'La habitación', Jack en el país de las maravillas

'La habitación', Jack en el país de las maravillas

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'La habitación', Jack en el país de las maravillas

‘La habitación’ (‘Room’, Lenny Abrahamson, 2015) —un error el haberle puesto el artículo en el título español— ha ganado el Oscar a la mejor actriz, Brie Larson, en la pasada ceremonia de la estatuilla dorada. Un premio merecido, y también cantado, y que al lado de las demás nominaciones, coloca a Abrahamson en el punto de mira de las productoras, que esperemos no se fijen en su lamentable anterior película. La historia de la presente fue urdida por Emma Donoghue para una novela que ella misma adaptó, a partir de un terrible hecho real.

En el 2008, las televisiones y periódicos de todo el mundo nos dejaron sin habla —y con una poderosa rabia interior— cuando destaparon la historia de Josef Fritzl, un austríaco que tuvo secuestrada a su hija en el sótano de su casa durante 24 años. Un sótano en el que una persona normal tendría que andar agachada. La violó repetidamente y tuvo siete hijos con ella, a los que crio allí mismo. Donoghue escuchó a uno de ellos en un documental que hablaba del espeluznante caso, y eso le inspiró a escribir la novela.

Una fábula

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(From here to the end, Spoilers) ‘La habitación’, a pesar de partir de ese hecho tan terrible —la realidad, una vez más, superando a la ficción—, no es un drama destinado a hundirnos más en la miseria emocional en la que nos encontramos como especie. Su acertado tono de fábula, justificado en la mirada de su pequeño protagonista, lo representa todo en un film que retrata el proceso de aprendizaje y crecimiento de un niño, que se enfrenta a su salida al mundo.

Que en cierto instante se vea el libro de Lewis Carroll ‘Alicia en el país de las maravillas’ no es casualidad. El film de Abrahamson casi parece una relectura del clásico infantil, pero construido al revés. Jack —inmenso Jacob Tremblay, con intencionado aspecto andrógino en la primera parte del film— no entra en un cuento, sale de él, creado por la imaginación de su mente, al mundo exterior. El niño, nacido y creado en cautiverio, siempre acompañado de su madre, saldrá al mundo exterior, tal y como hacen los demás, con despedida de la infancia incluida.

‘La habitación’ se divide en dos tramos perfectamente diferenciados. Uno transcurre enteramente en el cobertizo en el que ambos están secuestrados, el otro fuera de él, en el verdadero mundo. Abrahamson muestra una envidiable capacidad para hacer de ese pequeño habitáculo todo un universo, casi sin fin; hasta realizando en algún que otro instante movimientos de cámara de 360 grados. Tonos apagados en ese tramo chocan con la extrema claridad que habita fuera, como la que entra por el tragaluz, única visión esperanzadora de ambos personajes, sobre todo el de la madre, la única que conoce verdaderamente su situación.

Los ojos y la mente de un niño

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Uno de los aciertos en el punto de vista —atención a los sutiles instantes en los que se opta por la cámara subjetiva— reside en plantear cuestiones a las que se les puede achacar el no estar desarrolladas —todo lo concerniente al personaje de William H. Macy, y al tipo de periodismo que se practica hoy día—, pero creo que no es necesario. Un niño de cinco años no entiende el recelo de su abuelo, que no acepta tener un nieto producto de una violación, y mucho menos lo otro. El sencillo planteamiento llega para que cualquier adulto lo desarrolle en su mente.

Además de la más que impresionante compenetración entre Larson y Tremblay —ni que fueran madre e hijo en la vida real—, destaco la ya citada puesta en escena del director. No sólo por el inteligente uso de los espacios en ambos tramos, también por realzar los dos momentos de “escapada” de la habitación. La cámara elevada mientras sigue a una camioneta, y la final, donde deja que los dos personajes centrales se pierdan al fondo del plano, dispuestos a vivir su vida —con Stephen Rennicks hurgando en nuestro interior—.

‘La habitación’ empieza con un saludo de buenos días, a todos los elementos cotidianos del mundo de Jack, y concluye con la despedida de esos mismos elementos, que tenían otra forma en los recuerdos del niño. Los lugares de nuestra infancia siempre son diferentes cuando los vemos de nuevo pasado un tiempo. ‘La habitación’ propone un doloroso, y necesario, adiós a aquellos años en los que la imaginación y el amor de una madre lo son todo.

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