'Aullidos', casa de citas

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Una periodista (una eficaz y solvente Dee Wallace)) ayuda a la policía a perseguir a un terrible psicópata (memorable Robert Picardo) y decide ofrecerse como presa para capturar al mismo. Mientras contempla un vídeo terrible de un asalto sexual, la periodista queda en shock y la policía logra dispar al asesino. Sometida a terapia, será llevada a un campamento llamado La Colonia en el que podrá descansar con su marido. Allí, descubrirán un universo de placidez junto a sus amigos, pero pronto la presencia de una ninfómana seductora quebrantará la situación y lo que parecía un lugar apacible se revelará un lugar habitado por licántropos, todos ellos guiados por un doctor (Patrick Macnee de la serie británica de 'Los Vengadores' y disfrutando de lo familiar de su papel). La supervivencia será dificultosa y el duelo final deparará sorpresas para la protagonista.

Adaptada de la novela de Gary Brandner por Terrence H. Winkless, la película fue reescrita completamente por el luego tótem del cine independiente norteamericano John Sayles, entonces guionista de culto en estado de (perpetua) gracia y se llenó, cortesía de su director Joe Dante, de bromas que oscilan entre lo punk y el homenaje más descarado, así que hay referencias sarcásticas (aparece la versión Disney de los tres cerditos con su desternillante lobo feroz) y otras que parecen evocar al conocedor más sentimental (todos los personajes, absolutamente todos, están bautizados por directores del fantástico, que van desde mitos de la Hammer como Terence Fisher o Freddie Francis a auténticos desconocidos como el director de culto Jerry Warden).

Además, aparece en un cameo el historiador y mito del fanzine del fantástico Forrest J. Ackerman, el editor de la maravillosa Famous Monsters of Filmland y el sarcasmo inunda toda la película, aunque la estrella es, por supuesto, el trabajo de maquillaje de Rob Bottin, todo un ejemplo de como convertir la transformación en una set piece espectacular que acentúa los componentes icónicos del monstruo y no aplaza las urgencias narrativas. Dan ganas de exclamar ¡ya no se hacen películas así! pero sería incumplir la premisa de Dante respecto a sus películas y a su manera (insolente) de leer el fantástico, así que diremos, con una tristeza ligera, que ¡esperamos a gamberros con esta inteligencia y madurez deambulando por los géneros!

No solo de citas explícitas vive Dante, pues su dirección aprende de aquellos sinuosos movimientos de cámara que caracterizó a la Hammer, pero su montaje frenético (no para los estándares de hoy, pero sí visibles por cualquier espectador formado en cine anterior) lo acercan más a la dinámica de un cartoon que a una estrategia manierista. Su dirección es atractiva y vivaracha, ejemplar para una película que necesita apoyarse en hallazgos visuales, e indudablemente Dante cree en el potencial expresivo de sus imágenes y de la paleta de colores (diurnos y nocturnos están llenos de gamas expresivas para regocijo del espectador más atento).

Con esta estrategia de humor anárquico y deliberada autoconciencia, la película es recordada por las magníficas transformaciones de Rob Bottin, indudablemente memorables, pero creo que sus elementos más interesantes están en el guión de Sayles: la reescritura del relato trágico de la maldición del hombre lobo se mezcla con un thriller de psicópatas genuinamente setentero y también con un relato de parejas lleno de pulsión sexual e infidelidades; la imaginativa visión de la Colonia como comunidad neo-hippie y relajada permite ofrecer una sarcástica mirada al matrimonio que deriva en un maravilloso clímax final (televisado) que actualiza y mediatiza al hombre lobo en su aparición contemporánea.

Convertir, a la inversa, a un monstruo hiperrealista y contemporáneo (un violador) en un licántropo se antoja, también, una estrategia brillante y otro acierto de guión, aunque su humorístico final sugiere una farsa mayor de la presenciada, licencias de la posmodernidad o parte del encanto del pulso entre el guión de Sayles y el talante caótico e irónico de su director. Dante logró dirigir 'Gremlins' (id, 1984) para Steven Spielberg, algo meritorio teniendo en cuenta que se trataba del hombre que había dirigido una farsa a costa de 'Tiburón' (Jaws, 1975) llamada 'Piraña' (Piranha, 1978) gracias a esta película, una fábula en la que demuestra mucho tino para combinar el drama, los momentos autorreferenciales y el humor. Le siguieron muchas secuelas, ninguna interesante.

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