'La contadora de películas' se niega orgullosamente a ser otro 'Cinema Paradiso'... pero en ese empeño también está su mayor pecado

'La contadora de películas' se niega orgullosamente a ser otro 'Cinema Paradiso'... pero en ese empeño también está su mayor pecado

Antonio de la Torre encabeza una película en la que los actores llevan el mayor peso frente a un guion que podría haber dado mucho más de sí

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Cine

Hacia la mitad de 'La contadora de películas', después de haber disfrutado de una historia imperfectamente narrada pero original y entrañable, crees que está todo el pescado vendido. La película podría acabar ahí, con una última escena. Pero no. Por algún motivo, continúa sin parar, demostrando que saber cuándo se ha terminado lo que quieres contar es un arte del que no todo el mundo es un maestro. Desde luego, Lone Scherfig y sus tres guionistas (entre los que se encuentra Isabel Coixet) no lo son. Tristemente.

Dejad que os cuente

Estamos en un pueblecito de Chile, en los años 60, donde un padre trabaja duramente para sacar adelante a su familia. Su único momento feliz de la semana es ir al cine a que le cuenten historias y rememorarlas después. Vivir en celuloide. Tener la oportunidad, durante unas horas, de escaparse a otras vidas. Sin embargo, cuando tiene un accidente y pierde su trabajo, solo tiene dinero para enviar a un hijo al cine y que después narre la cinta. Y aquí vienen los problemas.

Porque 'La contadora de películas' empieza como un 'Cinema paradiso' que habla del poder de las historias en tu vida y que da pie a los típicos comentarios de cualquier crítica de este estilo: "Carta de amor al cine"; "El poder sanador de las historias", etcétera. Pero, ay, pronto empieza a pivotar entre distintos temas sin tener muy claro lo que quiere narrar. Cuando te acostumbras a que la película reflexiones sobre la necesidad vital de contar historias y la tradición oral, pivota hacia el drama familiar, la búsqueda de la felicidad (y la fama), el Chile vacíado y la historia del país. Es un guion absolutamente descentrado que en ningún momento logra emocionar por culpa de sus continuos vaivenes.

Contadora

La primera hora de la película es, ciertamente, notable. Introduce con maestría a los distintos miembros de la familia, el tono es entrañable y, pese a las dificultades, todos salen adelante con esperanza. Sin embargo, al pasar el ecuador, 'La contadora de películas' se vuelve más sombría, pero al mismo tiempo pretendiendo continuar con ese tono liviano. El resultado es un galimatías desastroso que pierde el norte por completo y no acaba de decidir nunca qué tipo de historia quiere ser. Dicho de otra manera: si la protagonista tuviera que contar su propia película, se aburriría a la mitad.

Juegos de manos, siempre daban una de romanos

Por supuesto que a ratos es un divertido juego con los más cinéfilos, referenciando películas como 'El hombre que mató a Liberty Valance', 'Espartaco', 'El bueno, el feo y el malo', 'Cowboy de medianoche' o 'De aquí a la eternidad' (aparentemente, en el cine de aquel pueblo nunca ponían una película mala). Pero claro, la referencia, si no trae nada más, no es más que una manera de señalar inocua y vacía, un simple juego para captar al espectador cinéfago más fácil de contentar.

Contadora Peliculas

Al final, el cine y la trama que da título a la película pasa, de todas maneras, a olvidarse, y la película se centra en su lugar en acumular cuantos más dramas, mejor, sin control ni respiro para el espectador, que ve pasar delante de sí desde muertes hasta familias desestructuradas, injusticias sociales, amores, desamores e incluso abusos sexuales. Sin respiro ni tiempo para reponerse, convirtiendo la película en un maratón del dolor que, paradójicamente, nos deja insensibles ante lo que está ocurriendo.

Por supuesto que 'La contadora de películas' tiene momentos magníficos... Y todos tienen que ver con la misma parte de la trama: el poder de atracción y obnubilación que tienen las buenas narraciones, la experiencia conjunta de disfrutar de una buena historia, el rito de paso a la madurez que supone el cine. Es ahí donde brilla por todo lo alto y muestra que, si no hubiera tenido miedo a ser calificada como un 'Cinema Paradiso' más, podríamos haber estado ante una estupenda cinta.

No te vayas, mamá

Puede que, fuera del amor al cine poco sutil del guion, lo mejor de la película sea la historia de esa madre destinada al fracaso que hace todo lo que esté en su mano por triunfar, aunque por ese sueño imposible tenga que renunciar a toda su vida. Y, claro, como complemento, la hija, dispuesta a mentir por mantener el recuerdo impoluto de la matriarca familiar. En otra película y otras manos habría sido emocionante, pero aquí, tristemente, se utiliza solo como manera de añadir minutos a unas excesivas dos horas aniquilando la sensibilidad.

En la parte positiva hay que destacar su portentoso reparto, encabezado por un Antonio de la Torre que, lejos de imitar burdamente el acento chileno, logra mimetizarlo y mostrar un rango de sentimientos absolutamente abrumador a lo largo de las etapas de la vida de Medardo. Él es solo la cara más visible, pero tanto Bérénice Bejo como Daniel Brühl o Sara Becker consiguen bordar su papel y dar lo mejor de ellos mismos frente a un guion mucho más maratoniano de lo que debería.

Y al final, ese es el problema: si 'La contadora de películas' se hubiera conseguido concentrar en solo una de las decenas de tramas que propone, estaríamos, posiblemente, ante una buena propuesta. Pero, al final, su falta de ritmo y de claridad narrativa acaba por condenarla a ser una película imposible de narrar de una forma coherente. Para hacer un buen "canto de amor al cine" no basta con mostrar cuatro películas y una sala con el público fascinado: hay que ir más allá para no caer en la mera referencia cinéfila vacía, aburrida y sin sentimientos. Y ese es, quizá, el mejor resumen de esta cinta.

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