'Los increíbles', cine dinámico, ingenioso y grande

'Los increíbles', cine dinámico, ingenioso y grande
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Más que un remedio para la aflicción, como lo era por ejemplo ‘El jovencito Frankenstein’ (‘Young Frankenstein’, Mel Brooks, 1974), la película que Brad Bird dirigió en 2004 para la PIXAR, ‘Los increíbles’ (‘The Incredibles’), es como una isla en el gris océano del cine gringo actual. Después de patrioterismos varios, o de nuevas versiones de mitos griegos, te pasas por las imágenes de esta aventura, y quedas como nuevo, como si Lourdes te hubiera lavado los pecados, o algo parecido. Es, casi, como recuperar, la fe en el cine del otro lado del atlántico. Este año muchos dicen que ‘Toy Story 3’ (id, Lee Unkrich) es la mejor película yanqui de 2010, y puede que lo sea. Llevan mucho tiempo dándonos alegrías los muchachos de Lasseter, y arrasando en los Oscar al mejor cine de animación. Hoy quiero hablar de una película que, además, creo que es un prodigio de inventiva visual. ¿Cómo puede ser que cien minutos se pasen tan increíblemente rápido y dejen ganas de mucho más, hasta el punto de que darías lo que fuera por ver a la familia enfrentarse a ese salvaje Socavador? ¿Cómo puede dar sopas con honda a prácticamente la totalidad del cine de aventuras de ese país en cuanto a acción, creatividad, gamberrismo, inteligencia?

Con el reciente éxito de ‘Buscando a Nemo’ (‘Finding Nemo’, Andrew Stanton, Lee Unkrich, 2003), que había elevado la animación y la diversión a unas cotas difícilmente alcanzables para el resto de los mortales, los de PIXAR se superaron a sí mismos, como suelen hacer (y como hacen los grandes), con su sexto largometraje, confirmando que son un estudio a la altura de las leyendas del cine clásico norteamericano en su identidad y autoexigencia, por una parte, y que están dispuestos a conquistar el cine futuro, por otra, con su filme más dinámico, veloz y engañosamente lúdico. ‘Los increíbles’ es un homenaje/parodia de los filmes y de las historias de superhéroes. En cuanto homenaje, es muy superior a cualquier otro de este género, gracias a un guión y a una puesta en escena libérrimas, que convierten al cine en plataforma para mostrar la aventura infinita, con la imaginación como único límite. Como parodia, es una comedia que roza la perfección y que demuestra que el talento para esa forma de expresión sigue tan vivo como en sus mejores tiempos.

Para mí, ‘Los increíbles’ forma la cúspide de un trinomio ascendente, junto con ‘Buscando a Nemo’ y a ‘Monstruos, S.A.’ (‘Monsters, inc.’, Pete Docter, David Silverman, Lee Unkrich, 2002), en el que tanto los caracteres, como las relaciones entre ellos, se van enriqueciendo, afinando y depurando, hasta llegar a esta historia tan real como la vida misma, en la que dos superhéroes deciden sentar la cabeza (acuciados por un clamor popular en contra de los que son como ellos), y formar una familia, olvidándose para siempre de emplear sus superpoderes en arriegadas y estimulantes aventuras, cortando de raíz con todo aquello que les hace especiales y que les ayuda a sentirse realizados en la vida. El tono de divertimento salvaje de la película, no consigue enmascarar del todo esta parábola sobre la necesidad anímica de hacer algo más con la vida que sentarse en la oficina ocho horas de lunes a viernes y salir a distraerse los fines de semana. Los superpoderes, por tanto, como metáfora de creer en uno mismo y de aceptar la propia identidad. Palabras mayores, que sitúan este relato mucho más allá de otros productos Disney (que sólo ponen parte del dinero y la distribución, gracias a Dios) en los que la belleza está en el interior…

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No se habla aquí de belleza, ni de cuestiones por el estilo. La sensación que se tiene es la de asistir a unas vidas completamente reales, en una familia tan viva y disfuncional como lo son todas, que para sobrevivir a la rutina precisa de la adrenalina y la energía de saberse diferente, de explotar lo mejor que hay dentro de ellos, para sentirse vivos. El maravilloso guión de Brad Bird, que firma en solitario, explota todas las posibilidades dramáticas de esta propuesta hasta sus últimas consecuencias, y luego, ya en labores de dirección, sabe darle a cada detalle, cada escena, y cada personaje, su tiempo, su ritmo y su espacio en la historia. Es decir, sin alardes artísticos o poéticos, hace lo que tantos maestros lograban todos los años en el cine clásico americano: que todo esté en su sitio, por una o varias buenas razones, y que todo tenga un motivo y una finalidad, como un mecanismo de relojería diseñado para cautivarnos sin el menor desmayo, haciendo de la fabulación su mejor arma, y abrazando la sencillez y la universalidad como sus grandes armas.

Y tampoco existe en ‘Los increíbles’ un mensaje o una imagen de la familia tradicional al estilo Disney, esto es, edulcorando e idelizando ese núcleo afectivo. Esta película llega a emocionar porque además de percibir a cada uno de los cinco miembros como seres reales, nuestra identificación con ellos es total, directa y sin complicaciones de salón. Mientras Mr. Increíble, que de apuesto salvador ha pasado ahora a chupatintas fondón, su esposa, a la que llamaban Elastigirl, se ha convertido en un ama de casa histérica y con un pandero considerable. Pero no sólo ellos están increíblemente bien caracterizados: sus dos hijos, que representan al niño hiperactivo clásico y a la cría insegura y tímida, y que como corresponde a sus rasgos de personalidad, son un chaval con supervelocidad, y ella una muchacha capaz de hacerse invisible y de crear campos de fuerza para protegerse. Con estos elementos, y con el malo de turno haciendo de las suyas, obtenemos una historia que es casi por entero un gran bloque de acción, una vez los padres deciden volver a ser quienes eran. La escalada de ideas, chistes, gags visuales, movimientos de cámara, persecuciones, escenarios grandiosos, es tal, que por mucho que uno haya visto mucho cine no puede más que quedarse con la boca abierta.

Con una música de Michael Giacchino que exagera y reinventa los clichés narrativos de la saga Bond, encontramos islas paradisíacas que albergan monstruos en su jungla, villanos pirados con peinados imposibles, unidades de contención, cohetes espaciales que trasladan armas defintivas, cascadas que se abren mecanicamente, salas de estar decoradas con una pared de lava, armas imposibles, secuaces atolondrados, guaridas, lanzaderas…pero además mucha ironía y, sobre todo, un dinamismo alucinante, gracias a una puesta en escena que confía en la velocidad de asimilación del espectador, y que por ello usa el montaje a toda hostia, con vertiginosos acercamientos, con una profundidad de campo más que notable, proponiendo una imagen cinematográfica de una energía y una fuerza arrolladoras. Y como la animación se presta a que un director y un equipo con talento hagan lo que la imaginación les dicte, pues aquí tenemos una diversión que puede disfrutar, me parece, cualquier persona de cualquier parte del mundo, independientemente de su nivel cultural, de su ideología y de sus gustos.

Conclusión y personaje favorito

Cine universal, por tanto, recurso vital para cuando la monotonía y la servidumbre de la rutina amenazan con hundirle a uno. Mi personaje favorito es el de la diseñadora de trajes, claro, con esa mala leche y esa verborrea incontenible, genialmente caracterizada y con algunos de los mejores gags visuales, aunque supongo que cada uno tendrá el suyo.

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