Las arrugas de Kurt Russell

Las arrugas de Kurt Russell
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“En realidad ya no busco proyectos de un estilo específico. Ya no me preocupo más de una carrera. Sólo procuro divertirme.”

A grandes rasgos, existen dos tipos de actores-estrella. Por un lado los actores-estrella considerados como grandes actores (y en algunos casos lo son, cuando quieren, véase Tom Hanks, Harrison Ford...aunque son los menos) y por otro los actores-estrella considerados como actores mediocres, que jamás pueden aspirar a conseguir un respeto por su interpretación, más allá de la popularidad y de la fama que les otorguen sus papeles. Pero entre esos supuestos actores mediocres hay algunos que siempre he considerado estupendos actores, tanto de acción, de filmes más serios o dramáticos, como en cómicos o incluso paródicos. Es decir, actores muy completos. Uno de esos es, en mi opinión, Kurt Russell, que de niño actor en televisión pasó a niño prodigio Disney, de ahí a actor taquillero de acción en los años ochenta, para pasar a estrella (injustamente) decadente en los noventa, y a conocer un progresivo olvido en la pasada década, trabajando finalmente con uno de los “resucitadores” más notables del cine actual, Quentin Tarantino, y ofrecer al público una interpretación de antología. Cuatro décadas de trabajo que han dado para mucho.

Aprovechando que estamos inmersos en un repaso a la carrera del gran cineasta John Carpenter, resulta obligatorio hacer un alto en el camino para repasar también, aunque sea brevemente, la carrera de su gran amigo Russell, con el que ha colaborado en algunos de sus proyectos más queridos y, posiblemente, más completos a todos los niveles. Parecía el destino que dos caracteres tan afines se encontraran a finales de los setenta, más aún con un papel que, de alguna forma, tanto ha significado para Kurt Russell en su carrera, pues la figura de Elvis Presley, además de obsesionarle de manera personal, ha sido recurrente en su trayectoria: desde su primera aparición, con once años, al lado de Presley en ‘It Happened at the World’s Fair’ (Norman Taurog, 1963), a un telefilme muy prestigioso que le valió no pocas, y muy merecidas, alabanzas; siguiendo con su breve pero inolvidable papel (desenfocado) en ‘Forrest Gump’ (id, Robert Zemeckis, 1994), y terminando, de momento, con su imitador ladrón de bancos de ‘Los reyes del crimen’ (‘3000 to Graceland’, Demian Lichtenstein, 2001). Pero Kurt Russell es mucho más.

En primer lugar es un interprete de acción y aventuras fantástico, y dentro de ese género ha sido capaz de desarrollar registros muy diferentes. Poco se parece el oscuro y silencioso Snake Plissken de ‘1997: Rescate en Nueva York’ (‘Escape from New York’, 1981) y ‘2013: Rescate en L.A.’ (‘Escape from L.A.’, 1997) al R.J. MacReady de ‘La cosa’ (‘The Thing’, 1982), probablemente uno de sus trabajos más completos. Y ninguno de los dos tiene absolutamente nada que ver con su magnífico trabajo en la infravalorada ‘Breakdown’ (id, Jonathan Mostow, 1997), en la que borda su papel de pringado en situación límite. Y por supuesto, toca registros nuevos en una de las películas más dignas del casi siempre anodino Ron Howard en ‘Llamaradas’ (‘Backdraft’, 1991). Hasta se atrevió con el western e hizo muy bien de tipo duro en la piel de Wyatt Earp en 1993, y ha sido capaz de dotar de emoción películas tan flojas como ‘Stargate: puerta a las estrellas’ (id, Roland Emmerich, 1994), que se dice pronto. Es decir, es bastante más estimable que la típica estrella de acción taquillera, sobre todo porque goza de un carisma natural en pantalla que ya quisieran muchos.

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En segundo lugar es un excelente actor de comedia, que sabe reírse a lo grande de sí mismo y de su condición de “macho man” en no pocas películas. Sobre todo en complicidad total con su amigo Carpenter, con el que filmó esa barrabasada gozosa de ‘Golpe en la pequeña China’ (‘Big Trouble in Little China’, 1986), que fue un fracaso en taquilla, pero en la que se nota que se lo pasaron en grande haciéndola. Su Jack Burton es el típico camionero grasiento y vacilón, y Russell lo clava de una manera formidable, calándose como nadie esa gorra vieja de pobre diablo, ganándose al público con su personaje valiente y desvergonzado que, a la hora de la verdad, hace más bien poco en esa aventura descabellada en los territorios de la China ancestral y mágica…bajo los suburbios de San Francisco. También hizo una mala-buena película con esa tontería enorme (y enormemente disfrutable) de ‘Tango y Cash’ (‘Tango & Cash’, Andrei Konchalovsky y Albert Magnoli, 1989), al lado de Sylvester Stallone, al que le robaba los planos cada vez que salía con su poli chulo y melenudo, además de la antológica secuencia de travestismo improvisado y posterior, y delirante, combate dialéctico entre ambos.

Y en tercer lugar es un actor dramático que vale bastante más de lo que le han dejado demostrar. Ya dejó claro sus grandes dotes en la muy estimable ‘Silkwood’ (id, 1983), quizá una de las mejores películas de Mike Nichols, o en la todavía más estimable ‘El milagro’ (‘Miracle’, Gavin O’Connor, 2004), una emocionante película que quizá no recibió toda la atención que merecía, y en la que Russell está soberbio como el mítico entrenador de hockey Herb Brooks, que ganó la medallla de oro olímpica en 1980. Si Russell hubiera tenido la oportunidad de acceder a más papeles interesantes como el de Brooks, estoy convencido de que hoy sería algo más que una vieja gloria (cumple sesenta años el diecisiete de marzo) con algunos papeles aislados que merezcan la pena. Russell posse un algo en sus ojos, como una melancolía inherente, que convierte a todos sus papeles en una suerte de viajes crepusculares, y luego se gana al respetable con su amplia sonrisa de macarra y su aspecto de tipo normal. El fracaso de la superflua ‘Poseidon’ (‘Poseidon’, Wolfgang Petersen, 2006), le llegó en un momento delicado de su carrera, en el que no abundan los grandes éxitos, precisamente, pero él parece ajeno a todo eso.

Tampoco fue un gran éxito ‘Death Proof’ (id, Quentin Tarantino, 2007), pero le valió para demostrar que sigue en plena forma y con ganas de cine por unos cuantos años más. Esperemos que así sea. Por el momento, tras un parón de cuatro años, regresa al cine con tres proyectos para 2011 que, a priori, tienen bastante buena pinta, y que con un poco de suerte nos devolverán al tipo de la mirada triste y la sonrisa socarrona que tantos buenos ratos nos hizo pasar en los años ochenta y noventa, enfrentado ahora a la temible madurez de las estrellas (tanto las de prestigio, como las que carecen de él…) que llegan a los sesenta y ven muy cerca el ocaso de su carrera, cuando no han podido tomar las riendas de la misma haciéndose sus propios productores y directores. Aunque, bien mirado, muchos terminan echándola a perder dándose facilidades a sí mismos, y Russell no parece de esos. Habrá que confiar en él, y en lo mucho que ha mejorado como actor según iba ganando en arrugas.

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