'El Pecado de Cluny Brown', se acabaron las películas de Lubitsch

'El Pecado de Cluny Brown', se acabaron las películas de Lubitsch
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Cuando Ernst Lubitsch murió, en su funeral alguien dijo: "Se acabó Lubitsch", a lo que el gran William Wyler replicó: "peor aún, se acabaron las películas de Lubitsch". Y es que el Séptimo Arte no hubiera sido el mismo de no haber existido este gran director, maestro de la sutileza que con un sólo plano era capaz de transmitir un montón de cosas. Maestro entre los maestros destacó sobre todo en la comedia, con títulos como 'Ninotchka' o 'Ser o no Ser', pero sería injusto no hablar de sus aportaciones en el drama, como la impresionante 'Remordimiento', o en la mezcla de ambos géneros con 'El Diablo Dijo No', para un servidor la mejor película de Lubitsch, con unos inconmensurables Don Ameche y Gene Tierney.

'El Pecado de Cluny Brown' es la última película que dirigió al completo Lubitsch. Dos años después falleció en pleno rodaje de una nueva película, la cual fue terminada por el no menos grandioso Otto Preminger. La película cuenta la historia de una joven muchacha que es enviada por su tío a una imponente casa a servir como doncella. Ella es una chica muy alegre con enormes ganas de vivir y le será un poco difícil adaptarse a un ambiente tan distinguido. En dicho ambiente se debatirá entre el amor de un farmacéutico (un panoli de mucho cuidado) y un hombre europeo vividor y alegre que huye del nazismo. El inicio del film, en el que se nos presenta a los dos personajes principales, es sencillamente maravilloso. Con una habilidad impresionante para los diálogos asistimos a un encuentro de distintas formas de pensar y de vivir, tanto en el personaje masculino interpretado por Charles Boyer, como en el que interpreta Jennifer Jones. En medio de ellos, el anfitrión de una fiesta desesperado porque van a llegar sus invitados, y todo tiene que salir bien. Con dicha fiesta se acaba lo que sería el primer acto del film que se cierra con el que probblemente sea el mejor gag de la película. No diré nada más que un grupo de personas reunidas alrededor de un piano, mientras una de ellas toca y canta un tema, de repente...no, me lo callo, pero es absolutamente desternillante.

Ahora que he nombrado a los actores, decir que Boyer está increíble en su papel, tremendamente irónico y divertido al mismo tiempo. En cambio, uno de los errores de la película es tener que aguantar durante todo su metraje a la insoportable de Jennifer Jones, que por culpa de estar casada con David O. Selznick consiguió un montón de papeles en el cine. A pesar de que su personaje es muy interesante, y desde luego es el eje central del relato, la actriz se pasa de rosca, y Lubitsch no consigue controlarla del todo.

El resto de actores están por supuesto a la altura, y la labor de Lubitsch es encomiable, en cuanto a puesta en escena y manejo del tempo narrativo en una película que avanza a pasos agigantados, gracias a la fluidez de sus diálogos, los cuales están llenos de dobles sentidos como era habitual en el cine de su director. Por poner un ejemplo, todo lo relacionado con la obsesión de Cluny Brown por arreglar cañerías es una clara referencia sexual, con la cual Lubitsch se salta la censura de la época y se lo restrega por la cara durante toda la proyección, ya que es algo a lo que recurre en varias ocasiones. Incluída la resolución de cierta situación, en la que se permite criticar el puritanismo de ciertos repugnantes personajes, aunque dicha escena es más bien dramática.

A pesar de la maestría de Lubitsch, no estamos ante una película perfecta. Para empezar, resulta un poco forzado el primer encuentro de los dos personajes principales. Al igual que la aparición de uno secundario que simplemente sirve para justificar la presencia del principal en un determinado lugar, personaje que aparece y desaparece a capricho propio. Y por útlimo, la resolución de la historia quizá sea demasiada precipitada y fácil.

Aún así una buena película, que recupera en algunos momentos al mejor Lubitsch, y que cierra una de las más grandes filmografías que haya habido en el Cine. Billy Wilder siempre le profesó una gran respeto y le consideraba el más grande de todos. Quizá Dios tenía razón, pero elegir a esos niveles es algo muy, muy difícil, y que yo desde luego no pienso hacer.

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