor de la película es un rejuvenecido Bruce Willis en el papel que le hizo famoso en la pantalla grande, aunque por momentos nos da la sensación de que podría haberla hecho otro actor en un papel de cualquier otro policía, y es que si hay algo realmente endeble en este film es su simple guión, el cual nunca termina de enganchar al espectador. Willis se ha declarado más de un vez en disgusto con la segunda y tercera parte de la saga y que ha decidido hacer una cuarta porque consideraba que el guión tenía algo bueno que contar. Realmente estamos ante la peor historia de la serie, con los peores personajes, los cuales, salvo el principal, no tienen fuerza alguna. Eso sí, hay que subrayar algún que otro apunte en la historia, verdaderamente acertado e inspirado, como cierto montaje de un discurso protagonizado por distintos presidentes de los E.E.U.U., y que es un dardo directo a ya sabéis qué y quién.

El resto de actores hacen lo que pueden por destacar en el producto, aunque realmente son todos muy olvidables. Hay que señalar que Justin Long no molesta demasiado al lado de Willis como compañero de aventuras, aunque las reacciones ante la hija de McClane son un poco ilógicas y no vienen a cuento. Timothy Olyphant hace el papel de villano, y no han podido escoger a un actor peor, ya que éste se pasa toda la película poniendo caretas cada vez que pasa por delante de un monitor, como queriendo dejar muy claro al espectador que él es el malo, cosa que desde luego es, aunque sin la fuerza necesaria. Maggie Q es su mano derecha, aunque únicamente sale para pegar unas cuantas patadas, dándole el toque oriental al film y ya está. Cliff Curtis pertenece al lado de los buenos, y es aquel que es más honrado que todos y que apoya a nuestro héroe bajo cualquier circunstancia. Por último, la especie de cameo que hace Kevin Smith podría habérsela ahorrado, ya que no tiene nada de particular.

Una película correcta, bastante por debajo de sus predecesoras, aunque tampoco es para echarse las manos a la cabeza. Podría haber estado muchísimo mejor si se hubieran currado una historia más atrayente y no tan simplona. Al menos pasas el rato decentemente y eso no es poco en los tiempos que corren. Eso sí, se echa de menos al John McClane de finales de los 80 y principios de los 90. Y tanto.

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